Escuchemos a los santos Podcast Por Francisco Acedo Fernández arte de portada

Escuchemos a los santos

Escuchemos a los santos

De: Francisco Acedo Fernández
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Sumérgete en una experiencia espiritual única con esta colección de audios originales que entrelazan la sabiduría eterna de los santos cristianos con música envolvente. Cada episodio presenta extractos cuidadosamente seleccionados de textos, oraciones y pensamientos de grandes santos —como San Agustín, Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, entre otros— que han iluminado el camino de innumerables almas a lo largo de los siglos. Acompañados por melodías serenas y atmósferas contemplativas, estos mensajes buscan tocar el corazón, elevar el espíritu y renovar la fe.Francisco Acedo Fernández Espiritualidad
Episodios
  • De donde nace la calma en los verdaderos servidores de Dios (de las obras de San Claudio de la Colombiere)
    Oct 3 2025

    -DE DONDE NACE LA CALMA EN LOS VERDADEROS ADORADORES DE DIOS-

    De las obras de San Claudio de la Colombiere

    "Así entendemos que un cristiano que se ha unido a Dios se ha liberado de todas las ilusiones del mundo por las luces que ha recibido, reconociendo que todo es vanidad y que nada puede llenar su corazón aparte de Dios, y entendiendo que lo que ha deseado con sus mayores ansias se convirtióen fuente de los pesares más mortales; que apenas puede distinguir lo que nos es útil de lo que nos es nocivo, porque el bien y el mal están mezclados casi por todas partes, que sus deseos no hacen más que atormentarle, que los cuidados que toma para triunfar en la vida le consumen y algunas veces le perjudican, en lugar de hacerle avanzar; y que al fin y al cabo, es una necesidad el que cumpla la voluntad de Dios, porque entiende que no se hace nada fuera de su mandato y no ordenará nada a nuestro respecto que al final nonos sea ventajoso.

    Después de percibir todo esto, supongo también que el que se arroja a los brazos de Dios como un ciego se entrega a Él, por decirlo así, sin condiciones ni reservas, resuelto enteramente a fiarse a Él en todo y no desear nada, no temer nada, en una palabra, no querer nada más que lo que Él quiera, y de aceptar igualmente todo lo que Él quiera. Afirmo que desde este momento esta dichosa criatura adquiere una libertad perfecta, que no puede ser contrariada ni obligada, y que no habrá ninguna autoridad sobre la tierra ni ninguna potencia que sea capaz de hacerle violencia o de darle un momento de inquietud.

    Pero ¿no es una quimera que a un hombre no le inquietentanto los males como los bienes? No, no es ninguna quimera; conozco personas que están tan contentas en la enfermedad como en la salud, en la riqueza como en la indigencia; incluso conozco quienes prefieren la indigencia y la enfermedad a las riquezas y a la salud.

    Además, no hay nada más cierto que lo que os voy a decir: Cuanto más nos sometamos a la voluntad de Dios, más condescendencia tiene Dios con nuestra voluntad. Parece que desde que uno se compromete únicamente a obedecerle, Él sólo cuida de satisfacernos. No sólo escucha nuestras oraciones, sino que se adelanta a ellas, y sofoca en lo más hondo del corazón estos mismos deseos que tanto dolor nos causan, superándolos a todos.

    En fin, el gozo del que tiene su voluntad sumisa a la voluntad de Dios es un gozo constante, inalterable, eterno. Ningún temor turba su felicidad, porque ningún accidente puede destruirla. Me lo represento como un hombre sentado sobre una roca en medio del océano; ve venir hacia él las olas más furiosas sin espantarse, le agrada verlas y contarlas a medida que llegan a romperse a sus pies; que el mar esté calmo o agitado, que el viento impulse las olas de un lado o del otro, sigue inalterable porque el lugar donde se encuentra es firme e inquebrantable.

    De ahí nace esa paz, esta calma, ese rostro siempre sereno, ese humor siempre igual que advertimos en los verdaderos servidores de Dios."


    #sanclaudio #dedondenacelacalma #escuchemosalossantos #dondenacelacalma



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  • Nuestra ofrenda espiritual (Del Tratado de Tertuliano, sobre la oración)
    Sep 19 2025

    NUESTRA OFRENDA ESPIRITUAL

    Del Tratado de Tertuliano, sobre la oración

    La oración es una ofrenda espiritual que ha eliminado los antiguos sacrificios ¿Qué me importa -dice- el número de vuestros sacrificios? Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de becerros; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos?

    El Evangelio nos enseña qué es lo que pide el Señor: Llega la hora -dice- en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque Dios es espíritu y, por esto, tales son los adoradores que busca. Nosotros somos los verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes, ya que, orando en espíritu, ofrecemos el sacrificio espiritual de la oración, la ofrenda adecuada y agradable a Dios, la que él pedía, la que él preveía.

    Esta ofrenda, ofrecida de corazón, alimentada con la fe, cuidada con la verdad, íntegra por la inocencia, limpia por la castidad, coronada con el amor, es la que debemos llevar al altar de Dios, con el acompañamiento solemne de las buenas obras, en medio de salmos e himnos, seguros de que con ella alcanzaremos de Dios cualquier cosa que le pidamos.

    ¿Qué podrá negar Dios, en efecto, a una oración que procede del espíritu y de la verdad, si es él quien la exige? ¿Qué eficacia no tendrá la oración cristiana?

