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Jorge Mendiola es un interventor que llega a Olivares, a revisar la contabilidad del ayuntamiento, ya que algo huele muy mal. El olor se debe a que paga muy poco, y eso preocupa a Hacienda. Mendiola no es lo que se puede llamar honesto, y eso lo demostrará en su función. Además, varias mujeres se encargarán en hacerle la vida imposible.

En esta novela hay dos concursos. Uno… extraño, onírico, y quizá gracioso, en el que participa Ricardo. Y el otro, el letal, un reto, que es la base de la novela.

Se producen una serie de explosiones, en diversos lugares, ocasionando muertes. Fallece el perpetrador, así como su objetivo, y algunos otros. Se entiende la razón de matar, pero no que lo haga alguien decente, que jamás tuvo un ataque de ira, o una simple pelea. Pero, obviamente, hay razones para ello.

Jenny le pide a Ricardo un gran favor. Quiere que investigue el asesinato de un sacerdote, en un pueblo remoto. Cerca de esta localidad se halla el convento al que pertenece su tía, la monja. La religiosa apreciaba mucho al presbítero, y, cuando la policía no hizo nada, pensó que se necesitaba alguien que le pusiese dedicación al caso. Se lo pidió a la sobrina, pero la agencia federal no quiso encargarse de ese asunto. ¿Quién podía ser?

A Ricardo lo contrata el dueño de un circo, para que atrape a alguien que está saboteando su negocio. Él supone que se trata de un hombre que quiere comprarlo, sin estar a la venta. Han ocurrido incidentes nada normales, uno casi mortal, que hacen sospechar que fueron atentados.

Ricardo se dedica a resolver un caso de extorsión de un grupo de hampones, dedicados a las apuestas. Pueden ser a las carreras de caballos, de perros y hasta de ranas, cangrejos o caracoles. Se trata de que elijas un competidor, y a ver qué pasa. Ellos te prestan, si no tienes dinero en ese momento, y luego… o pagas o mueres. Los intereses superan al capital prestado en menos de dos semanas. La policía, como es habitual, vive en la inopia, o la corrupción, poniendo multas de tránsito; pero a autos parados, para evitar la fatiga.

En un programa televisivo, del tipo de gente que se cita con otra gente, sucede un homicidio. La policía investiga, pero el canal contrata a Ricardo. Hay muchos sospechosos, y carencia de pistas. Por ello, el detective debe usar su olfato. La asesinada es el premio de esa especie de concurso, así que necesita comenzar por ella.

Hay una página, en internet, que anuncia violadores profesionales. Parece broma, pero es una rotunda verdad. La policía no puede dar de baja la página, porque no tiene acceso, y la clave necesaria. La página puede radicar en un lugar de Asia o África, en donde no tiene jurisdicción la policía de San Pedro.

Unas sosias (mujeres casi idénticas a otras) seducen a hombre de dinero, y luego los chantajean. Un senador contrata a Ricardo para que dé con una de ellas, o su socio, a fin de que ya no le sigan chantajeando. Cuando Arrate investiga, descubre que no se trata de casos aislados, sino de un verdadero negocio.

Se cometen varios secuestros en San Pedro. En un principio, solamente hay algunas denuncias, en Personas Desaparecidas. Extrañamente, nadie pide rescate. Incluso intentan secuestrar a una indigente. No se entiende lo que sucede, a no ser que sea venta de órganos. No es eso, pero…

Llega a manos de Arrate una libreta, que hace de diario, o de block de notas. En él se habla de homicidios, aunque de forma enigmática, casi acertijos. Pero perteneció a un asesinado. La policía no resolvió el delito, que sucedió hacía cerca de un año. La libreta se descubrió tiempo después, y, por ello, se actualizó el caso.

El título sugiere a que los poderosos van a otro infierno, uno con fuego de mentira. En San Pedro se desata una epidemia de paros cardiacos. Gente importante muere inexplicablemente, en sitios insólitos. Las autopsias dan, como causa de la muerte, un ataque al corazón. Pero, como es sabido, Arrate no cree en casualidades ni coincidencias.

Un detective privado, le presenta un caso a Arrate. Han matado a su hermano, también detective. Aunque se trataba de la competencia, Ricardo era amigo del muerto. Lo mataron, al estar vigilando a un tipo.El hermano debería encargarse, pero tiene un problema: es cojo, porque le dieron un balazo. Entre ambos llevaban la agencia: él hacía las entrevistas, y su hermano: la labor de campo. Pide ayuda a Ricardo, porque lo conoce bien, y sabe que él le dedicará tiempo y esfuerzo.

Como siempre, el loco detective Ricardo Arrate, se envuelve en un caso extraño. Sin dudarlo, ni medir consecuencias, él entra en acción, y golpea a quien se le ponga en su camino, hasta solucionar lo que tenga entre manos. No faltan las situaciones sexuales, ya que él las crea si es que no le salen al paso. Aquí se le presenta un caso de asesinato bastante extraño, además de que, para resolverlo, debe incursionar en un ambiente nada usual para él. Pero no se arredra por nada, y se convierte en Averniman, el rey del ultra-averno.

Ricardo colabora, con la policía, en un caso extraño, una mujer que aparece en un arroyo, habiendo sido enterrada en el sepulcro familiar.

Un escritor busca temas para escribir una novela que lo haga famoso. Y lo encuentra. Más bien, lo fabrica matando gente, y escribiendo a los periódicos. Ricardo investiga, aunque no es su caso. Le llama la atención, y encuentra tiempo, entre otras cosas. Además, tiene otro trabajo: resolver un secuestro. Y, como siempre, sus típicas locuras.

Ricardo Arrate tiene un caso en un club al que acuden viudas. Han asesinado a dos de ellas, en sendos fines de semana. Salieron solas; y las encontraron en callejones oscuros, acuchilladas. Les robaron. Pero es mucha casualidad, que les sucediese lo mismo a ambas. Como Arrate estuvo, en una ocasión, y conoció a la presidenta, ella va a buscarlo, para contratarlo. Las socias han hecho una colecta. Están muertas de miedo. Ricardo les dice que les hará una rebaja, en los honorarios, porque le interesa el caso.

Arrate fue herido, y llevado a un hospital. Según el doctor, deberá permanecer una semana en cama. Eso, para él, es como una condena de diez años en prisión.Y ya que no tiene nada que hacer, comienza a recordar casos.

En esta ocasión, a Arrate le encargan investigar un caso de asesinato. Se trata de un profesor de la Universidad Nacional de San Pedro. Mientras indaga, muere otra persona, en el mismo sitio, aunque de forma diferente. Poco a poco, Ricardo va tirando del hilo, para llegar a la madeja.

Así llama Ricardo a un policía inglés que llega al país, buscando a un tipo que asesinó a alguien en Londres. La policía no le ayudará, porque no hay una petición oficial y tampoco orden de extradición. Pero lo tanto, el inglés recurre a Ricardo.