• Generosidad

  • Jun 1 2023
  • Length: 10 mins
  • Podcast
  • Summary

  • Generosidad “La persona generosa será prosperada y el que sacia a otros también será saciado.”, Proverbios 11:25. La generosidad puede ser definida como la voluntad de dar, o compartir con los demás, sin esperar nada a cambio. No sólo se debe considerar el dar o compartir en sí mismos, sino también es importante tomar en cuenta la medida de lo que se entrega y la intención con que se hace. También podemos decir que la generosidad es ofrecerle a alguien más de lo que espera o requiere, con el deseo de hacerlo sin interés, y sin buscar algún beneficio personal. En términos bíblicos, la generosidad se puede definir como la afectuosa disposición de bendecir a otros dando libremente, sin escatimar y sin esperar recompensa alguna. Una persona que es generosa tiene un corazón sensible a las necesidades de los demás y comparte por voluntad propia, por amor a Dios y al prójimo. No es una persona reactiva en lo que se refiere a ayudar, sino que es proactiva y se mantiene buscando ocasiones para ayudar. Los hijos de Dios estamos llamados a abundar en buenas obras por los demás y a estar deseosos de hacerlas. Y, aunque las buenas obras no salvan, ni son méritos ante Dios, estas acciones pueden ser un medio para evangelizar. Puede ser que el prójimo, al ver estas buenas obras, glorifiquen a Dios por medio de ellas (Mateo 5:16). La generosidad no está sujeta a la posición económica que tenga una persona en la sociedad. Tanto el que tiene mucho como el que tiene poco pueden ser generosos en proporción a los bienes que poseen. Además, se puede aportar más que sólo dinero, por ejemplo: tiempo, voluntariado, labor social, servicios comunitarios, etc. En cuanto a la generosidad relacionada con las posesiones y bienes materiales, en la Biblia vemos que el apóstol Pablo no ordena a los ricos a vender todo lo que tienen, sino que los exhorta a ser generosos, que sean ricos en buenas obras y que estén dispuestos a compartir. Así lo dice en 1 Timoteo 6:17-18. Por otra parte, el señor Jesucristo, cuando un joven rico le preguntó qué necesitaba para ser salvo, le dijo: “vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo 19:21). ¿Acaso hay alguna contradicción entre Pablo y Jesús? ¿Por qué Pablo no ordenó a los ricos vender lo que tenían, pero Jesús sí? La diferencia es la relación que tenían con el dinero a quienes se dirigieron Pablo y Jesucristo. Pablo se está dirigiendo a los ricos que no tienen su corazón en las riquezas; en cambio, Jesús se dirigió a un rico que sí tenía su corazón en sus posesiones –la prueba está en que el joven no quiso deshacerse de ellas y se fue triste, rico en bienes, pero sin salvación –. Si una persona ha hecho del dinero su ídolo, Dios le pedirá que renuncie a ello, si acaso quiere salvar su vida. Por ello, podemos concluir que las riquezas en sí mismas no son pecaminosas, ni que los ricos son pecadores sólo por ser ricos. También se puede afirmar que el pecado consiste en tener una relación perversa con los bienes materiales. La Biblia tiene promesas de Dios para los generosos, por ejemplo: “La persona generosa será prosperada y el que sacia a otros también será saciado.”, Proverbios 11:25. “Dios da la semilla que se siembra y el pan que nos alimenta, así que también les dará a ustedes todo lo necesario, y hará que tengan cada vez más, para que puedan ayudar a otros.”, 2 Corintios 9:10 (TLA). “Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes”, Lucas 6:38 (DHH). Pero, la mayor bendición de ser generosos es parecernos más a Dios quien es generoso sin medida (Juan 3:16). ¡Dios les bendiga!
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