    Ciertamente, esta oración no impide milagrosamente el sufrimiento físico, sino que, sin evitarles el dolor a los que sufren, los fortalece con la resignación, con su fuerza les aumenta la gracia para que vean, con los ojos de la fe, el premio reservado a los que sufren por el nombre de Dios.

    En el pasado la oración, retirando la fuerza del Espíritu, hacía venir calamidades, aniquilaba los ejércitos enemigos, impedía la lluvia necesaria. Ahora, por el contrario, la oración del justo acerca a Dios apartando su ira, vela en favor de los enemigos, suplica por los perseguidores. ¿Qué tiene de extraño que el Espíritu haga caer el agua que viene del cielo, si pudo impetrar con su ausencia que de allí bajara fuego? La oración es lo único que nos une a Dios; pero Cristo no quiso que sirviera para operar mal alguno, sino que por el Espíritu toda su eficacia había de servir para el bien.

    Por esto, su finalidad es servir de sufragio a las almas de los difuntos, robustecer a los débiles, curar a los enfermos, liberar a los posesos, abrir las puertas de las cárceles, deshacer las ataduras de los inocentes. La oración sirve también para perdonar los pecados, para apartar las tentaciones, para hacer que cesen las persecuciones, para consolar a los abatidos, para deleitar a los magnánimos, para guiar a los peregrinos, para mitigar las tempestades, para impedir su actuación a los ladrones, para alimentar a los pobres, para llevar por buen camino a los ricos, para levantar a los caídos, para sostener a los que van a caer, para hacer que resistan los que están en pie.

    Oran los mismos ángeles, ora toda la creación, oran los animales domésticos y los salvajes, y doblan las rodillas y, cuando salen de sus establos o guaridas, levantan la vista hacia el cielo y con la boca, a su manera, hacen vibrar el aire. También las aves, cuando despiertan, alzan el vuelo hacia el cielo y extienden las alas, en lugar de las manos, en forma de cruz y dicen algo que asemeja una oración.

    ¿Qué más podemos añadir acerca de la oración? El mismo Señor en persona oró; a él sea el honor y el poder por los siglos de los siglos.

    Music by Sounova Music from Pixabay

    #tertuliano #nuestraofrendaespiritual #escuchemosalossantos



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  • Dios es la vida del alma (De los Escritos de Santo Tomás de Aquino)
    Sep 5 2025

    DIOS ES LA VIDA DEL ALMA

    De los escritos de Santo Tomás de Aquino.

    "Dice San Agustín, "Así como el alma es la vida del cuerpo, así Dios es la vida del alma". Y esto es algo manifiesto. En efecto, decimos que el cuerpo vive por el alma cuando tiene las operaciones propias de la vida, y cuando obra y se mueve; pero si el alma se retira, el cuerpo ni obra ni se mueve. Así también, el alma obra virtuosa y perfectamente cuando obra por la caridad, por la cual habita Dios en ella; y sin la caridad no obra: I Juan 3, 14: "Quien no ama permanece en la muerte".

    Porque debemos considerar que si alguien posee todos los dones del Espíritu Santo sin la caridad, realmente carece de Espíritu Santo y de vida. En efecto, ya sea el don de lenguas, ya sea el don de la fe, ya sea cualquiera otro, sin la caridad no dan la vida. Aunque un cuerpo muerto se vista de oro y piedras preciosas, muerto permanece. Pues esto es lo primero (la vida) que la caridad produce.

    Además opera la caridad la observancia de los divinos mandatos. Dice San Gregorio: "Nunca está inactivo el amor de Dios: si existe, grandes cosas opera; pero si se niega a obrar, no es amor". Por lo cual es signo evidente de la caridad la prontitud en cumplir los preceptos divinos. Vemos, en efecto, que el amante realiza cosas grandes y difíciles por el amado. Juan 14, 23: "El que me ama guardará mi palabra".

    La caridad opera de forma tan eficaz y efectiva que es un socorro contra todas las adversidades. En efecto, a quienes poseen la caridad no los daña ninguna adversidad, sino que ésta se les transforma en algo saludable: Rom. 8, 28: "Todas las cosas concurren para el bien de los que aman a Dios".

    Por tanto, si nada puede dañar a los que por la presencia del Espíritu en sus vidas viven la caridad, se puede concluir que la caridad nos conduce a la dicha. Únicamente a los que posean la caridad se nos promete la eterna bienaventuranza. Porque sin la caridad todo es insuficiente. ¿Qué mayor felicidad, en efecto, si alguien ofende a otro, y luego amándolo íntimamente, en virtud de este amor perdona al que le ofende la ofensa? De la misma manera, Dios perdona los pecados a los que lo aman. I Pedro IV, 8: "La caridad cubre una muchedumbre de los pecados".

    Y así, una vez perdonados los pecados, la caridad causa la iluminación del corazón. Como dice Job 37, 19—: "todos estamos envueltos en tinieblas". En efecto, con frecuencia ignoramos qué debemos hacer o desear. Pero la caridad enseña todo lo que es necesario para la salvación. Por lo cual dice San Juan, 2, 27: "Su unción os lo enseña todo". En efecto, donde hay caridad, allí está el Espíritu Santo, que lo conoce todo y nos conduce por el camino recto, esto es, conociendo lo necesario para la salvación. "

    SANTO TOMÁS DE AQUINO- Los mandamientos


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