Homilías de cuatro minutos Podcast Por Joseph Pich arte de portada

Homilías de cuatro minutos

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De: Joseph Pich
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Homilías cortas del domingo© 2025 Homilías de cuatro minutos Cristianismo Espiritualidad Ministerio y Evangelismo
Episodios
  • Segundo Domingo de Adviento
    Dec 2 2025

    Segundo Domingo de Adviento

    Hoy la Iglesia nos presenta a San Juan Bautista como modelo a seguir. Era el Precursor, aquel que venía primero. Su misión fue abrir los caminos del Señor, ser testigo de la luz, preparar los corazones de los hombres para que Cristo pudiera entrar. Nuestra misión es seguirle los pasos. Él vino hace dos mil años; ahora nos toca a nosotros. ¿Cómo podemos hacerlo, si hemos perdido nuestro camino y nuestra vida está llena de oscuridad? Primero debemos encontrar el camino, y estar seguros de que nuestra alma esté llena de luz. Eso es lo que tenemos que hacer estos días. Esta es nuestra misión para el Adviento. Juan el Bautista nos abre camino con su ejemplo.

    No es fácil ser precursor, abrir los caminos, ir delante anunciando la venida de otro, ser puente entre dos lados. Llamamos al Papa Pontífice, que significa constructor de puentes. Los cristianos estamos llamados a construir puentes entre la gente, a anunciar a Cristo al mundo, a ser lámparas que alumbran en medio de la oscuridad de nuestra sociedad atea. Juan el Bautista nos dirige a la eternidad y otra gente puede seguir nuestros pasos. No es fácil encontrar la puerta angosta que lleva al paraíso.

    ¿Qué es lo que hizo Juan? Se fue al desierto, para encontrar silencio, soledad y simplicidad. Comió langostas y miel silvestre, y se vistió con pelo de camello. Debemos buscar un lugar solitario alrededor de nosotros, donde podemos hablar en silencio, el lenguaje de Dios; encontrar la soledad para estar solos con Dios; y vivir una vida simple, como Juan el Bautista. En este tiempo de Adviento, debemos encontrar ese lugar donde desarrollar nuestra vida espiritual, para ver las cosas con ojos diferentes, los ojos de Dios. Comemos langostas, cosas que no nos gustan, nos vestimos con piel de camello, la modestia, y buscamos la miel, la dulzura de Dios.

    Juan el Bautista era un hombre duro, fuerte. No nos gustaría encontrarnos con él a solas en el desierto. Su cuerpo parecía formado de raíces de árboles; su piel era áspera y quemada por el sol; sus ojos emitían un fuego profético. No podríamos sostener su mirada. Sólo Jesús lo hizo, cuando Juan no quiso bautizarlo. Estuvieron a punto de pelearse. Para seguir al Bautista hace falta el don de la fortaleza, para no tener miedo a los enemigos de fuera, para poder defender la verdad, aunque nos cueste la cabeza como a él. Fortaleza es el único don del Espíritu Santo que es también una virtud cardinal.

    San Juan Bautista es el único santo que lo celebramos dos veces al año, su nacimiento y su martirio. Normalmente celebramos de los santos el diez natalis, su nacimiento a la vida eterna, cuando acaban su vida terrena. Pero el Bautista, ante de que naciera, fue santificado en el seno de su madre, cuando Isabel se encontró con la madre de Jesús, las dos embarazadas. Así es como los dos bebes se encontraron y Juan salto de gozo lleno del Espíritu Santo. Nosotros, al contrario, hemos sido nacidos en el pecado, y tenemos que esperar a morir, para volver al seno de Dios. Ahora estamos esperando con gran expectación el nacimiento de Jesús, que está todavía en el seno de su madre. Deberíamos seguir las huellas de María para asistir a su nacimiento.

    josephpich@gmail.com

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  • Primer Domingo de Adviento
    Nov 27 2025

    Primer Domingo de Adviento

    ¡Atención! Jesús viene, está muy cerca. Eso es lo que la liturgia nos recuerda estos días. Despierta, vigila, prepárate. Es lo que las oraciones de la Misa nos dicen, aumentando la presión con la llegada de la Navidad: está en camino, solo faltan unos días, ya llega, golpea la puerta, ya la está abriendo. Cuando llegue, tenemos que estar con nuestro móvil en alto, la cámara de fotos abierta, preparados para un selfi. No puede encontrarnos jugando en el computador, mandando mensajes o surfeando el internet. Sino pasará de largo, sin parar en nuestro corazón.

    Celebramos tres venidas de Jesús. Primero vino hace dos mil años como hombre. Va a venir al final de los tiempos como juez. Ahora viene como un bebe. Pero también viene cada día a nuestro encuentro, pasando por nuestras vidas. Navidad es un recordatorio de esta realidad. Jesús no solo vendrá a recogernos cuando nuestro tiempo se acabe, sino que quiere que experimentamos su presencia cada día.

