Episodios

  • Comunismo y civilización: excavaciones contra la ideología de la historia inevitable
    May 2 2025
    Nuestras sociedades son desiguales. Las invocaciones solemnes a una dignidad universal contrastan con pruebas indiscutibles de lo contrario: vidas que se protegen, vidas que se desprecian. Se apela al esfuerzo y a la virtud como tácticas para contener la incertidumbre, al tiempo que la riqueza se concentra en una minoría de clanes que legarán su poder y ampliarán esa brecha en las generaciones futuras. Los procesos de decisión e incluso de simple deliberación nos involucran en una proporción mínima de los asuntos cotidianos. De este modo, cuando nos tomamos la resistencia de pensar sin naturalizarlo el presente de concentración de la riqueza, castas más o menos explícitas e inercias tecnocráticas, suele aparecer la cuestión del origen ¿cómo hemos acabado aquí? La cuestión del origen es crítica para la manera en que las comunidades se narran a sí mismas. Como ocurre en los arcos del héroe, en el origen está el destino de esas comunidades, a través de un sentido teleológico y unidireccional del cambio en los grupos humanos. Es decir, cuando la historia se entiende como un tobogán que lleva a que cualquier grupo, conforme alcanza cierta complejidad, adquiera formas jerarquizadas y bastante fijas. Por este tobogán se llega al primado de una minoría que te dice qué hacer y con cuánto de tu dinero y trabajo se va a hacer, mientras se acompaña de algunos seguidores que te explican que nada resulta más conveniente para evitar una violencia masiva y ubicua y de otros que te dan de hostias de forma igualmente masiva y ubicua si cuestionas cualquiera de las posiciones anteriores. Se ha construido, así, un relato de la evolución humana como un núcleo gravitacional que nos arrastra a la equivalencia entre complejidad y desigualdad y, frente a ella, una historia cada vez más trufada de datos, restos e indicios que muestran caminos hacia la urbanización, con especialización pero con menos jerarquías, episodios ganaderos y agrícolas que se intercalan con el nomadeo y la búsqueda de forraje, comunidades excedentarias que agotan gran parte de sus provisiones en festivales para satisfacción y solidaridad de la comunidad y otras enormemente “subproductivas” en tanto la presión demográfica no apriete. Es decir, de una complejidad que obtura, más allá de un puñado de mecánicas reiteradas, la idea de la historia como un tobogán desde el origen primitivo a esta distopía cyberpunk en beige que nos rodea. No deja de ser curioso, entonces, que cuanto más peso tiene la divulgación histórica, menos circulen estos relatos. Por eso, contamos en este episodio con Rodrigo Villalobos, que acaba de reeditar “Hoces de piedra, martillos de bronce. Comunismo originario y lucha de clases en la prehistoria”, en Ático de los libros. Villalobos hace un enorme esfuerzo de divulgación para trasladar los últimos métodos y hallazgos de la prehistoria reciente (10.000 a.C. - escritura) al público no especialista, a través de ejemplos de sociedades complejas y (que no pero) igualitarias en la Península Ibérica. Esta mirada descarta hacer comparaciones, al modo de los enfoques leviatanescos del mal menor sobre todas las libertades y horizontalidades perdidas para mantener a raya la violencia y la escasez. En cambio muestra que nuestro presente no es inevitable y si la historia ha sido de muchas formas, puede ser aún de muchas otras. Os esperamos.
