• La conversión y las finanzas
    Jun 1 2023
    La conversión y las finanzas Lucas 19:8: “—He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres y, si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.”. Cuando el Espíritu de Dios entra a nuestra vida, al momento que nos arrepentimos de nuestros pecados y somos perdonado por Dios, ocurren instantáneamente varios sucesos sobrenaturales en el interior del ser humano. La Biblia claramente identifica lo que sucede internamente en la persona cuando ésta es perdonada de sus pecados. Entre otros cambios, ocurre una regeneración, o nuevo nacimiento (2 Corintios 5:17), esto significa que la persona es hecha totalmente nueva y transformada en su interior a la imagen de Cristo. También ocurre una conversión (Hechos 3:19), esto es que la persona cambia de dirección en su vida. Cambia de un estado pecaminoso a uno de santidad, de un comportamiento de corrupción a uno de pureza. Eso que sucede en el interior de la persona regenerada, convertida y transformada en lo espiritual se hace evidente de varias maneras. No sólo es un cambio de mentalidad y en los deseos del corazón; sino que también se demuestra con un cambio radical en los hábitos, las prácticas y las actitudes para con todo y con todos. Esto es, se hace notable un cambio en nuestra relación con Dios, con el mundo, con el prójimo, con nosotros mismos y aún con lo material. Cuando realmente hemos pasado por el arrepentimiento y la conversión, la Biblia nos exhorta a lo que dice Mateo 3:8 (PDT): “Vivan de tal manera que demuestre que realmente han cambiado.”. Esa demostración de cambio es lo que la Biblia también llama “fruto digno de arrepentimiento”. Y ese “fruto” es justamente una evidencia para evaluar la autenticidad en la conversión de una persona. Así lo dice Mateo 7:20: “Así que, por sus frutos los conocerán.”. Es notable que el arrepentimiento y la conversión están estrechamente relacionados con nuestra perspectiva y trato con los bienes materiales. Así como ocurre un cambio en la vida interior de la persona regenerada por Dios, también sucede lo mismo en la vida exterior y en nuestra relación con las posesiones. La Biblia nos muestra un par de ejemplos que ilustran esta conversión y su evidencia en la relación con lo material. El primero lo encontramos en Lucas 3:10-14. Juan el Bautista predicaba que el arrepentimiento se debía demostrar en la forma como el hombre administra sus posesiones. En ese pasaje leemos lo siguiente: “10 Las multitudes le preguntaban diciendo: —Pues, ¿qué haremos? 11 Respondiendo les decía: —El que tiene dos túnicas dé al que no tiene, y el que tiene comida haga lo mismo. 12 También fueron unos publicanos para ser bautizados y le preguntaron: —Maestro, ¿qué haremos? 13 Él les decía: —No cobren más de lo que les está ordenado. 14 También unos soldados le preguntaban diciendo: —Y nosotros, ¿qué haremos? Él les dijo: —No hagan extorsión ni denuncien falsamente a nadie, y conténtense con sus salarios.”, Notemos como Juan contrasta la avaricia vs la generosidad, la injusticia vs la justicia, la extorsión vs compensar, el falso testimonio vs la honestidad, el descontento vs el contentamiento. Es decir, que una persona convertida cambiará radicalmente su actitud y relación con lo material de este mundo. Otro ejemplo lo encontramos en la conversión de Zaqueo, en Lucas 19:8-9. Cuando Zaqueo recibió a Jesús en su casa hizo un compromiso: “—He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres y, si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.”. La respuesta de Cristo fue: “—Hoy ha venido la salvación a esta casa,”. Nuevamente vemos que nuestra administración de lo material es una manifestación de nuestra condición espiritual. Una persona realmente convertida a Cristo será diferente en su relación con los bienes materiales comparada con la relación que tenía antes de Cristo. Quien no haya cambiado en esa área o bien, en realidad no se ha convertido, o no ha dejado de ser carnal en su amor por el dinero y las posesiones. Que Dios nos ayude a dar buen testimonio. ¡Dios les bendiga!
