• Doctrina fundamental de la Fe cristiana

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Doctrina fundamental de la Fe cristiana

By: ICCB
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  • Misión: Alcanzar aquello para lo cual Dios nos ha alcanzado (Filipenses 3:12). Visión: Conocer más a Cristo para darlo a conocer, por medio de: -Predicar fielmente el evangelio de Jesucristo (Marcos 16:15). -Discipular al cristiano para que viva íntegramente de acuerdo con los principios establecidos en la Biblia (Mateo 28:19). -Ser como nuestro Señor Jesucristo en carácter y comportamiento (Efesios 4:13). Nuestra declaración doctrinal: En la Iglesia Centro Cristiano Bíblico creemos que la Biblia es la palabra de Dios inspirada, infalible y suficiente. Creemos que hay un solo Dios verdadero en tres personas (Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo), y que los tres son uno. Creemos que Jesucristo nació de una virgen, que fue crucificado, murió por nuestros pecados y resucitó al tercer día, ascendió a los cielos y ahora está sentado a la diestra de Dios Padre. Creemos que la salvación es dada por gracia divina y se obtiene por la fe en Cristo Jesús cuando el hombre se arrepiente de sus pecados y reconoce a Jesucristo como Señor y Salvador y que se evidencia con la conversión. Creemos en el bautismo en agua como símbolo de identificación con la muerte al pecado y con la resurrección de Jesús para vida eterna. Creemos que en la segunda venida de Cristo regresará por su pueblo, que los muertos en Cristo resucitarán y los que estén vivos, serán arrebatados por Jesús. Creemos que los que reconocieron por la fe a Jesús como su Señor y Salvador, resucitarán para vida eterna y los que no, para condenación eterna.
    © 2023 ICCB
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Episodes
  • La conversión y las finanzas
    Jun 1 2023
    La conversión y las finanzas Lucas 19:8: “—He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres y, si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.”. Cuando el Espíritu de Dios entra a nuestra vida, al momento que nos arrepentimos de nuestros pecados y somos perdonado por Dios, ocurren instantáneamente varios sucesos sobrenaturales en el interior del ser humano. La Biblia claramente identifica lo que sucede internamente en la persona cuando ésta es perdonada de sus pecados. Entre otros cambios, ocurre una regeneración, o nuevo nacimiento (2 Corintios 5:17), esto significa que la persona es hecha totalmente nueva y transformada en su interior a la imagen de Cristo. También ocurre una conversión (Hechos 3:19), esto es que la persona cambia de dirección en su vida. Cambia de un estado pecaminoso a uno de santidad, de un comportamiento de corrupción a uno de pureza. Eso que sucede en el interior de la persona regenerada, convertida y transformada en lo espiritual se hace evidente de varias maneras. No sólo es un cambio de mentalidad y en los deseos del corazón; sino que también se demuestra con un cambio radical en los hábitos, las prácticas y las actitudes para con todo y con todos. Esto es, se hace notable un cambio en nuestra relación con Dios, con el mundo, con el prójimo, con nosotros mismos y aún con lo material. Cuando realmente hemos pasado por el arrepentimiento y la conversión, la Biblia nos exhorta a lo que dice Mateo 3:8 (PDT): “Vivan de tal manera que demuestre que realmente han cambiado.”. Esa demostración de cambio es lo que la Biblia también llama “fruto digno de arrepentimiento”. Y ese “fruto” es justamente una evidencia para evaluar la autenticidad en la conversión de una persona. Así lo dice Mateo 7:20: “Así que, por sus frutos los conocerán.”. Es notable que el arrepentimiento y la conversión están estrechamente relacionados con nuestra perspectiva y trato con los bienes materiales. Así como ocurre un cambio en la vida interior de la persona regenerada por Dios, también sucede lo mismo en la vida exterior y en nuestra relación con las posesiones. La Biblia nos muestra un par de ejemplos que ilustran esta conversión y su evidencia en la relación con lo material. El primero lo encontramos en Lucas 3:10-14. Juan el Bautista predicaba que el arrepentimiento se debía demostrar en la forma como el hombre administra sus posesiones. En ese pasaje leemos lo siguiente: “10 Las multitudes le preguntaban diciendo: —Pues, ¿qué haremos? 11 Respondiendo les decía: —El que tiene dos túnicas dé al que no tiene, y el que tiene comida haga lo mismo. 12 También fueron unos publicanos para ser bautizados y le preguntaron: —Maestro, ¿qué haremos? 13 Él les decía: —No cobren más de lo que les está ordenado. 14 También unos soldados le preguntaban diciendo: —Y nosotros, ¿qué haremos? Él les dijo: —No hagan extorsión ni denuncien falsamente a nadie, y conténtense con sus salarios.”, Notemos como Juan contrasta la avaricia vs la generosidad, la injusticia vs la justicia, la extorsión vs compensar, el falso testimonio vs la honestidad, el descontento vs el contentamiento. Es decir, que una persona convertida cambiará radicalmente su actitud y relación con lo material de este mundo. Otro ejemplo lo encontramos en la conversión de Zaqueo, en Lucas 19:8-9. Cuando Zaqueo recibió a Jesús en su casa hizo un compromiso: “—He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres y, si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.”. La respuesta de Cristo fue: “—Hoy ha venido la salvación a esta casa,”. Nuevamente vemos que nuestra administración de lo material es una manifestación de nuestra condición espiritual. Una persona realmente convertida a Cristo será diferente en su relación con los bienes materiales comparada con la relación que tenía antes de Cristo. Quien no haya cambiado en esa área o bien, en realidad no se ha convertido, o no ha dejado de ser carnal en su amor por el dinero y las posesiones. Que Dios nos ayude a dar buen testimonio. ¡Dios les bendiga!