    Debemos decirle que le esperamos, que queremos estar con él. Es lo que repite la gente que se ama. Sabemos que lo necesitamos, pero nos olvidamos, nos distraemos. La Iglesia nos lo recuerda. Eso es lo que Adviento significa, Parusia en griego, Adventus en latín: presencia, llegada, venida. Ven Señor Jesús, Maranatha en hebreo o Veni Domini Iesu en latín. Al final de la Biblia, las últimas palabras del libro del Apocalipsis, San Juan exclama: Ven Señor Jesús. Es el grito que tenemos que repetir estos días, deseando que venga, esperándole con expectación.

    El profeta Isaías nos recuerda lo que tenemos que hacer: “Trazad una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado y todo monte y cerro rebajado.” Tenemos que construir una carretera, una autopista, para que podamos con más facilidad llegar a él. Deberíamos allanar las montañas y llenar los valles. Necesitamos preparar nuestras vidas, para llegar a él mejor y más rápido. Las montañas son nuestras adicciones, esas cosas a las que damos demasiado importancia, que intentan controlarnos y que nos desbordan: trabajo, dinero, relaciones, entretenimiento, medios sociales, deporte, aficiones. Lo que llamamos riquezas, honor, fama, poder y placeres. Necesitamos poner medida en ellos, situarlos en su sitio, para que no nos esclavicen. Debemos ser sinceros con nosotros mismos para reconocerlos. Y también rellenar los valles: dar importancia a lo que cuenta, Dios y los demás. Poner a Dios primero y luego a la gente que tenemos alrededor. Ambos, las montañas y los valles se relacionan; no existen unas sin otros. Por eso las tenemos que aderezarlos al mismo tiempo. El Adviento nos ayuda a poner las cosas en su sitio.

    Esperando a Jesús podemos tener dos actitudes: una activa y otra pasiva. Mejor la segunda y salir a buscarlo, sin esperarle a que venga. Como las vírgenes prudentes que salieron de ellas mismas a saludar al esposo, cuando oyeron que venía. Debemos tener nuestras lámparas encendidas, llenas de aceite, en llama, iluminando el camino que nos alumbra su venida.

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  • Cristo Rey
    Nov 18 2025

    El buen ladrón

    Tres cruces, dos ladrones y tres diferentes expresiones de sufrimiento. Jesús quiso ser crucificado con pecadores, participando su trono de gloria con ellos. Muchos santos hubieran querido estar allí, cambiando su lugar por ellos, con santa envidia. San Agustín dice que, de las tres cruces, una salva, otra recibe salvación y la otra la rechaza. Todos estamos representados en estos dos criminales. Deberíamos estar allí, pero todavía estamos huyendo de la cruz. Estos dos ladrones personifican dos actitudes en frente de la cruz, dos caminos que resumen nuestras vidas: a favor o en contra de Dios, con Él o contra Él. Tres sufrimientos, uno redentor, otro purificador, y un tercero inútil. ¿Cuál es el mío? Podemos acompañar a Jesús en su camino redentor.

    ¿Qué es lo que vio el buen ladrón para creer? No es fácil responder a esta pregunta. Los dos ladrones fueron crucificados al lado de Jesús, sufriendo la misma pena por sus crímenes. Uno, que llamamos Gestas, frustrado por su dolor, le reprochaba a Jesús que los salvara de ese suplicio. Dimas en cambio, le amonestaba diciendo que ellos estaban allí justamente, para pagar por sus pecados. Y le hizo a Jesús la mejor petición que podemos hacerle en nuestra vida: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.” Deberíamos repetirlo muchas veces, especialmente cuando nos topamos con el sufrimiento.

    Había más gente en el Calvario, pero sólo Dimas hizo esa petición. Quizá porque vio las cosas desde la cruz, desde arriba; o quizás porque sufrió lo mismo que Jesús. Cuando sufrimos vemos las cosas con ojos diferentes. Vio a un hombre sufriendo en silencio, no solo aceptando el dolor, sino recibiéndolo con los brazos abiertos, amándolo hasta sus últimas consecuencias. El centurión romano, también presente, solo creyó después de que Jesús murió, cuando se oscureció el cielo y tembló la tierra.

    “Hoy estarás conmigo en el paraíso.” ¿Qué sintió Dimas ante estas palabras? “Hoy”, no mañana, después de unos minutos de sufrimiento, con una razón para tu dolor, como una operación que cura, con un final feliz. “Conmigo”, yendo juntos, cruzando el umbral de la esperanza, mano en mano, iluminando tu camino. “En el paraíso”, en ese lugar que todos deseamos, para el cual hemos sido creados, donde nos esperan nuestros seres queridos.

    El buen ladrón nos llena de esperanza. Nos es muy fácil vernos en él, calzarnos sus zapatos. Podemos pasar de ser el mal ladrón al bueno en un santiamén, y al mismo tiempo robar el cielo. Pero no hace falta esperar para el último momento de nuestra vida para hacerlo. Podemos comenzar a repetir su petición ahora, desde la cruz de nuestro sufrimiento.

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