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El océano frente a un huracán
Un huracán no solo golpea la costa. También transforma el océano. Cambia la temperatura. Mueve especies. Rompe corales. Aporta nutrientes. Devuelve vida. Y destruye. Todo ocurre al mismo tiempo. Todo ocurre muy rápido.
Además, cuando el viento aumenta, la superficie del mar se mezcla con aguas profundas. Esa combinación enfría el océano varios grados. El descenso modifica el comportamiento de peces, tortugas y corales. El impacto es inmediato. Y también es profundo.
Por otro lado, el huracán desplaza sedimentos. Cambia playas. Erosionan zonas de anidación. Afecta manglares y praderas marinas. En ocasiones daña todo. En otras limpia y renueva lagunas enteras. El mar adopta una nueva forma y el ecosistema vuelve a organizarse.
Los corales lo sienten con fuerza. Las olas rompen colonias enteras. Los fragmentan. Los arrancan. La energía del huracán es pura fuerza bruta bajo el agua. Aun así, surge una oportunidad. El agua fría reduce el estrés térmico. Evita el blanqueamiento. Y ofrece un respiro cuando el calor los empuja al límite.
Después de un huracán llega un cambio visible desde el espacio. La mezcla del océano sube nutrientes. El fitoplancton crece. Las manchas verdes aparecen en las imágenes satelitales. La productividad aumenta. El mar respira. La vida sube desde el fondo.
Tiburones e inminencia de tormenta
Algunas especies no esperan el impacto. Se adelantan. Detectan la caída de presión. Huyen antes de que llegue la tormenta. El tiburón es un buen ejemplo. Es rápido. Muy preciso. Extremadamente sensible. Percibe el cambio antes que nosotros. Desciende a aguas profundas. Sale de la zona. Busca seguridad inmediata.
En 2017, antes de Irma, ocurrió algo claro. Varios tiburones tigre, martillo y toro se alejaron de la costa más de medio día antes del impacto. Algunos bajaron a 200 metros. Actuaron por instinto. También por supervivencia. Y porque su cuerpo entiende el océano mejor que cualquier humano.
Cuando el huracán pasa, regresan. Sin embargo, no regresan igual. El alimento cambió. Las presas se movieron. El paisaje ya no es el mismo. Durante semanas ajustan sus rutas. El mar impone nuevas reglas. Y ellos vuelven a adaptarse.
Calentamiento global y ecosistemas marinos
El cambio climático complica todo. El mar se calienta. Pierde oxígeno. Se acidifica. El equilibrio se rompe. Los corales se estresan. Expulsan sus algas. Se blanquean. Se mueren. Desde 1980, los grandes eventos de blanqueamiento se multiplicaron. Tres veces más. El ritmo es brutal.
La Gran Barrera de Coral es el ejemplo más claro. Más de dos mil kilómetros de arrecifes. Mitad perdido en tres décadas. Calor extremo. Eventos masivos. Ecosistemas enteros al límite.
El Caribe tampoco se salva. México. Belice. Cuba. Florida. Todos sufren. Los veranos de 2023 y 2024 fueron críticos. El mar pasó de los 32 °C. Muchos arrecifes quedaron devastados.
Pero hay esperanza. Hay restauración. Hay viveros submarinos. Hay fragmentos de coral listos para replantar. Oceanus en México. Mission: Iconic Reefs en Florida. Grandes proyectos en Australia. Robots y drones submarinos. Equipos completos dedicados a recuperar el mar. La ciencia avanza. La naturaleza responde cuando la dejamos.
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