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    57 m
  • Pol&Pop 06x09 Del 15M al funcionariado: un relato generacional
    Apr 4 2025
    En la última novela de Sara Mesa, Oposiciones (Anagrama, 2025), la protagonista expone los consejos de su mentora en el empleo al que acaba de acceder en estos términos: “[su mentora] entendía que aquel, el de las oposiciones, no era el plan más apasionante del mundo, que a lo mejor a mí, una chica en la flor de la vida, me tentaban más otros caminos, pero que lo que había ahí fuera era muy hostil, muy inestable, mientras que allí dentro, al menos, tenía una tranquilidad, eso era innegable. Yo se lo digo a la gente que aprecio, dijo, y por eso también te lo digo a ti, que lo importante en el trabajo es la seguridad y que luego, en el tiempo libre, vienen las aficiones, las distracciones y las pasiones, que normalmente no te dan de comer” (p. 62). Lo interesante de este intercambio confesional, que revela una clave sobre la decisión de vida es que se ha desplazado desde hitos que fueron parteaguas de otras trayectorias (la estrategia matrimonial, trabajar o estudiar, qué en ese segundo caso, cuándo tener hijos...) a la decisión de ponerse con las oposiciones. La protagonista de la novela ha accedido a un puesto eventual en una Administración autonómica que encaja con la definición de “trabajos de mierda” de Graeber (https://www.ivoox.com/pol-pop-01-politica-tiempos-de-audios-mp3_rf_49163362_1.html). No un trabajo precario, sino un trabajo sin sentido. Como toda persona que accede a un empleo de este tipo desde una clase inferior, la prota de nuestra novela no sabe si le ha caído el gordo o una condena. Duda de que, en cualquiera de los dos casos, lo merezca. Por otra parte, no ha adquirido experiencia alguna en el dinámico sector privado español y, como suele pasar con las protagonistas de Mesa, tampoco es la mejor campeona de su propia causa, así que encuentra pocos incentivos para querer perpetuarse en la función pública. En nuestra generación, nadie necesita cocinarse al fuego de las oposiciones por inducción. Más bien la gente se tira en largas filas y con toda fe a la olla, por lo general saltando de otra en ebullición desde el empleo privado. Al último lloro de clickbait liberal destacando que 7 de cada 10 trabajadores del sector privado cambiarían su puesto por uno en el público, Raimundo Viejo señalaba una evidencia: “¡los esclavos de las pirámides quieren ser escribas del Faraón!”. Si esta es una descripción fiable de las trayectorias vitales de nuestra generación, al menos en provincias y con todos las líneas de desigualdad de clase, género y situación administrativa que vertebran este campo, la cuestión es qué lectura política cabe. Si la expansión del empleo público es la única política socialdemócrata posible ¿cómo nos pensamos? La expansión del empleo público es parte de un conflicto central por la desmercantilización de espacios fundamentales para la vida. No cabe pensar en una mínima efectividad de nuestros derechos sin esa tendencia, como tampoco puede decirse nada malo de las estrategias de cada cual para reconquistar nuestra propia vida y producir algo con valor social. Sin embargo, a la buena salud de estas políticas contribuye también su alineamiento con la subjetividad neoliberal hegemónica, que sigue caminando sin descanso, una vez se ha bloqueado el afán globalista del neoliberalismo económico. Piensa la protagonista de la novela de este episodio: “Ahora entendía por qué quienes se presentaban a una oposición no hablaban de aprobar, sino de alcanzar una cima y ganar. Una oposición es una competición donde hay vencedores y vencidos, como una carrera de obstáculos, como una guerra. Solo ganan los más rápidos, los más listos, los más eficientes, los más disciplinados, los más obedientes, los que no se distraen, ni dudan, ni se entretienen ni se equivocan, los que nunca dan rodeos y ni jamás se entregan a ninguna flaqueza” (p. 116) Una política socialdemócrata consagrada a la responsabilidad individual, la competitividad, el sacrificio y la derrota de sí como puerta para la derrota de otros. Un compromiso entre conquistar espacios al mercado, garantizar derechos, cuidarse y cuidar, salvar la posición de las clases medias, sortear algún pase VIP entre las clases populares y mantener alta la valoración de activos como el mérito y la capacidad en tiempos de poder imperial. Entre el cierre de ciclo y el posicionamiento de piezas para el siguiente. Del que se vayan todos al que nos saquen la plaza. Ánimos sinceros con el estudio.
