
27 Domingo C Auméntanos la fe
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Auméntanos la fe
Hoy vamos a Jesús como sus apóstoles y le pedimos que nos aumente la fe. Como ellos, hemos experimentado el poder de Dios, hemos visto su gracia, pero sentimos que nuestra fe es débil. No somos capaces de hacer lo que Jesús nos pide, porque antes nos pide fe para que él actúe. Después de la Transfiguración, cuando bajaban de la montaña, Jesús se encuentra a los apóstoles intentando echar un demonio de un chico. No podían porque no tenían suficiente fe. El padre del chico le pidió a Jesús que le ayudara. Jesús le dijo que todo es posible para el que cree. Ese hombre, dándose cuenta de que la curación de su hijo dependía de su fe, nos enseñó una buena oración: creo, Señor, pero ayuda mi incredulidad.
Cuatro hombres trajeron a Jesús su amigo para que lo curara. Durante todo el camino se quejó de que era una pérdida de tiempo. No podía hacer nada pues era paralítico. Cuando llegaron, la casa estaba llena de gente. No se desanimaron y abrieron un agujero en el techo. Así lo bajaron delante de Jesús. La gente podía ver sus caras a través del agujero. El evangelio dice que Jesús, viendo su fe, lo curó.
Jesús no suele alabar a la gente. Sin embargo, le impresionó la fe del Centurión. Le dijo que con su palabra podía curar a su criado. Repetimos sus palabras cada día en la Misa: Señor, yo no soy digo de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. Jesús dijo que no había encontrado esa fe en Israel. ¿Qué diría Jesús de nuestra fe?
Jesús puso barro en los ojos de un ciego y le dijo que se fuera a lavarlos a la piscina de Siloé. Los podía haber curado allí mismo tocándolos, pero le pidió la fe de ir a donde le dijo. Los podía haber lavado en la fuente cercana, pero recuperó la vista después de lavarlos en la piscina de Siloé. El hombre con una mano seca había intentado millones de veces moverla sin resultado. Cuando Jesús le dijo que la moviera se curó. Si hubiera rehusado moverla, no se hubiera curado.
¿Qué tiene que hacer Jesús con nosotros? ¿Cuál es nuestra enfermedad? Quizá no vemos y tenemos que gritar como el ciego Bartimeo: Señor que vea. O como la mujer que tenía un flujo de sangre, tenemos que tocar la orla del manto de Jesús para curarnos. Debemos ir a la fuente de fe, donde el agua salta pura y limpia. Después de la consagración durante la Misa, es un buen momento para pedir fe, cuando Jesús aparece en el altar: auméntanos la fe.
josephpich@gmail.com