Episodios

  • Al margen de la legalidad
    May 8 2025
    En la actualidad, un gran número de acontecimientos saturan la cotidianidad de la sociedad salvadoreña, los cuales son amplificados y enturbiados por las redes sociales. La variedad es amplia: desde la llegada vía deportación de supuestos criminales venezolanos desde Estados Unidos, decomisos de miles de sacos de cocaína, cierres de carreteras que vuelven una pesadilla la movilización hacia y desde la capital, revelaciones periodísticas sobre procesos de corrupción. Ante ello, la comunicación gubernamental ha buscado distintas estrategias. La propuesta de canje de presos con Venezuela, el aumento del salario mínimo, la captura de empresarios del transporte, el anuncio del pago de mil millones de dólares que el Estado adeuda a distintos proveedores... Cada día, una novedad; cada día, una nueva respuesta. Y la discusión pública termina presa de la dictadura de las redes sociales. En medio de ese ruido, es posible documentar la profundización de las medidas antidemocráticas impulsada por el oficialismo. El informe del Observatorio de Derechos Humanos de la UCA muestra que en 2024 el derecho a la libertad fue el más vulnerado. En este sentido, los datos generados por el Observatorio no son un buen presagio para el futuro de país, su población y su gobernanza. Se vive en la cultura de la ilegalidad, del incumplimientos de las normas. Peor aún, las normas son creadas a medida para cumplir con los deseos e intereses del régimen. Y si no hay tiempo para ese tipo de formalismos, simplemente se ignora el proceso de formulación de ley y se actúa según voluntad. La arbitrariedad y la represión en El Salvador van en aumento. El Gobierno debe explicar la negociación con pandilleros a cambio de votos. Es fundamental saber qué está de fondo en el trato con Estados Unidos que avala que migrantes sin proceso judicial en el país terminen en cárceles salvadoreñas. Cómo es que el Gobierno decreta la gratuidad del transporte a través de las redes sociales sin ninguna fundamentación legal. Además, ha capturado a empresarios del transporte sin seguir el debido proceso y apelando a un estado de excepción que ya no se justifica. A la base de estas irregularidades está la dictadura de las redes sociales y el abuso del poder. La sociedad salvadoreña está inmersa en una dinámica totalmente anómala, en la que se gobierna por capricho, los controles no funcionan, las instituciones responden a las órdenes de una persona y su círculo, y la única legitimidad en el ejercicio del poder es la popularidad. Un mejor país no se construirá inventando enemigos ni metiendo a las personas a las cárceles sin ningún fundamento. El futuro no será mejor allanando viviendas, intimidando organizaciones o estigmatizando periodistas, activistas sociales y disidentes. Es necesario soñar y defender una sociedad en la que se respeten las normas, se busque el diálogo y se garanticen los derechos humanos para toda la población.
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  • Ilusión de democracia
    May 1 2025
    En el pasado, la mayoría de dictadores asumían sin disimulo su posición de poder absoluto, sin preocuparse por la legitimación democrática. Actualmente, la mayoría de gobiernos y líderes autoritarios se preocupa por mantener una fachada democrática; por ejemplo, celebrando elecciones amañadas y manteniendo una aparente división de poderes. En estas “democracias”, los funcionarios no sirven a los ciudadanos, sino que están para obedecer las órdenes del autócrata. De acuerdo al informe 2023 del Instituto V-Dem (Variedades de Democracia) de Suecia, 72% de la población mundial vive en regímenes autoritarios (en 2013, solo era el 46%). Según el estudio, El Salvador es uno de los países que aumentó su tendencia al autoritarismo. Aristóteles dice, en su libro La política, que un tirano es alguien que se rodea de aduladores y que no respeta la ley ni la justicia, por lo que se convierte en un opresor. La mayoría de estudiosos coinciden en que los dictadores usan el miedo como herramienta de control social. Por algo Nicolás Maquiavelo decía que para mantenerse en el poder más vale ser temido que amado. Según el filósofo italiano, el miedo que se infunde en los gobernados se basa en el castigo que el gobernante pueda imponer. Así, las dictaduras amenazan, persiguen, encarcelan, exilian, difaman, matan. En el caso salvadoreño, el aparato de propaganda gubernamental afirma que el país es democrático y el más seguro del continente. Pero guarda silencio sobre la violación a los derechos humanos y la demolición de la poca institucionalidad democrática. No se dice que se ha cambiado, a conveniencia del oficialismo, las reglas de los procesos electorales ni que se ha puesto de rodillas al Tribunal Supremo Electoral. Se pasa por alto la total falta de transparencia en el uso de los recursos públicos, la ausencia de diálogo y la nula participación ciudadana en la toma de decisiones estratégicas. El régimen de excepción se ha normalizado y ha pasado a ser la principal herramienta de miedo. No en balde las encuestas muestran que gran parte de la gente prefiere no expresar su opinión sobre el quehacer gubernamental. La reciente denuncia de Cristosal y de otras organizaciones sobre policías uniformados que se hacen presentes a actividades de derechos humanos para tomar fotografías a las instalaciones, a los vehículos y a las personas representa un peldaño más en la persecución y acoso a personas e instituciones que denuncian la verdad sobre el régimen y defienden a sus víctimas. Este tipo de acciones no buscan otra cosa que infundir temor no solo a las instancias que las han sufrido directamente, sino a todo aquel que ejerce el pensamiento crítico. Una muestra más de que el régimen político del país es solo una ilusión de democracia.