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    1 h y 1 m
  • Pol&Pop 06x08 Osos y miserias en la utopía anarcocapitalista
    Mar 14 2025
    ¿Qué pasa si juntas, en un espacio de difícil acceso y escasamente dotado de recursos, a una población ya reacia a las instituciones públicas, a libertarians llegados de todo Estados Unidos y a un grupo creciente de osos más hechos a los humanos que Yogi? En este episodio, hablamos de actualidad, pero también de las crónicas que Mathhew Hongoltz-Hetling ha juntado en “Un libertario se encuentra con un oso”, que ha traducido Carolina Santano para Capitán Swing (2024), y que puedes escuchar pinchando en la cajita de arriba. Como experimento ancap, cuenta con condiciones bastante difíciles de reproducir. El lugar en cuestión, Grafton, el pueblo de New Hampshire, de apenas 1300 habitantes, en el que se mezclan estas vidas, contaba con una tradición anti-impuestos y de bajo desarrollo de servicios públicos que ya era excepcional en un Estado que, según cuenta el periodista, carece de impuesto sobre la renta. O sobre los beneficios empresariales. O de impuestos al consumo. O, ya puestos, e incluso de la obligación de tener un seguro de responsabilidad civil ante terceros en el coche. Sin contar con la cantidad de gente con amplias licencias de armas que te puedes encontrar al otro lado del coche sin seguro. Y a disfrutar de la convivencia. Este Grafton de la desregulación urbanística y ambiental, de casas dispersas sin civilización entre ellas, es disneylandia para los osos que combinan sus formas de vida con los humanos, con sus sobras, sus gallineros o con el mero entretenimiento de echarles rosquillas. Si esta situación adquiere el tono tragicómico que recoge Hongoltz-Hetling es porque, además, el lugar es seleccionado como el espacio de creación de una ideal free town, modelo de reino ancap, por parte de los elementos más activos del singular ecosistema de foros anarco-capitalistas del internet de la primera década del siglo XXI. La mudanza de decenas de estos sujetos a Grafton, algunos enriquecidos y propietarios de pleno derecho, otros moradores de campamentos al borde de la indigencia y pequeños empresarios del comercio minorista de cosas con las que el Estado te impide comerciar a ninguna escala porque you know, acelera un círculo vicioso de deterioro de los servicios locales, erosión de la cohesión social y un constante ponerse pocha la libertad que se buscaba y que se descubre imposible en tal escenario. Si a un podcast de provincias como este le interesa discurrir sobre las utopías ancap al otro lado del mundo es por la manera en que esta racionalidad también ha reconfigurado nuestro espacio político. No nos parece que la dirección política de la derecha sea realmente ancap, principalmente porque las élites que sobredeterminan el escenario adoptan más bien posiciones de un neoliberalismo pasado de rosca, con una puesta al servicio de sus intereses monopolísticos más intensa si cabe de los Estados, incluido el plus autoritario o iliberal si llega el caso; caso que, por cierto, suele llegar porque no hay otra manera de mantener la aceptación social con esa distribución tan desigual de los pesos. Sin embargo, los enfoques libertarian, esas formas andro-capacitistas de hiper-racionalismo del corto plazo, que identifican libertad con no ser tocado, mucho más que con poder hacer, sí son una fuente mucho más transversal -tan poco elitizada como la audiencia de cuarto milenio o de cualquier medio “crítico”- y, por lo tanto, un motor de renovación y agitación de las bases populares de los proyectos de derechas. Más allá de la capacidad de negociación que alcancen con sus jefes dentro de esa gran familia de la derecha (ver nuestro primer episodio de la temporada), introducen una racionalidad sobre qué es la libertad, cómo afrontar los problemas sociales o las relaciones con las normas, las instituciones y las decisiones democráticas que desplazan el sentido común. Esas percepciones acerca de los impuestos, de las agencias públicas de control de los mercados o de regulación de la vida social o incluso conceptos de amplía circulación en nuestro contexto político, como “chiringuito”, “paguita” o la caricaturización del funcionariado de primera línea -sobre todo de las funcionarias- no se entienden sin esta fuerza de tracción política popular. Al mismo tiempo, entre esos ancaps que protagonizan el libro, no podemos dejar de reconocer rasgos de todo movimiento social incipiente más allá de la intersección entre maldad y estupidez que caracteriza a estas historias. Rasgos de ingenuidad, de buenas intenciones, mala gestión de las emociones, formas de intensidad que escapan a toda estrategia, de escalada súbita de popularidad que acaba de un día para otro y, en general, de amplia distancia entre el maximalismo del discurso y lo mínimo de las prácticas concretas, de la traducción de las intenciones políticas a los asuntos de la vida cotidiana. Esa escala mucho más puñetera. Porque toda intervención del estado o lo colectivo es ...
