Editoriales y Opiniones

De: Radio YSUCA
  • Resumen

  • Editoriales y Opiniones de la UCA que se emiten vía YSUCA, 91.7FM y en línea www.ysuca.org.sv. Con temas de realidad nacional e internacional
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Episodios
  • Al margen de la legalidad
    May 8 2025
    En la actualidad, un gran número de acontecimientos saturan la cotidianidad de la sociedad salvadoreña, los cuales son amplificados y enturbiados por las redes sociales. La variedad es amplia: desde la llegada vía deportación de supuestos criminales venezolanos desde Estados Unidos, decomisos de miles de sacos de cocaína, cierres de carreteras que vuelven una pesadilla la movilización hacia y desde la capital, revelaciones periodísticas sobre procesos de corrupción. Ante ello, la comunicación gubernamental ha buscado distintas estrategias. La propuesta de canje de presos con Venezuela, el aumento del salario mínimo, la captura de empresarios del transporte, el anuncio del pago de mil millones de dólares que el Estado adeuda a distintos proveedores... Cada día, una novedad; cada día, una nueva respuesta. Y la discusión pública termina presa de la dictadura de las redes sociales. En medio de ese ruido, es posible documentar la profundización de las medidas antidemocráticas impulsada por el oficialismo. El informe del Observatorio de Derechos Humanos de la UCA muestra que en 2024 el derecho a la libertad fue el más vulnerado. En este sentido, los datos generados por el Observatorio no son un buen presagio para el futuro de país, su población y su gobernanza. Se vive en la cultura de la ilegalidad, del incumplimientos de las normas. Peor aún, las normas son creadas a medida para cumplir con los deseos e intereses del régimen. Y si no hay tiempo para ese tipo de formalismos, simplemente se ignora el proceso de formulación de ley y se actúa según voluntad. La arbitrariedad y la represión en El Salvador van en aumento. El Gobierno debe explicar la negociación con pandilleros a cambio de votos. Es fundamental saber qué está de fondo en el trato con Estados Unidos que avala que migrantes sin proceso judicial en el país terminen en cárceles salvadoreñas. Cómo es que el Gobierno decreta la gratuidad del transporte a través de las redes sociales sin ninguna fundamentación legal. Además, ha capturado a empresarios del transporte sin seguir el debido proceso y apelando a un estado de excepción que ya no se justifica. A la base de estas irregularidades está la dictadura de las redes sociales y el abuso del poder. La sociedad salvadoreña está inmersa en una dinámica totalmente anómala, en la que se gobierna por capricho, los controles no funcionan, las instituciones responden a las órdenes de una persona y su círculo, y la única legitimidad en el ejercicio del poder es la popularidad. Un mejor país no se construirá inventando enemigos ni metiendo a las personas a las cárceles sin ningún fundamento. El futuro no será mejor allanando viviendas, intimidando organizaciones o estigmatizando periodistas, activistas sociales y disidentes. Es necesario soñar y defender una sociedad en la que se respeten las normas, se busque el diálogo y se garanticen los derechos humanos para toda la población.
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  • Ilusión de democracia
    May 1 2025
    En el pasado, la mayoría de dictadores asumían sin disimulo su posición de poder absoluto, sin preocuparse por la legitimación democrática. Actualmente, la mayoría de gobiernos y líderes autoritarios se preocupa por mantener una fachada democrática; por ejemplo, celebrando elecciones amañadas y manteniendo una aparente división de poderes. En estas “democracias”, los funcionarios no sirven a los ciudadanos, sino que están para obedecer las órdenes del autócrata. De acuerdo al informe 2023 del Instituto V-Dem (Variedades de Democracia) de Suecia, 72% de la población mundial vive en regímenes autoritarios (en 2013, solo era el 46%). Según el estudio, El Salvador es uno de los países que aumentó su tendencia al autoritarismo. Aristóteles dice, en su libro La política, que un tirano es alguien que se rodea de aduladores y que no respeta la ley ni la justicia, por lo que se convierte en un opresor. La mayoría de estudiosos coinciden en que los dictadores usan el miedo como herramienta de control social. Por algo Nicolás Maquiavelo decía que para mantenerse en el poder más vale ser temido que amado. Según el filósofo italiano, el miedo que se infunde en los gobernados se basa en el castigo que el gobernante pueda imponer. Así, las dictaduras amenazan, persiguen, encarcelan, exilian, difaman, matan. En el caso salvadoreño, el aparato de propaganda gubernamental afirma que el país es democrático y el más seguro del continente. Pero guarda silencio sobre la violación a los derechos humanos y la demolición de la poca institucionalidad democrática. No se dice que se ha cambiado, a conveniencia del oficialismo, las reglas de los procesos electorales ni que se ha puesto de rodillas al Tribunal Supremo Electoral. Se pasa por alto la total falta de transparencia en el uso de los recursos públicos, la ausencia de diálogo y la nula participación ciudadana en la toma de decisiones estratégicas. El régimen de excepción se ha normalizado y ha pasado a ser la principal herramienta de miedo. No en balde las encuestas muestran que gran parte de la gente prefiere no expresar su opinión sobre el quehacer gubernamental. La reciente denuncia de Cristosal y de otras organizaciones sobre policías uniformados que se hacen presentes a actividades de derechos humanos para tomar fotografías a las instalaciones, a los vehículos y a las personas representa un peldaño más en la persecución y acoso a personas e instituciones que denuncian la verdad sobre el régimen y defienden a sus víctimas. Este tipo de acciones no buscan otra cosa que infundir temor no solo a las instancias que las han sufrido directamente, sino a todo aquel que ejerce el pensamiento crítico. Una muestra más de que el régimen político del país es solo una ilusión de democracia.