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  • Trabajo y dignidad
    May 7 2025
    Se suele decir que todos los trabajos son dignos. Sin embargo, muchos sectores y dinámicas de la sociedad niegan dicha dignidad. La explotación, los bajos salarios, la profunda desigualdad en el reconocimiento de los mismos son realidades innegables. Algunas actividades laborales se consideran inferiores o menos dignas; otras, en cambio, son mejor valoradas y se les asigna una recompensa económica muy superior. Aunque toda labor responde a una necesidad social y, por tanto, está dotada de la misma dignidad, la consideración social, la valoración económica e incluso el trato con el trabajador dependen de factores allende la dignidad. Generalmente, los salarios son el resultado de un cálculo de costos y beneficios. Cálculos, con frecuencia, ligados al afán de lucro o a las conveniencias políticas cuando quien contrata es el Estado. En El Salvador se excluye de las redes básicas de protección social a los campesinos, a las trabajadoras del hogar y a un gran número de pequeños empresarios y comerciantes del sector informal. Salarios de más de 20 veces el salario mínimo son frecuentes en las empresas grandes y se justifican desde la supuesta productividad económica del cargo que se ostenta. Si todos los trabajos son necesarios para la producción de riqueza, las diferencias no deberían ser tan enormes. Y si lo son, el Estado está moralmente obligado a reducirlas a través del impuesto sobre la renta. En la actualidad, fiel a la tradición discriminatoria del valor del trabajo, el Gobierno de Bukele está proponiendo un aumento del 12% al salario mínimo, luego de 4 años de mantenerlo sin cambios a pesar del encarecimiento de la canasta básica alimentaria. Dado que existen diversos salarios mínimos y que los trabajadores del campo son discriminados y tienen un salario menor, un 12% de aumento a todos los salarios mínimos ampliará la brecha entre el campo y la ciudad. En la práctica, el salario mínimo urbano tendrá un aumento que duplica al del mínimo rural. El 1 de mayo los trabajadores protestaron porque, a su juicio, el 12% no cubre el alto costo de la vida. Y tienen razón. Los despidos masivos en el Estado y los desalojos de vendedores informales han contribuido al empobrecimiento de muchos. La exigencia de un mayor aumento al salario mínimo es justa, pero llama la atención que se olvide o no se reclame con la debida fuerza la ratificación del convenio 189 de la OIT, que da a las trabajadoras del hogar las mismas condiciones y prestaciones de las que goza el resto de la población económicamente activa. Impacta también negativamente que los trabajadores formales no defiendan a los trabajadores informales, ni propongan una inclusión de los mismos en las redes de protección social, ni exijan reformas drásticas al Código de Trabajo a favor de ellos. Aunque trabajo y capital son necesarios en la producción de bienestar, en el pensamiento de la Iglesia católica el trabajo tiene mayor dignidad que el capital por una sencilla razón: el trabajo es una dimensión humana fundamental, nos hace personas. El capital suele despersonalizar. El hecho de que en El Salvador se viole la dignidad del trabajo humano, impidiendo a muchos salir de la pobreza y la vulnerabilidad, debe llevar a mayor reflexión y a mayor compromiso con un cambio social y unas reformas que respondan a la dignidad de todos.