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    1 h y 9 m
  • ¿Cancelar la cancelación?
    Feb 21 2025
    En un tiempo y un contexto lejanos, donde el neoliberalismo progresista, el multiculturalismo y las políticas de la identidad tuvieron mayor peso, la derecha construyó un concepto, la cultura de la cancelación, con el que dar la vuelta a uno de sus principales problemas: la democratización de la esfera pública, es decir, la incómoda tendencia a que otras voces aparezcan en el espacio público con un estatuto más o menos equiparado al de quienes han manejado de forma tradicional los límites y el contenido del decir político. Con el asunto se ha hecho mucha carrera (también desde tribunas de izquierda), se han inventado ejércitos de enemigos de paja con LAS que no se podía ni hablar porque todo era hiper-sensibilidad y escándalo y se ha abierto una pipeline de radicalización, desde el yanosepuededecirnada hacia la autocracia tecnobro, al tiempo que la verdadera supresión del discurso tenía forma de tipos penales, querellas y exclusiones de instituciones privadas que solo cortaban por uno de los filos del campo político. Sin embargo, y a pesar de lo efectivo de esta distorsión ofendidita (Lucía Lijtmaer, 2019), la cancelación se ha incorporado al catálogo de técnicas de intervención en la esfera pública de forma transversal. En un campo que se constituye desde la disputa, el término es sonoro pero también exagerado. Se trata de la pretensión de expulsar de esa esfera a enunciados, y a quienes los detentan de forma más reconocible, que lesionan el reconocimiento legítimo de un grupo de participantes en ese campo. La cuestión es, entonces, trágica porque esa comunidad debe encontrar formas de hacer efectivas unas reglas básicas de funcionamiento de la esfera pública, al tiempo que las condiciones materiales de ésta incentivan cada vez más las conductas incendiarias, polarizantes y capaces de acumular atención sobre perfiles individuales. En este contexto, hemos invitado a Antonio Gómez Villar porque su libro (Transformar no es cancelar, Verso, 2024) propone un debate centrado en los efectos de la expansión de esta técnica. Por una parte, la ubica como un síntoma del contexto de impotencia política, en el que la ilusión de cancelar ofrece una vía de reacción cierta hacia lo indeseable, pero también delimita el malestar final de esa estrategia, que no puede hacer retroceder con la misma facilidad a las fuerzas que alimentan al discurso o al objeto cancelado. Esta insatisfacción contrasta con la efectividad de otras prácticas, como los escarches o el me too, que sí arañan los límites de la acción política en contextos que se encontraban varados y alteran del campo de lo decretado como “normal” hasta entonces. No se trata, por lo tanto, de eliminar herramientas de la caja, de, digamos, cancelar la cancelación, sino de mirar más allá de “lo que nos sale” dentro de un campo político diseñado para esas formas fijadoras de acción – reacción. Propone, en cambio, pensar en cómo puede operar una potencia plebeya capaz de ganar el sentido común no a través de la reducción de la política a un único campo, identidad o lucha central que define lo político, sino de singularidades valientes que amplían el campo de lo posible para todas las formas de vida. No es el paseo más cómodo, pero merece la pena recorrerlo.
