Homilías de cuatro minutos Podcast Por Joseph Pich arte de portada

Homilías de cuatro minutos

Homilías de cuatro minutos

De: Joseph Pich
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Homilías cortas del domingo© 2025 Homilías de cuatro minutos Cristianismo Espiritualidad Ministerio y Evangelismo
Episodios
  • Cristo Rey
    Nov 18 2025

    El buen ladrón

    Tres cruces, dos ladrones y tres diferentes expresiones de sufrimiento. Jesús quiso ser crucificado con pecadores, participando su trono de gloria con ellos. Muchos santos hubieran querido estar allí, cambiando su lugar por ellos, con santa envidia. San Agustín dice que, de las tres cruces, una salva, otra recibe salvación y la otra la rechaza. Todos estamos representados en estos dos criminales. Deberíamos estar allí, pero todavía estamos huyendo de la cruz. Estos dos ladrones personifican dos actitudes en frente de la cruz, dos caminos que resumen nuestras vidas: a favor o en contra de Dios, con Él o contra Él. Tres sufrimientos, uno redentor, otro purificador, y un tercero inútil. ¿Cuál es el mío? Podemos acompañar a Jesús en su camino redentor.

    ¿Qué es lo que vio el buen ladrón para creer? No es fácil responder a esta pregunta. Los dos ladrones fueron crucificados al lado de Jesús, sufriendo la misma pena por sus crímenes. Uno, que llamamos Gestas, frustrado por su dolor, le reprochaba a Jesús que los salvara de ese suplicio. Dimas en cambio, le amonestaba diciendo que ellos estaban allí justamente, para pagar por sus pecados. Y le hizo a Jesús la mejor petición que podemos hacerle en nuestra vida: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.” Deberíamos repetirlo muchas veces, especialmente cuando nos topamos con el sufrimiento.

    Había más gente en el Calvario, pero sólo Dimas hizo esa petición. Quizá porque vio las cosas desde la cruz, desde arriba; o quizás porque sufrió lo mismo que Jesús. Cuando sufrimos vemos las cosas con ojos diferentes. Vio a un hombre sufriendo en silencio, no solo aceptando el dolor, sino recibiéndolo con los brazos abiertos, amándolo hasta sus últimas consecuencias. El centurión romano, también presente, solo creyó después de que Jesús murió, cuando se oscureció el cielo y tembló la tierra.

    “Hoy estarás conmigo en el paraíso.” ¿Qué sintió Dimas ante estas palabras? “Hoy”, no mañana, después de unos minutos de sufrimiento, con una razón para tu dolor, como una operación que cura, con un final feliz. “Conmigo”, yendo juntos, cruzando el umbral de la esperanza, mano en mano, iluminando tu camino. “En el paraíso”, en ese lugar que todos deseamos, para el cual hemos sido creados, donde nos esperan nuestros seres queridos.

    El buen ladrón nos llena de esperanza. Nos es muy fácil vernos en él, calzarnos sus zapatos. Podemos pasar de ser el mal ladrón al bueno en un santiamén, y al mismo tiempo robar el cielo. Pero no hace falta esperar para el último momento de nuestra vida para hacerlo. Podemos comenzar a repetir su petición ahora, desde la cruz de nuestro sufrimiento.

    josephpich@gmail.com

    Más Menos
    4 m
  • 33 Domingo C Discurso escatológico
    Nov 12 2025

    Discurso escatológico

    Cuando llegamos al mes de noviembre, al final del año litúrgico, tenemos estos evangelios acerca del final de los tiempos, de un futuro distante. Son siempre un poco temibles y no sabemos qué hacer con ellos. Los queremos leer deprisa, para pasar enseguida al Adviento, y así poder ver más cercana la Navidad. ¿Por qué la Iglesia quiere que meditemos acerca de ellos, cuando no sabemos cuándo ocurrirán, y lo más probable es que no sucederán nunca durante nuestra vida? Nos hablan de nuestro futuro y nos enseñan lecciones que podemos aprender en nuestras propias vidas.

    Es muy normal querer predecir el futuro, y así planear las cosas mejor. Nos gustaría tener más control de nuestras vidas, para estar preparados por lo que pueda venir. Dios nos revela de alguna manera u otra, lo que tenemos que saber en cada momento. La curiosidad mató al gato. Estamos en las manos de Dios y Él sabe lo que necesitamos. Deberíamos abandonar las cosas en Él y dejar que sea el jefe. Nosotros solo somos niños pequeños.

    Hay tres acontecimientos futuros anunciados en este evangelio: la destrucción de Jerusalén, el final de los tiempos y la segunda venida de Cristo. El primero ocurrió en el año 70, cuando los Romanos cercaron la ciudad santa y destruyeron su templo, para calmar la rebelión judía. Todavía hoy se puede contemplar la explanada, donde los musulmanes levantaron una mezquita. Los judíos solo tienen el muro de las lamentaciones, donde lloran esperando que se reconstruya el templo en un futuro no muy lejano. Una vez que Jesús vino, Dios ya no necesita un lugar para habitar, pues está siempre con todos nosotros. No deberíamos preocuparnos de las cosas materiales, pues todo, antes o después, desaparecerá. Deberíamos ocuparnos más de nuestra alma, templo del Espíritu Santo.