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  • Generosidad
    Jun 1 2023
    Generosidad “La persona generosa será prosperada y el que sacia a otros también será saciado.”, Proverbios 11:25. La generosidad puede ser definida como la voluntad de dar, o compartir con los demás, sin esperar nada a cambio. No sólo se debe considerar el dar o compartir en sí mismos, sino también es importante tomar en cuenta la medida de lo que se entrega y la intención con que se hace. También podemos decir que la generosidad es ofrecerle a alguien más de lo que espera o requiere, con el deseo de hacerlo sin interés, y sin buscar algún beneficio personal. En términos bíblicos, la generosidad se puede definir como la afectuosa disposición de bendecir a otros dando libremente, sin escatimar y sin esperar recompensa alguna. Una persona que es generosa tiene un corazón sensible a las necesidades de los demás y comparte por voluntad propia, por amor a Dios y al prójimo. No es una persona reactiva en lo que se refiere a ayudar, sino que es proactiva y se mantiene buscando ocasiones para ayudar. Los hijos de Dios estamos llamados a abundar en buenas obras por los demás y a estar deseosos de hacerlas. Y, aunque las buenas obras no salvan, ni son méritos ante Dios, estas acciones pueden ser un medio para evangelizar. Puede ser que el prójimo, al ver estas buenas obras, glorifiquen a Dios por medio de ellas (Mateo 5:16). La generosidad no está sujeta a la posición económica que tenga una persona en la sociedad. Tanto el que tiene mucho como el que tiene poco pueden ser generosos en proporción a los bienes que poseen. Además, se puede aportar más que sólo dinero, por ejemplo: tiempo, voluntariado, labor social, servicios comunitarios, etc. En cuanto a la generosidad relacionada con las posesiones y bienes materiales, en la Biblia vemos que el apóstol Pablo no ordena a los ricos a vender todo lo que tienen, sino que los exhorta a ser generosos, que sean ricos en buenas obras y que estén dispuestos a compartir. Así lo dice en 1 Timoteo 6:17-18. Por otra parte, el señor Jesucristo, cuando un joven rico le preguntó qué necesitaba para ser salvo, le dijo: “vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo 19:21). ¿Acaso hay alguna contradicción entre Pablo y Jesús? ¿Por qué Pablo no ordenó a los ricos vender lo que tenían, pero Jesús sí? La diferencia es la relación que tenían con el dinero a quienes se dirigieron Pablo y Jesucristo. Pablo se está dirigiendo a los ricos que no tienen su corazón en las riquezas; en cambio, Jesús se dirigió a un rico que sí tenía su corazón en sus posesiones –la prueba está en que el joven no quiso deshacerse de ellas y se fue triste, rico en bienes, pero sin salvación –. Si una persona ha hecho del dinero su ídolo, Dios le pedirá que renuncie a ello, si acaso quiere salvar su vida. Por ello, podemos concluir que las riquezas en sí mismas no son pecaminosas, ni que los ricos son pecadores sólo por ser ricos. También se puede afirmar que el pecado consiste en tener una relación perversa con los bienes materiales. La Biblia tiene promesas de Dios para los generosos, por ejemplo: “La persona generosa será prosperada y el que sacia a otros también será saciado.”, Proverbios 11:25. “Dios da la semilla que se siembra y el pan que nos alimenta, así que también les dará a ustedes todo lo necesario, y hará que tengan cada vez más, para que puedan ayudar a otros.”, 2 Corintios 9:10 (TLA). “Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes”, Lucas 6:38 (DHH). Pero, la mayor bendición de ser generosos es parecernos más a Dios quien es generoso sin medida (Juan 3:16). ¡Dios les bendiga!