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  • Prevención, una necesidad
    Apr 30 2025
    Por José María Tojeira, SJ Cuando comienzan las lluvias es casi automático que se den circunstancias que nos recuerdan la necesidad de prevención. Este año se ha estrenado con el deslizamiento de tierras producido en la carretera panamericana en la cercanía de Los Chorros. Una vez más, raro es el año que no sucede, se ha interrumpido el tránsito a la capital, obligando a dar un gran rodeo por la carretera de Quezaltepeque. Que no se haya logrado estabilidad y seguridad de las paredes que flanquean una carretera tan concurrida muestra a las claras que la prevención no es prioridad en El Salvador. Pero no es el único caso. La multiplicación de muertes en tráfico en semana santa continúa siendo una plaga a pesar de algunos esfuerzos por prevenirlas. Las políticas de construcción de viviendas vulneran con frecuencia recomendaciones medioambientales básicas. La nueva ley de minería añade a los graves peligros de la minería a cielo abierto la poca capacidad del Estado de supervisar normativas medioambientales y prevenir el desastre. La detención y encarcelamiento de personas en la lucha contra las pandillas a base de “atarrayazos” en las colonias populares, muestra una vez más que la prevención, a otro nivel, de respetar los derechos humanos, desaparece cuando se fijan objetivos sociales que a parte de ser en principio buenos, comportan beneficios políticos. Esta despreocupación por prevenir desastres, que pueden darse tanto en áreas geográficas y medioambientales como en dimensiones estrictamente humanas, se refleja tanto en el olvido intencionado de tratados y protocolos internacionales ratificados por el país como en la decisión de no firmar el Acuerdo de Escazú. Ayudar a la protección y, si es necesario, al traslado y reubicación de personas que viven pegadas a quebradas, cárcavas o pendientes muy inclinadas con tierras relativamente sueltas, es una tarea pendiente. Prevenir es parte de la seguridad de las personas que el Estado tiene que garantizar. Dar en la escuela formación sobre enfermedades tropicales que suelen producirse con más frecuencia en tiempos de lluvias, es otra tarea indispensable para proteger a la población y para colaborar en el control de vectores. Nunca sabemos la intensidad con la que puede venir la época de lluvias. Quedar expuestos a lo que venga, dependiendo de la suerte, no es lo adecuado. Como tampoco lo es la indiferencia de los que tienen seguridad frente a las durezas del clima y las vulnerabilidades que afecta normalmente a los más pobres. Prevenir es responsabilidad de todos en lo micro. En lo macro le corresponde al Estado y todos debemos no solo colaborar sino también exigir cuando los gobiernos olvidan sus responsabilidades.
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  • A la espera del nuevo papa
    Apr 29 2025
    Editorial UCA En un mundo tan fracturado y lleno de tensiones como el actual, pensar en un nuevo papa despierta el deseo de continuidad de lo vivido con Francisco y, a la vez, de esperanza de novedad. No será fácil encontrar a la persona indicada para estos difíciles tiempos, pero los cristianos tenemos la ventaja de seguir un Evangelio, buena noticia de salvación, que se renueva en contacto con la historia humana y que empuja más allá de proyectos personales y de modos particulares de entender la realidad. Por eso, es natural que los cristianos esperemos que el nuevo papa sea fiel al Evangelio y que día a día se deje iluminar por la palabra y la vida de Jesús de Nazaret. Ese Jesús que desde la profunda intimidad con Dios se identificaba con los pobres y con todos aquellos a los que el mundo consideraba insignificantes, ajenos a la historia, descartados. Es normal y lógico que pidamos que el papa sea una persona de oración, piadosa y conocedora del Evangelio y de la tradición de la Iglesia. Pero la autenticidad de la piedad pasa por la comprobación de la misericordia y la solidaridad con los que sufren. La historia está llena de personas a las que se les arrebató o restó significado. Usualmente, para tener significado es necesario contar con recursos económicos, estudios o títulos, o haber triunfado en política, economía o en la guerra. Los insignificantes son mayoría. Solo cuando llenan las calles o se convierten en masa que reclama sus derechos cobran presencia y peso. En la Biblia, los profetas se dedicaron a dar significado a los pobres. Y se lo quitaban a los abusadores y a los que eran incapaces de ver y reaccionar positivamente ante el dolor y las necesidades de quienes carecían de todo. Jesús pasó su vida dando significado a quienes vivían al margen de la sociedad de la época, fueran pobres, leprosos, mujeres despreciadas o ladrones crucificados. Cuando el papa Francisco afirmaba en su encíclica Fratelli tutti que todos somos hermanos, no hacía otra cosa que advertir que un mundo que olvida el significado de los pobres y de las víctimas no camina hacia la verdad ni hacia la vida. Fue precisamente ese esfuerzo de Francisco de dar significado a todos el que llenó la plaza de San Pedro durante sus exequias. Dar significado a todo ser humano, especialmente a todo aquel al que el poder, el dinero o la violencia le quita o reduce su dignidad humana, es labor permanente de la Iglesia. Y es lo que la Iglesia, en su dimensión de Pueblo de Dios, espera de sus pastores. El estilo personal, el lugar de nacimiento, la nacionalidad, el carácter (más efusivo o más sobrio) son indiferentes. Lo que importa en un pastor de la Iglesia es que ame a su rebaño, mire al mundo en su extensión y complejidad, vaya allí donde está el sufrimiento, consuele, denuncie y se esfuerce por eliminar las causas del dolor. Por ello, los cristianos esperamos un papa que no sea indiferente al sufrimiento, que dialogue con todos buscando caminos de desarrollo y de justicia social, que acoja y acompañe, que haga brillar el Evangelio. Un papa que sea constructor de paz, que recuerde que las víctimas juzgarán a los poderosos, que sea humilde y sencillo, que contribuya a que la Iglesia se convierta en ejemplo claro de apertura, compasión, cercanía, coherencia, escucha activa e inclusión.