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    13 mins
  • Generosidad
    Jun 1 2023
    Generosidad “La persona generosa será prosperada y el que sacia a otros también será saciado.”, Proverbios 11:25. La generosidad puede ser definida como la voluntad de dar, o compartir con los demás, sin esperar nada a cambio. No sólo se debe considerar el dar o compartir en sí mismos, sino también es importante tomar en cuenta la medida de lo que se entrega y la intención con que se hace. También podemos decir que la generosidad es ofrecerle a alguien más de lo que espera o requiere, con el deseo de hacerlo sin interés, y sin buscar algún beneficio personal. En términos bíblicos, la generosidad se puede definir como la afectuosa disposición de bendecir a otros dando libremente, sin escatimar y sin esperar recompensa alguna. Una persona que es generosa tiene un corazón sensible a las necesidades de los demás y comparte por voluntad propia, por amor a Dios y al prójimo. No es una persona reactiva en lo que se refiere a ayudar, sino que es proactiva y se mantiene buscando ocasiones para ayudar. Los hijos de Dios estamos llamados a abundar en buenas obras por los demás y a estar deseosos de hacerlas. Y, aunque las buenas obras no salvan, ni son méritos ante Dios, estas acciones pueden ser un medio para evangelizar. Puede ser que el prójimo, al ver estas buenas obras, glorifiquen a Dios por medio de ellas (Mateo 5:16). La generosidad no está sujeta a la posición económica que tenga una persona en la sociedad. Tanto el que tiene mucho como el que tiene poco pueden ser generosos en proporción a los bienes que poseen. Además, se puede aportar más que sólo dinero, por ejemplo: tiempo, voluntariado, labor social, servicios comunitarios, etc. En cuanto a la generosidad relacionada con las posesiones y bienes materiales, en la Biblia vemos que el apóstol Pablo no ordena a los ricos a vender todo lo que tienen, sino que los exhorta a ser generosos, que sean ricos en buenas obras y que estén dispuestos a compartir. Así lo dice en 1 Timoteo 6:17-18. Por otra parte, el señor Jesucristo, cuando un joven rico le preguntó qué necesitaba para ser salvo, le dijo: “vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo 19:21). ¿Acaso hay alguna contradicción entre Pablo y Jesús? ¿Por qué Pablo no ordenó a los ricos vender lo que tenían, pero Jesús sí? La diferencia es la relación que tenían con el dinero a quienes se dirigieron Pablo y Jesucristo. Pablo se está dirigiendo a los ricos que no tienen su corazón en las riquezas; en cambio, Jesús se dirigió a un rico que sí tenía su corazón en sus posesiones –la prueba está en que el joven no quiso deshacerse de ellas y se fue triste, rico en bienes, pero sin salvación –. Si una persona ha hecho del dinero su ídolo, Dios le pedirá que renuncie a ello, si acaso quiere salvar su vida. Por ello, podemos concluir que las riquezas en sí mismas no son pecaminosas, ni que los ricos son pecadores sólo por ser ricos. También se puede afirmar que el pecado consiste en tener una relación perversa con los bienes materiales. La Biblia tiene promesas de Dios para los generosos, por ejemplo: “La persona generosa será prosperada y el que sacia a otros también será saciado.”, Proverbios 11:25. “Dios da la semilla que se siembra y el pan que nos alimenta, así que también les dará a ustedes todo lo necesario, y hará que tengan cada vez más, para que puedan ayudar a otros.”, 2 Corintios 9:10 (TLA). “Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes”, Lucas 6:38 (DHH). Pero, la mayor bendición de ser generosos es parecernos más a Dios quien es generoso sin medida (Juan 3:16). ¡Dios les bendiga!