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  • El trabajo: una bendición
    Jun 1 2023
    El trabajo: una bendición Proverbios 10:4: “El que no se anima a trabajar, empobrece; el que trabaja duro, se enriquece.”. Contrario a lo que muchos piensan, el trabajo en sí mismo no es una maldición ya que Dios le asignó a Adán tareas, es decir trabajo, que realizar antes de que pecara. “Tomó, pues, el SEÑOR Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo guardara.”, Génesis 2:15. En el diseño original de Dios para el hombre estaba que trabajara, que administrara la creación de Dios. El pecado de Adán fue después de esa asignación. Por causa de la caída de Adán y Eva, toda la creación fue maldecida. Dios le había confiado al hombre la administración de Su creación. Al pecar el administrador, es decir, Adán, todo lo que estaba bajo su autoridad, esto es, toda la creación, también fue maldecida. Como consecuencia, ahora se necesita invertir esfuerzo, dolor y sudor para obtener el fruto de la tierra maldecida por el pecado. Así lo pronunció Dios en Génesis 3:17-19 “…sea maldita la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; 18 espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 19 Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra…”. El trabajo no es una maldición en sí mismo, pero, por causa de que la tierra fue maldecida, ahora, para administrar Su creación, se requiere más trabajo del que Dios había dispuesto a Adán para hacerlo. Debido a esa maldición, muchas personas terminan sus jornadas laborales totalmente agotados. Por ello mismo, la gente vive estresada. Las jornadas laborales se han extendido y, si el tiempo no resulta suficiente, la gente se tiene que llevar trabajo a casa para completar sus tareas cotidianas. Además, la gente que trabaja también tiene que lidiar con injusticias, competencias desleales, intrigas, trampas, explotación, degradación, humillaciones, menosprecios, despidos injustificados, compensaciones injustas, etc. Esos son los cardos y los espinos que menciona Génesis 3:18. Dios es el mejor ejemplo del trabajo dedicado. Desde el primer versículo de la Biblia vemos el testimonio de nuestro Dios trabajando, creando, produciendo y formando. Es inalcanzable para nuestra limitada mente humana el poder concebir toda la potencia, sabiduría y ciencia que Dios aplicó para crear todo lo que existe (biología, anatomía, física, química, etc.). No lo podemos entender plenamente, pero aceptamos que Dios lo hizo, que Él trabajo en ello. El trabajo de Dios no concluyó con la creación. La Biblia dice en Juan 5:17: “Pero Jesús les respondió: —Mi Padre hasta ahora trabaja; también yo trabajo.”. Dios sigue trabajando en el sustento de todas las cosas (Hebreos 1:3). Así que, en vez de ver el trabajo como una maldición, la Biblia nos enseña que es una bendición que debemos apreciar y valorar; y también disfrutar. Por ello, en Eclesiastés 3:13, la Biblia nos dice que: “Y también, que es un don de Dios que todo hombre coma y beba y goce del fruto de todo su duro trabajo.”. Encontramos algo similar también en Eclesiastés 5:18-19 donde dice que es bueno que el hombre se goce del producto de su trabajo. Así como Dios hizo las cosas con excelencia, Él espera que nosotros también hagamos nuestro trabajo con la mayor calidad posible. Que todo lo que hagamos lo hagamos como si fuera para Él (Colosenses 3:23). ¿Te has puesto a pensar en ello? Si lo que haces en el trabajo lo haces como para el Señor ¿cómo tratarías a tus clientes? ¿Y a tus proveedores? ¿Seguirías tratando a tus empleados como lo haces ahora? ¿Qué cuentas darías a tus superiores? ¿Cómo sería tu relación con tus compañeros? Si hay algo que mejorar no esperes más para hacerlo porque Dios te observa y sabe lo qué haces, cómo lo haces y por qué lo haces. Hay promesas de bendición para la persona trabajadora. Por ejemplo: “El que no se anima a trabajar, empobrece; el que trabaja duro, se enriquece.” (Proverbios 10:4). “¿Has visto un hombre diligente en su trabajo? En la presencia de los reyes estará. No estará en presencia de los de baja condición.”, (Proverbios 22:29). Una recomendación más: trabaja duro, pero que eso no signifique descuidar tu relación y tiempo que dedicas a Dios, a tu familia, a ti mismo y a tu prójimo. Qué Dios sea glorificado en todo lo que hacemos y se complazca en nosotros. ¡Dios les bendiga!