    Mucha gente ha profetizado el final de los tiempos, y estamos todavía por aquí vivitos y coleando. No debería preocuparnos. Algunos de los primeros cristianos dejaron de trabajar pues pensaban que el final estaba al caer. Esto nos recuerda que todo lo que hacemos tendrá un final. A todos nos gustaría dejar algo detrás que siga para siempre, pero la historia nos enseña que es imposible. Todo al final se destruye. Lo que perdura para siempre es lo que está en la otra vida, cuando habrá un nuevo cielo y una nueva tierra. Eso nos ayuda a fijar nuestros ojos en el velo que separa el tiempo de la eternidad.

    La segunda venida de Cristo resulta menos temible. Después de unos signos majestuosos, Jesús aparecerá de vuelta entre las nubes del cielo. Nos alegrará verlo retornar para juzgar a los vivos y a los muertos. Esto nos recuerda nuestro futuro encuentro con Jesús, cuando se haya terminado nuestra existencia terrena. Deberíamos estar listos, y una señal de que no lo estamos, es que todavía estamos aquí. Le pedimos a nuestra Madre Santa María, que nos acompañe en ese momento, pues así lo pedimos cada vez que recemos el Ave María: ruega por nosotros pecadores, ahora, y en la hora de nuestra muerte, amen.

    josephpich@gmail.com

    Más Menos
    4 m
  • 32 Domingo C La resurrección de los muertos
    Nov 7 2025

    La resurrección de los muertos

    Hoy en el evangelio los Saduceos intentan cazar a Jesús con un argumento tonto, contra la resurrección de los muertos. Gracias a ellos vemos a Jesús defendiendo esta verdad. A veces Jesús hace lo mismo con nosotros: nos da una lección a través de nuestra soberbia o egoísmo. Aunque cuesta un poco difícil de creer, los cristianos creemos que al final de los tiempos nos reuniremos con nuestros cuerpos. No sabemos muy bien cómo será, pero será nuestro cuerpo actual, glorioso o condenado. Es una manifestación de la importancia de nuestros cuerpos: nos hacen ser lo que somos. No son solo una caja o una cárcel donde nuestras almas están encerradas. Han sido creados por Dios para estar siempre unidos con nuestras almas en la eternidad. Esta realidad tiene tres consecuencias importantes.

    Primero: nuestros cuerpos son muy buenos. Ama a tu cuerpo, cuídalo, dale gracias a Dios por el cuerpo que te ha dado. Hay mucha gente hoy en día que odia a su cuerpo y lo quiere cambiar. Viene de una visión equivocada que intenta separar el alma del cuerpo, con dos extremos: uno que dice que lo material es malo y que lo importante es lo espiritual; otra que dice que yo soy solo mi cuerpo y que puedo hacer con él lo que quiera. Lo que hacemos con nuestros cuerpos afectan nuestras almas y al revés. No se pueden separar. Si tomas drogas te adicionas a ellas. Si intentas cambiar de sexo lo complicas todo. Si haces el amor con cualquiera tu corazón se divide. Si dejas que la gula te venza, engordas. No se puede separar el alma del cuerpo: solo la muerte lo consigue. El alma existe informando todo nuestro cuerpo.

    Segundo: nuestro cuerpo tiene una dignidad inmensa. San Pablo nos recuerda que somos templos del Espíritu Santo. Jesús tomó un cuerpo humano. Así debemos tratar nuestro cuerpo con respeto, lo cuidamos, lo honoramos, lo celebramos y lo enterramos. Durante los funerales lo rociamos con agua bendita y lo incensamos. Guardamos las cenizas en un lugar digno para rezar por nuestros familiares y amigos. Los ateos lanzan las cenizas al mar, para que se las coman los peces. Para ellos todo se ha acabado; para nosotros es un tiempo de espera. Veneramos las reliquias de los santos pues nos recuerdan de su presencia.

    Tercero: somos nuestro cuerpo. Sin él no somos nada. Nuestro cuerpo nos hace ser lo que somos, hombres o mujeres. Nuestra identidad sexual no depende de cómo sintamos. De alguna manera nuestra alma tiene un sexo masculino o femenino. Nuestro cuerpo nos identifica, ocupando un lugar en el espacio y nos ayuda a relacionarnos con los demás. Contemplamos la realidad desde dentro de nuestro cuerpo. No podemos abandonarlo; tenemos que llevarlo a cuestas con nosotros, como las tortugas. Por mucho que lo intentemos, no podremos conseguir bajar nuestra alma espiritual en un disco duro.

    La gente hoy en día niega estas realidades, fundamentalmente para justificar sus vicios o pasiones. La teoría del género destruye la antropología cristiana. En el siglo veinte asistimos a la lucha entre el bien común y la propiedad privada. Ahora es entre el sexo y el género. Como dice Cristopher West, tú eres insustituible, indispensable, irrepetible: se lo que eres. Ante Dios somos únicos.

    josephpich@gmail.com

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