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    5 m
  • Amores que matan
    Apr 28 2025
    En un clima de complicidad, Trump y Bukele se declararon su mutuo amor ante las cámaras. No eterno, sino mientras les convenga, porque los dos son profundamente egoístas y, por tanto, poco confiables. Entre palmaditas en la espalda, apretones de manos y sonrisas, Trump se mostró muy satisfecho con la formalización del acuerdo “más extraordinario del mundo”, que lo autoriza a depositar “lo peor de lo peor” en el agujero negro de Bukele. Y este salió complacido por el reconocimiento público de su sistema carcelario. Los dos se burlaron cínicamente de la justicia. El romance tuvo, sin embargo, un desenlace inesperado a raíz de la deportación y reclusión de un salvadoreño protegido por la justicia estadounidense en las cárceles de Bukele. Sorprendidos, los funcionarios de Trump reconocieron que había sido “un error administrativo”. Enseguida, en connivencia con Bukele, rectificaron y, sin prueba alguna, lo convirtieron en “un monstruo”. El hecho ha levantado una ola de protestas y cuestionamientos que, desde la calle, han llegado a los jueces y los congresistas estadounidenses. Los enamorados se lavaron las manos. Trump dijo que no podía devolverlo a su hogar por estar fuera de su jurisdicción. Bukele, siguiendo el juego, adujo que podía ponerlo en libertad, pero no lo haría por ser terrorista. Olvidó que ya puso en libertad a un líder de una de las pandillas. La memoria autocrática es corta y selectiva. Así funciona el agujero negro. Mientras Trump lanza invectivas contra la justicia estadounidense, Bukele se burla de ella. Los dos bromearon con la construcción de más cárceles para desaparecer a “los monstruos” que hacen imposible la vida de Trump. Inesperadamente, la visita de Bukele a Trump es ahora tema internacional, no tanto por la seguridad ciudadana que ha impuesto en El Salvador, sino por el agujero negro donde vierte a quienes sus fuerzas represivas acusan y condenan como “criminales” y “terroristas”. Trump utiliza el mismo lenguaje y método para deportar inmigrantes. No es, precisamente, la publicidad esperada. Pero es bienvenida, porque a estos personajes les importa mucho llamar la atención. El juego es peligroso. Más para Bukele que para Trump. La presión política apenas comienza. Un valeroso senador demócrata, para furia de Trump y ridículo de Bukele, se presentó en El Salvador para solicitar una entrevista con el salvadoreño deportado. Primero lo negaron y le mintieron, pero en el último momento le concedieron la entrevista. Un hecho insólito, porque nadie retorna con vida del agujero negro de Bukele. Así lo reconoció insolentemente: el regreso del salvadoreño encarcelado en “los campos de exterminio y la tortura” para tomar “margaritas” con el senador “en el paraíso tropical de El Salvador” fue “un milagro”. Después de que el senador lo acusó públicamente, junto con su vicepresidente, de “mentiroso”, cedió. Tal vez por sentido común, tal vez por órdenes superiores desde Washington. El sarcasmo de su reacción apunta más a esto último. La rabia que refleja desdice de un mandatario que se considera cool. El juego de Trump y Bukele puede salir mal. Trump puede ser derrotado por la justicia estadounidense y arrastrar a Bukele en su caída. Si los jueces le ganan el pulso, el acuerdo extraordinario con este quedará invalidado y la renta acordada, olvidada. En la medida en que Trump pierda popularidad, Bukele perderá relevancia. Los tres primeros meses en la Casa Blanca ya acusan una caída de la aceptación más rápida de lo esperado. Finalmente, Trump tiene los días contados y nadie puede garantizar que su sucesor retome el romance con Bukele. Sin la Casa Blanca, este pasará a la irrelevancia. Mientras tanto, el régimen de Bukele ha recibido una atención internacional bastante desfavorable. La aventura en la Casa Blanca ha sacado a la luz información no deseaba por una Casa Presidencial hipersensible a la opinión pública. El régimen de terror que permea la seguridad de Bukele ha quedado en evidencia. Ese fue el único tema de la agenda de Bukele en Washington. De lado quedaron el estatuto de la diáspora, la subida del arancel de las