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  • Trabajo y dignidad
    May 7 2025
    Se suele decir que todos los trabajos son dignos. Sin embargo, muchos sectores y dinámicas de la sociedad niegan dicha dignidad. La explotación, los bajos salarios, la profunda desigualdad en el reconocimiento de los mismos son realidades innegables. Algunas actividades laborales se consideran inferiores o menos dignas; otras, en cambio, son mejor valoradas y se les asigna una recompensa económica muy superior. Aunque toda labor responde a una necesidad social y, por tanto, está dotada de la misma dignidad, la consideración social, la valoración económica e incluso el trato con el trabajador dependen de factores allende la dignidad. Generalmente, los salarios son el resultado de un cálculo de costos y beneficios. Cálculos, con frecuencia, ligados al afán de lucro o a las conveniencias políticas cuando quien contrata es el Estado. En El Salvador se excluye de las redes básicas de protección social a los campesinos, a las trabajadoras del hogar y a un gran número de pequeños empresarios y comerciantes del sector informal. Salarios de más de 20 veces el salario mínimo son frecuentes en las empresas grandes y se justifican desde la supuesta productividad económica del cargo que se ostenta. Si todos los trabajos son necesarios para la producción de riqueza, las diferencias no deberían ser tan enormes. Y si lo son, el Estado está moralmente obligado a reducirlas a través del impuesto sobre la renta. En la actualidad, fiel a la tradición discriminatoria del valor del trabajo, el Gobierno de Bukele está proponiendo un aumento del 12% al salario mínimo, luego de 4 años de mantenerlo sin cambios a pesar del encarecimiento de la canasta básica alimentaria. Dado que existen diversos salarios mínimos y que los trabajadores del campo son discriminados y tienen un salario menor, un 12% de aumento a todos los salarios mínimos ampliará la brecha entre el campo y la ciudad. En la práctica, el salario mínimo urbano tendrá un aumento que duplica al del mínimo rural. El 1 de mayo los trabajadores protestaron porque, a su juicio, el 12% no cubre el alto costo de la vida. Y tienen razón. Los despidos masivos en el Estado y los desalojos de vendedores informales han contribuido al empobrecimiento de muchos. La exigencia de un mayor aumento al salario mínimo es justa, pero llama la atención que se olvide o no se reclame con la debida fuerza la ratificación del convenio 189 de la OIT, que da a las trabajadoras del hogar las mismas condiciones y prestaciones de las que goza el resto de la población económicamente activa. Impacta también negativamente que los trabajadores formales no defiendan a los trabajadores informales, ni propongan una inclusión de los mismos en las redes de protección social, ni exijan reformas drásticas al Código de Trabajo a favor de ellos. Aunque trabajo y capital son necesarios en la producción de bienestar, en el pensamiento de la Iglesia católica el trabajo tiene mayor dignidad que el capital por una sencilla razón: el trabajo es una dimensión humana fundamental, nos hace personas. El capital suele despersonalizar. El hecho de que en El Salvador se viole la dignidad del trabajo humano, impidiendo a muchos salir de la pobreza y la vulnerabilidad, debe llevar a mayor reflexión y a mayor compromiso con un cambio social y unas reformas que respondan a la dignidad de todos.
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