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  • Administrar con sabiduría
    Jun 1 2023
    Administrar con sabiduría Génesis 41:39: “A José le dijo: Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie tan inteligente y sabio como tú.”. Sabemos que Dios es el dueño de todas las cosas (Salmos 24:1) y que nosotros somos los administradores de Sus recursos materiales en la tierra (1 Corintios 4:2) y que daremos cuentas de ello (Lucas 12:41-48). También sabemos que Dios, en Su sabiduría y voluntad no nos dará más de lo que estemos preparados para administrar. Aquí podemos aplicar lo que dice la Biblia en 1 Corintios 10:13: “No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no los dejará ser tentados más de lo que ustedes pueden soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la puedan resistir.”. Puesto que el dinero es una tentación para que el hombre caiga en idolatría (sin importar si se tiene poco o mucho), Dios no nos va a dar ni más ni menos de lo que podamos soportar; o mejor dicho de lo que podamos administrar sabiamente, sin cometer pecado. Dios nos está preparando para que podamos administrar todas las cosas que Él quiere darnos. Como enseñanza, en la Biblia podemos estudiar la vida de José en Génesis 41. Podemos aprender algunos principios que José aplicó con respecto a la administración de los recursos materiales de faraón. Por ejemplo: 1. Dependencia. v17: “José respondió al faraón diciendo: —No está en mí. Dios responderá para el bienestar del faraón.”. José reconoció que todo lo que era y tenía dependía de Dios. Un principio que debemos tener siempre presente es que Dios es el dueño de TODO. Todo lo que tenemos, tangible, y lo que somos, intangible, se lo debemos completamente a Él. 2. Consejo. V25: “Entonces José respondió al faraón: —El sueño del faraón es uno solo. Dios ha mostrado al faraón lo que va a hacer:”. José no se dejó llevar por sus ideas ni sus emociones, sino que estaba atento al consejo de Dios. Eso es importante ya que Dios puede tener estrategias diferentes para cada situación. La Biblia es una excelente guía para saber qué hacer en cada circunstancia. En ella encontramos respuesta a lo que estamos buscando. 3. Obediencia. V34: “Haga esto el faraón: Ponga funcionarios a cargo del país que recauden la quinta parte del producto de la tierra de Egipto durante los siete años de abundancia”. José le expuso al faraón lo que debía hacer. A faraón le pareció bien y designó a José para esa tarea. Obedecer pronto la voluntad de Dios es la mejor manera de resolver cualquier situación. 4. Trabajo. V46: “José tenía treinta años cuando empezó a servir al faraón, rey de Egipto. Saliendo José de la presencia del faraón, recorrió toda la tierra de Egipto.”. José se puso a trabajar en lo que Dios le indicó. El administrador sabio de los recursos de Dios debe ser una persona trabajadora y diligente en sus responsabilidades. Debe servir como si lo hiciera para Dios (Efesios 6:7). La Biblia nos enseña en Proverbios 10:4 que los perezosos empobrecen, pero los trabajadores enriquecen. Debemos esforzarnos y ser trabajadores en las tareas que Dios nos ha encomendado. 5. Eficiencia. V54: “y comenzaron a llegar los siete años de hambre, tal como José había anunciado. Había hambre en todos los países, pero en toda la tierra de Egipto había qué comer”. José supo cómo administrar los recursos en abundancia y en escasez. Tenemos que hacer uso eficiente de los recursos que Dios nos ha confiado. Por un lado, no ser despilfarradores ni malgastadores, pero por el otro tampoco ser mezquinos ni egoístas. En nuestra vida podrán ocurrir tiempos de abundancia, pero también tiempos de escases. Hay que saber administrar bien lo que tenemos en los dos tiempos. Tal fue la gracia que José encontró ante faraón, que el propio rey reconoció la inteligencia y sabiduría que Dios le dio a José (Génesis 41:39). Qué el Señor nos conceda esa misma gracia para administrar con sabiduría sus bienes. ¡Dios les bendiga!