exportaciones nacionales y el millonario desfinanciamiento de una serie de programas de la AID, orientados a aliviar el malvivir de miles de salvadoreños. Unos programas que Bukele no puede retomar por no tener dinero. El idilio entre Trump y Bukele mata. En aras de una ideología inhumana, aquel ya ha arruinado la vida de un salvadoreño y de centenares de inmigrantes, cuyo único delito es haber ingresado en Estados Unidos sin la debida documentación. Bukele ya ha destrozado la vida de decenas de miles de salvadoreños en aras del ego herido por el descarrilamiento de un pacto con las pandillas. El romance en el Despacho Oval de la Casa Blanca fue grandioso; sus consecuencias, no. * Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.
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  • Francisco
    Apr 24 2025
    Ha muerto un pontífice excepcional, un buen cristiano, un gran ser humano. De Francisco se pueden decir muchas cosas, pero un hecho resulta incontestable: su pontificado trastocó la Iglesia. La trastocó para bien, para devolverle credibilidad y vigor. Desde el principio dejó claras sus opciones apostólicas; y su testimonio de vida, coherente con ellas, le dio autoridad moral para ejercer su ministerio. Para Francisco, los pobres debían ser el centro de la preocupación de la Iglesia, que a la vez debía estar abierta a todas las personas. “En la iglesia, nadie sobra, nadie está demás, hay espacio para todos”, decía. Fue defensor y promotor inclaudicable de los derechos de los migrantes y solidario con su sufrimiento. Hizo un llamado a “armar líos” a una juventud demasiado distraída, dispersa y lejana de los graves problemas que aquejan a la sociedad, a pesar de contarse entre sus principales víctimas. Buscó siempre tomar distancia de una Iglesia encerrada en sí misma, silenciosa, con miedo al mundo, a la sociedad, al diálogo y al intercambio. Ser “Iglesia en salida”, expresión que él acuñó, implicaba romper esos dinamismos, quebrar el silencio, abrir puertas y ventanas no solo para hacer espacio a los necesitados, sino también y sobre todo para ir a las periferias geográficas y existenciales, al encuentro de sectores olvidados, excluidos, estigmatizados. Ser iglesia en salida significó ir al encuentro de las mujeres, de los migrantes, de los pueblos originarios, de otras religiones. Este encuentro con otros le era más importante que los dogmas. Después de más de mil años de división, Francisco se reunió con el patriarca de la Iglesia ortodoxa. Fomentó el diálogo con luteranos, musulmanes, budistas. Fue un papa volcado a aprender de los demás. Por eso salió también al encuentro de las mujeres, incluyéndolas en organismos eclesiales de decisión, designando, por primera vez en la historia, a una mujer como prefecta del Vaticano y a otra al frente de un dicasterio. Fue un incansable trabajador por la paz en el mundo, denunciando las injusticias y las masacres de niños inocentes. Insistió en que no hay una crisis socioeconómica y otra crisis ambiental, sino que ambas son dimensiones de una misma crisis de escala planetaria. Decía que los pastores debían tener olor a oveja, ser cercanos a la realidad de la gente, compartiendo su vida, luchas y esperanzas. Al interior de la Iglesia, encaró con decisión la tragedia de la pedofilia y combatió la corrupción. Sus decisiones y su estilo personal estaban anclados en la espiritualidad de la Compañía de Jesús, que orienta a que la mayor gloria de Dios es poner la existencia al servicio de la fe y la promoción de la justicia que la misma fe exige. Francisco fue un referente del compromiso con la justicia social, que es también un compromiso político con los desechados del mundo. Por supuesto, todo ello siendo consciente de que nadaba contracorriente y que su actitud y decisiones le granjeaban poderosos enemigos dentro y fuera de la Iglesia. En este sentido, Francisco es un referente de la apuesta por transformar el mundo, por hacerlo más justo en un época en que muchos gobernantes solo están al servicio de sí mismos y de las cúpulas económicas que los apoyan. Francisco termina su pontificado como lo comenzó: sin signos de poder, sin lujos, en austeridad, solidario con los pobres del mundo.