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    10 mins
  • El trabajo: una bendición
    Jun 1 2023
    El trabajo: una bendición Proverbios 10:4: “El que no se anima a trabajar, empobrece; el que trabaja duro, se enriquece.”. Contrario a lo que muchos piensan, el trabajo en sí mismo no es una maldición ya que Dios le asignó a Adán tareas, es decir trabajo, que realizar antes de que pecara. “Tomó, pues, el SEÑOR Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo guardara.”, Génesis 2:15. En el diseño original de Dios para el hombre estaba que trabajara, que administrara la creación de Dios. El pecado de Adán fue después de esa asignación. Por causa de la caída de Adán y Eva, toda la creación fue maldecida. Dios le había confiado al hombre la administración de Su creación. Al pecar el administrador, es decir, Adán, todo lo que estaba bajo su autoridad, esto es, toda la creación, también fue maldecida. Como consecuencia, ahora se necesita invertir esfuerzo, dolor y sudor para obtener el fruto de la tierra maldecida por el pecado. Así lo pronunció Dios en Génesis 3:17-19 “…sea maldita la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; 18 espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 19 Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra…”. El trabajo no es una maldición en sí mismo, pero, por causa de que la tierra fue maldecida, ahora, para administrar Su creación, se requiere más trabajo del que Dios había dispuesto a Adán para hacerlo. Debido a esa maldición, muchas personas terminan sus jornadas laborales totalmente agotados. Por ello mismo, la gente vive estresada. Las jornadas laborales se han extendido y, si el tiempo no resulta suficiente, la gente se tiene que llevar trabajo a casa para completar sus tareas cotidianas. Además, la gente que trabaja también tiene que lidiar con injusticias, competencias desleales, intrigas, trampas, explotación, degradación, humillaciones, menosprecios, despidos injustificados, compensaciones injustas, etc. Esos son los cardos y los espinos que menciona Génesis 3:18. Dios es el mejor ejemplo del trabajo dedicado. Desde el primer versículo de la Biblia vemos el testimonio de nuestro Dios trabajando, creando, produciendo y formando. Es inalcanzable para nuestra limitada mente humana el poder concebir toda la potencia, sabiduría y ciencia que Dios aplicó para crear todo lo que existe (biología, anatomía, física, química, etc.). No lo podemos entender plenamente, pero aceptamos que Dios lo hizo, que Él trabajo en ello. El trabajo de Dios no concluyó con la creación. La Biblia dice en Juan 5:17: “Pero Jesús les respondió: —Mi Padre hasta ahora trabaja; también yo trabajo.”. Dios sigue trabajando en el sustento de todas las cosas (Hebreos 1:3). Así que, en vez de ver el trabajo como una maldición, la Biblia nos enseña que es una bendición que debemos apreciar y valorar; y también disfrutar. Por ello, en Eclesiastés 3:13, la Biblia nos dice que: “Y también, que es un don de Dios que todo hombre coma y beba y goce del fruto de todo su duro trabajo.”. Encontramos algo similar también en Eclesiastés 5:18-19 donde dice que es bueno que el hombre se goce del producto de su trabajo. Así como Dios hizo las cosas con excelencia, Él espera que nosotros también hagamos nuestro trabajo con la mayor calidad posible. Que todo lo que hagamos lo hagamos como si fuera para Él (Colosenses 3:23). ¿Te has puesto a pensar en ello? Si lo que haces en el trabajo lo haces como para el Señor ¿cómo tratarías a tus clientes? ¿Y a tus proveedores? ¿Seguirías tratando a tus empleados como lo haces ahora? ¿Qué cuentas darías a tus superiores? ¿Cómo sería tu relación con tus compañeros? Si hay algo que mejorar no esperes más para hacerlo porque Dios te observa y sabe lo qué haces, cómo lo haces y por qué lo haces. Hay promesas de bendición para la persona trabajadora. Por ejemplo: “El que no se anima a trabajar, empobrece; el que trabaja duro, se enriquece.” (Proverbios 10:4). “¿Has visto un hombre diligente en su trabajo? En la presencia de los reyes estará. No estará en presencia de los de baja condición.”, (Proverbios 22:29). Una recomendación más: trabaja duro, pero que eso no signifique descuidar tu relación y tiempo que dedicas a Dios, a tu familia, a ti mismo y a tu prójimo. Qué Dios sea glorificado en todo lo que hacemos y se complazca en nosotros. ¡Dios les bendiga!
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    16 mins

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