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  • Los extremos económicos
    Jun 1 2023
    Los extremos económicos Proverbios 30:8-9 (PDT): “8 Aleja de mí la mentira y la falsedad, no me des pobreza ni riqueza; dame sólo el pan de cada día. 9 Porque si tengo más de lo necesario, puedo llegar a creer que no te necesito, SEÑOR; y si soy pobre, puedo llegar a robar y desacreditar así el nombre de mi Dios.”. En la escala económica tenemos, en un extremo, a la pobreza; en el otro extremo a la riqueza. Ambos extremos en el nivel económico pueden ser peligrosos para preservar la santidad, especialmente para aquellos que no tienen una fe firme en Jesucristo como dueño y Señor de todas las cosas. Por un lado, si tenemos poco, podemos caer en el pecado del descontento, de la falta de fe y fallar en nuestra integridad al cometer delitos con tal de conseguir los recursos que necesitamos para nuestro sostenimiento. En el otro extremo, si tenemos mucho, podemos olvidarnos de Dios y caer en la tentación de sentirnos orgullosos, autosuficientes, independientes de Dios y creer que no necesitamos nada de Él por pensar que lo tenemos “todo”. Al respecto, la Palabra de Dios nos advierte de esos riesgos en Proverbios 30:8-9. Por ello el autor de Proverbios le pide a Dios que sólo le dé el pan de cada día. Para no caer en esos errores debemos tener nuestro corazón centrado total y únicamente en Cristo. Si Él es nuestro tesoro tendremos contentamiento ya sea en lo mucho o en lo poco. Por esta razón, el apóstol Pablo dice al respecto en 1 Timoteo 6:8: “Así que, teniendo el sustento y con qué cubrirnos estaremos contentos con esto.”. Si Dios, conforme a Su voluntad, nos pone en lo mucho, deberíamos gozarnos y estar agradecidos con Él dando uso honroso a la abundancia, siendo generosos con los demás y glorificando a Dios con nuestros recursos. En cambio, si Dios, decide colocarnos en lo poco, también deberíamos llenarnos de gozo y de agradecimiento porque Él es bueno y sabe lo que hace. Y confiamos que todo es para nuestro bien (Romanos 8:28). En este sentido podemos confirmar nuestra convicción en que Dios es digno de gloria y que le alabaremos igualmente sea que tengamos o no. Así lo hizo Habacuc en su libro, capítulo 3, versículos 17 y 18 cuando dice: “17 Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya fruto, aunque falle el producto del olivo y los campos no produzcan alimento, aunque se acaben las ovejas del redil y no haya vacas en los establos; 18 con todo, yo me alegraré en el SEÑOR y me gozaré en el Dios de mi salvación.” De Dios tenemos Su promesa de que no nos abandonará, y que Él estará con nosotros todos los días de nuestra vida (Mateo 28:20). Dios sabe qué necesitamos y confiamos que Él suplirá todo lo que nos haga falta (Filipenses 4:19). El pasar por el desierto (no sólo económico, sino de cualquier tipo: salud, afectivo, familiar, relaciones, trabajo, etc.) puede ser propósito de Dios, tal y como hizo con su pueblo cuando lo liberó de la esclavitud de Egipto. Dios lo hace para probar nuestro corazón si guardamos sus mandamientos o no (Deuteronomio 8:2). ¿Sabes lo que Dios dice de aquellos que los lleva por un desierto? Dice esto en Oseas 2:14: “A pesar de todo eso, le llevaré al desierto, y allí, con mucho cariño, haré que se vuelva a enamorar de mí.”. Dios nos quiere enamorar. Como ejemplo de ese amor que debemos tener por Dios, están los votos matrimoniales que se hacen al momento de la boda. Entre otros votos, los esposos se dicen el uno al otro: “Prometo amarte en la abundancia y en la escasez”. Que nuestro amor por Dios vaya más allá de lo que tenemos, sea poco o sea mucho. Lo tenemos a Él y teniéndolo a Él lo tenemos todo, tenemos a Su Hijo, tenemos a Su Espíritu y tenemos Padre que nos da vida eterna. ¡Dios les bendiga!