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  • La Semana Santa
    Apr 16 2025
    Por José María Tojeira, SJ. Todos sabemos que en Semana Santa celebramos la muerte y la resurrección de Jesús, el Cristo, el Ungido-Elegido de Dios para mostrar el camino de la vida y alcanzar la vida plena del futuro de Dios. Sin embargo no tenemos tan claro el por qué de su muerte. Eso a pesar de que saber por qué murió nos ayuda a entender mejor la resurrección. Muchas veces decimos que murió por nuestros pecados. Y no está mal la afirmación. Pero es demasiado general y nos deja en una especie de vaguedad a la hora de comprometernos en el seguimiento de Jesús. Incluso en ocasiones decimos esa frase pensando más en los pecados de otros que en los propios. Ya más en concreto hablamos del odio de los fariseos por la libertad que Jesús tenía frente a las leyes o de la incomodidad romana ante quien movilizaba personas con expectativas de cambio personal y social. Son ciertamente causales de su muerte en cruz y elementos que se discutieron a lo largo del proceso que le llevó a la condena que leemos en Semana Santa en los relatos evangélicos de la Pasión. Pero todavía es necesario ir más a lo concreto del por qué de su crucifixión. Al final tenemos que responder a la pregunta fijándonos en la acción y las palabras de Jesús. Jesús cura a marginados y olvidados, habla de los pobres y los mal tratados como queridos de Dios. Se atreve a comer con pecadores y afirma que hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por la bondad de los buenos. En otra palabras, Jesús le da significado, sentido, valor de humanidad, a aquellas personas que carecían de significado en la sociedad en la que vivían. Y dar significado e importancia a quienes el poder margina y olvida siempre molesta a los poderosos. Dar importancia a los migrantes, significado de humanidad a los presos en el CECOT, molesta a los poderosos de nuestro tiempo. Trump ya ha dicho que se le negará la visa de Estados Unidos a quien critique a dicho país, aunque la crítica vaya dirigida no tanto contra el país sino contra sus dirigentes. Criticar a Israel y defender a los niños maltratados y masacrados en Gaza, aunque se haya previamente condenado la brutalidad inicial de Hamás, indigna a los poderosos. Para quienes dividen el mundo entre poderosos y débiles, importantes y sin importancia, que haya personas con valor y con liderazgo que se pongan del lado de quienes carecen de poder y de significado, despierta el odio y la cólera de quienes se creen más que los demás. Y esa es la causa de la muerte de Jesús. Le daba más importancia a curar en sábado que a cumplir leyes que perpetuaban el dolor de los pobres. Y la gente le seguía porque veía que les daba significado humano y esperanza de encontrarse con un Dios misericordioso que nos da siempre dignidad y libertad. El papa Juan Pablo II decía que “hoy más que ayer, la guerra de los poderosos contra los débiles ha abierto profundas divisiones entre ricos y pobres”. Quienes hacen la guerra, como en tiempo de Jesús, son quienes tienen y gustan del poder. Jesús en su tiempo buscaba la paz dando dignidad y espíritu fraterno a todos. Construía la paz verdadera. Pero ese esfuerzo de dar significado, dignidad, libertad y sentido fraterno a quienes estaban sometidos tanto a la ley como al imperio sonaba subversivo y peligroso para quienes querían mantener el poder de unos pocos sobre aquellos muchos, condenados a ser siervos de los poderosos. “Hay que obedecer antes a Dios que a los hombres” no les gusta a quienes se creen superiores a los demás. A Jesús le matan por amar, por ser libre, por ser coherente con el Padre Dios que ama a todos y da a todos la misma dignidad e importancia. Era y es Hijo de Dios. Pero en su condición humana se identificó tanto con el amor de Dios y con los seres humanos, creados y amados de Dios, que daba significado pleno a los pobres y a quienes carecían según el mundo de significatividad. Por eso mismo lo matan y por eso resucita y se convierte para nosotros en “camino verdad y vida”.
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