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  • El Evangelio de la Prosperidad
    Jun 1 2023
    El Evangelio de la Prosperidad 1 Timoteo 6:5: “y peleas sin fin entre gente que tiene la mente pervertida y no conoce la verdad, y que toma la religión por una fuente de riqueza.”. El llamado “evangelio de la prosperidad” es una teología, es decir una interpretación humana de la Biblia, que hace un uso incorrecto de la Palabra de Dios y de la fe cristiana. Esta forma de pensamiento, también se conoce como “el evangelio de la salud y la riqueza” y como “el evangelio del éxito”. Esa creencia sostiene que la bendición financiera y el bienestar físico son siempre la voluntad de Dios para todos Sus hijos, y que la fe, la confesión positiva y las ofrendas a causas religiosas aumentan la riqueza material del creyente. La teología de la prosperidad ve a la Biblia como un contrato entre Dios y los humanos: si los humanos tienen fe en Dios, Él les dará salud y prosperidad. ​Así que, esa doctrina enfatiza la importancia del poder personal, proponiendo que es la voluntad de Dios que Su pueblo sea bendecido en todas las áreas materiales de su vida. Interpretan que la expiación, es decir la reconciliación con Dios, no sólo incluye el perdón de pecados y la vida eterna, sino que también incluye el alivio de toda enfermedad y de la pobreza; que se consideran maldiciones que deben romperse por la fe. Creen que esto se logra a través de donaciones de dinero, visualizaciones y confesiones positivas. Esa teología sostiene que Dios, invariablemente, bendice a todos sus hijos con bienes materiales y salud. Esto da a entender de que, quien no es prosperado en esas áreas, significa que no cuenta con la aprobación ni con bendición de Dios. Tales personas, piensan ellos, o están en pecado, o no tienen fe suficiente, o no han “sembrado” dinero suficiente para que Dios responda favorablemente con la prosperidad. Muchas personas, por causa de su amor al dinero y el materialismo que domina su corazón, han caído en el engaño del evangelio de la prosperidad y son fieles seguidores de esa corriente de pensamiento que no es bíblica. La biblia nos enseña que la bendición y aprobación de Dios no siempre se manifiesta con riquezas o con salud. Si así fuera, significaría que todos los pobres y que todos los enfermos están condenados al infierno, cuando sabemos que la Palabra de Dios no respalda esa idea. Como ejemplo de que la aprobación de Dios que no siempre se manifiesta en riquezas o salud tenemos la propia vida de nuestro Señor Jesucristo. La Biblia dice de Él, en cuanto a lo material, que no tenía ni siquiera donde recostar Su cabeza para descansar: “Jesús le dijo: —Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.”, Mateo 8:20. En lo que se refiere a la salud, sabemos que el apóstol Pablo padecía algún tipo de dolencia o enfermedad y que le rogó al Señor tres veces para que fuera sanado, pero Dios no le concedió quitarle esa dolencia (2 Corintios 12:7-10). ¿Acaso Jesucristo y el apóstol Pablo no tenían fe suficiente en Dios? Entonces ¿por qué Cristo no fue prosperado económicamente y por qué Pablo no fue sanado? Realmente la bendición de Dios no depende de nada material. Esta forma de pensamiento –evangelio de la prosperidad –, no es nueva, aunque cada vez tiene más seguidores por el creciente amor al dinero que ha penetrado a la Iglesia de Cristo. El Apóstol Pablo denunció a quienes la practican en 1 Timoteo 6:5. En la versión TLA dice: “piensan que, por medio de la religión, pueden ganar mucho dinero.”. El evangelio de la prosperidad es una mentira de Satanás que cautiva y engaña a las personas, pero que sólo enriquece a sus líderes. No todas las congregaciones cristianas siguen esa forma de pensamiento. Si en tu congregación dan mucha importancia a cómo alcanzar la prosperidad material, y creen en la confesión positiva para hacer realidad lo que se declara; entonces, te encuentras en una iglesia que sólo te llevará a la ruina y a la perdición (1 Timoteo 6:9), y no a una vida transformada, aprobada y bendecida por Dios. ¡Dios les bendiga!
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  • Causas de pecado en las finanzas
    Jun 1 2023
    Causas de pecado en las finanzas Mateo 6:33: “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.”. Algunas de las causas por las cuales las personas podemos pecar en el área financiera, son: 1. Falta de fe. “31 “Por tanto, no se afanen diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿Qué beberemos?’ o ‘¿Con qué nos cubriremos?’. 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero el Padre de ustedes que está en los cielos sabe que tienen necesidad de todas estas cosas.”, Mateo 6:31-32. La falta de fe nos lleva a hacer lo que deberíamos dejar que Dios haga. 2. Falta de contentamiento. “Yo sé cómo vivir en pobreza o en abundancia. Conozco el secreto de estar feliz en todos los momentos y circunstancias: pasando hambre o estando satisfecho; teniendo mucho o teniendo poco.”, Filipenses 4:12 (PDT). Ocurre cuando una persona no está contenta con el nivel socioeconómico en el que Dios le ha colocado. 3. Falta de dominio propio. “Como ciudad sin defensa y sin murallas es quien no sabe dominarse.”, Proverbios 25:28 (NVI). Cuando las finanzas son gobernadas con falta de dominio propio, nos puede llevar a pecar tratando de vivir un nivel de vida que no corresponde al nivel donde Dios nos ha colocado: compras compulsivas, adquisición de bienes que no necesitamos o que no van de acuerdo con nuestros ingresos, jactancia, suntuosidad, etc. 4. Mente no renovada. “Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.”, Romanos 12:2 (RVC). Vivimos en un mundo caído por causa del pecado. Convivimos con una generación avariciosa y materialista. Esa forma de pensar también ha afectado a los cristianos. Pero, debemos recordar que hemos sido creados para la eternidad (Eclesiastés 3:11) y que Dios desea formar el carácter de Cristo en nosotros (2 Pedro 1:3-7). 5. Amor al dinero. “Porque el amor al dinero es raíz de todos los males; el cual codiciando algunos, fueron descarriados de la fe y se traspasaron a sí mismos con muchos dolores.”, 1 Timoteo 6:10. El problema no es el dinero en sí mismo, sino el amor al dinero. Es posible que una persona pobre ame el dinero sin tenerlo; pero también es posible que una persona rica con mucho dinero no lo ame. El problema no está en la cantidad de posesiones materiales que se tiene, sino en la relación del corazón con ellas. 6. Avaricia / Codicia. “Sean sus costumbres sin amor al dinero [avaricia], contentos con lo que tienen ahora porque él mismo ha dicho: Nunca te abandonaré ni jamás te desampararé.”, Hebreos 13:5. La avaricia es el deseo de tener más. No sólo más, pero lo mejor, lo nuevo. Por supuesto, hay un grado de deseo y aspiración en la vida que es correcto. Pero si no lo dominamos se convierte en avaricia y es cuando viene el desagrado. La avaricia se pone en evidencia cuando una persona está dispuesta a pecar si con ello consigue más dinero. 7. Desorden en las prioridades. “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.”, Mateo 6:33. Cuando las personas olvidan que Dios es su proveedor y se dedican a buscar afanosamente las cosas materiales, caen en pecado de desobediencia e idolatría. Personas así, sacrifican su tiempo, sus fuerzas, su salud, su familia, su comunión con Dios, aún sus principios, a cambio de dinero y bienes materiales. “Sacrificar” = Ofrecer algo a una divinidad como reconocimiento, adoración, obediencia, o por un favor. Eso, seguramente, los llevará al sufrimiento y al dolor. Si reconoces que estás cometiendo alguno de estos pecados, entonces arrepiéntete y pide ayuda a Dios para cambiar. ¡Dios les bendiga!
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  • Capacidad para generar ganancias
    Jun 1 2023
    Capacidad para generar ganancias Deuteronomio 8:18: “Al contrario, acuérdate del SEÑOR tu Dios. Él es el que te da poder para hacer riquezas, con el fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.”. Dios ha creado al ser humano con capacidades sobresalientes. Ningún otro ser vivo terrenal fue creado con el poder y el talento con que Dios ha coronado a aquel que ha hecho conforme a Su imagen y a Su semejanza: el hombre. Dios le concedió al hombre el dominio y autoridad sobre toda Su creación (Génesis 1:28). Dios le delegó al hombre la responsabilidad de administrar todo lo que Dios creó. Dios es el dueño de la creación, el hombre es el mayordomo. Entre las capacidades que El Señor le confirió al hombre, se encuentra la habilidad para generar ganancias. Es decir, la facultad para multiplicar los recursos materiales de Dios. No significa esto que todos tenemos el poder para volvernos multimillonarios, pero si la facultad para generar ingresos económicos para nuestro sustento y el de nuestra familia. Un ejemplo de ello lo encontramos en la parábola de las monedas, o talentos (Mateo 25:14-30), nos enseña que podemos multiplicar lo que Dios nos confía. Él no espera que enterremos los recursos que nos ha entregado, pero que los multipliquemos y le demos buenas cuentas de ello, que lo administremos para darle gloria a Él. Otro ejemplo lo encontramos en la descripción de lo que se ha llamado “La mujer virtuosa”. La Biblia describe las características de esta mujer en Proverbios 31:10-31. Entre otras virtudes, refiere que esa mujer no carece de ganancias, y que le va bien en el negocio, elabora telas y las vende; y por honrar a Dios y por sus hechos es alabada. Esa capacidad creativa para generar recursos ha sido otorgada por la gracia de Dios a todo ser humano. Algunos tienen mayor capacidad y habilidad que otros, algunos son mejores qué otros para los negocios y el comercio, o para los oficios o las manualidades. Pero a todos, en una u otra medida se nos ha concedido esa gracia de parte de Dios. También es por gracia de Dios que el hombre puede disfrutar sabia y agradecidamente los bienes que le ha concedido. Así lo dice la Biblia en Eclesiastés 5:19: “Asimismo, el que Dios le dé a un hombre riquezas y posesiones, permitiéndole también comer de ellas, tomar su porción y gozarse de su duro trabajo, esto es un don de Dios.”. Ahora bien, es importante resaltar que aún a los insensatos o necios, es decir los que no son hijos de Dios, se les ha dado la capacidad de generar ganancias. Como ejemplo de ello tenemos la Parábola del rico insensato en Lucas 12:13-21. Alguno otros pasajes que refieren lo mismo son: Salmos 73:12; 52:7, Proverbios 10:2; 11:28. Es decir, aún los no creyentes en Cristo pueden tener habilidades sobresalientes para hacer riquezas. De hecho, la mayoría de las personas más ricas y poderosas de este mundo no son seguidores de Cristo, sino todo lo contrario. Algunos de ellos, inclusive, se han declarado abiertamente adoradores de Satanás. Entonces, las riquezas no son sinónimo de aprobación de Dios. Así que, en cierta forma, el diablo también puede lograr que las personas sean prósperas económicamente hablando. Su objetivo es cautivar a los hombres con las riquezas y el poder para alejarlos de sentir necesidad por Dios. Por eso, Jesús dijo en Mateo 19:23 que es muy difícil que un rico entre en el Reino de los cielos. No por tener mucho dinero, sino por la alta posibilidad de que un rico ame más a su dinero que a Dios. Pero para Dios todo es posibles (v26). Por ello, uno de los riesgos que hay en la práctica de esta capacidad para generar ganancias, es el corromperse y vivir con el único fin de hacer riquezas. Ese no es el propósito por el cual Dios le ha concedido al hombre tal habilidad. Al respecto encontramos una advertencia de Dios en Deuteronomio 8:17-18: “17 No sea que digas en tu corazón: ‘Mi fuerza y el poder de mi mano me han traído esta prosperidad’. 18 Al contrario, acuérdate del SEÑOR tu Dios. Él es el que te da poder para hacer riquezas, con el fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.”. La exhortación de Dios es a que apliquemos la capacidad de generar ganancias para honrarlo y glorificarlo sólo a Él. ¡Dios les bendiga!
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