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    54 m
  • Pol&Pop 6x6 Disputar la nostalgia
    Jan 24 2025
    Disputar la nostalgia Resulta que algo tan viejo como echar de menos lo que no volverá se inventó un día. Un aspirante a médico suizo la encapsuló, en 1688, en el campo de las enfermedades atribuidas a los soldados que habían sido arrancados de sus casas para pelear las guerras de otros. Desde ahí, cuenta Grafton Tanner, en “Las horas han perdido su reloj” (Alpha Decay, 2022), que la noción ha seguido dos caminos hasta llegar a lo que nos parece obvio hoy. De una parte, su objeto de añoranza ha pasado de ser, de forma principal, un lugar a un objeto poliédrico. Sobre todo, a ser un asunto pasado que no se puede recuperar, pero no solo relativo a un momento o a una ubicación, sino a una identidad y a una forma de estar en el mundo. De otra parte, el problema de la nostalgia ha ido dando saltos del registro médico más fisiológico al emocional, con paradas en todas las ciencias de la conducta positivistas que han buscado que una cantidad creciente de personas entregaran sus cuerpos y sus almas a los intereses de otros pocos con las menores fricciones posibles. Está de más señalar que, hoy en día, la nostalgia no cuenta con la mejor prensa entre la izquierda por implicaciones reaccionarias sobre las que hemos dado recurrente matraca también aquí (por ejemplo, a propósito de Neorrancios, editado por Begoña Gomez Urzáiz, Península, 2021: https://www.ivoox.com/3xe16-neorrancios-la-seduccion-nostalgia-y-audios-mp3_rf_86738406_1.html), pero este sentimiento de desacople con la espacialidad y la temporalidad civilizadas, industriales y, en definitiva, capitalistas ha sido también un problema para los agentes de la modernidad desde su invención. Esto ha cambiado, como destaca Tanner en el ensayo que da continuidad a Las horas han perdido su reloj, “Porsiemprismo” (Caja Negra, 2024): “¿Qué ocurrió con la nostalgia? ¿Cómo pasó de ser una condición de anormalidad, incluso de criminalidad, a comienzos del siglo XX, a constituir una táctica de marketing en la actualidad?” (p. 35). Cualquiera percibe hoy la ubicuidad de las industrias de la nostalgia, sobre todo en los medios culturales. El título del libro, ese porsiemprismo, habla de esa estrategia de mantener siempre vivos, abiertos, en beta, en un chorreo de reboots, remakes, secuelas, precuelas, spin-offs y sagas inspiradas en, los productos reconocidos del pasado. Algo que tiene poco que ver con la recuperación o conservación de una cosa de otro tiempo y más con saturar el presente y obturar otros futuros posibles con ejercicios de congelación y deshielo de momentos e imaginaciones de nuestro pasado. Tanto en la cultura como, añadimos, en la política, esto ocurre, nichos comerciales aparte, por la cancelación de cualquier línea de progreso, la intuición de que la siguiente tirada de dados será peor y otras formas de conservadurismo virgencita virgencita más o menos realistas o inducidas. Ahora bien ¿todo anhelo de emancipación y transformación debe ser antinostálgico o hay una historia distinta posible de la modernidad y del progresismo? Una mirada más larga a la historia común del despojo muestra cómo, en la nostalgia, también laten reinvindicaciones de lo que se fue y recuperaciones de lo perdido que alimentan movimientos por un lo que se será distinto, capaces de interrumpir el presente continuo del marketing. Por supuesto y aunque tendamos a comprar una idea de nostalgia abstracta y desclasada de la cultura popular, cada grupo tiene sus nostalgias. Conviene distinguir esas pulsiones y sus proyectos para señalar bien los perniciosos y no regalar, en cambio, el conjunto de un campo tan importante como el pasado. Feliz primer programa del año.
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    51 m
  • Ciencia ficción capitalista. Investir al pirómano como jefe de bomberos
    Dec 13 2024
    Cuenta Michel Nieva, en “Ciencia ficción capitalista”, que es de lo que va este episodio (la verdad por delante) que los trajes de los turistas espaciales de Musk se han alejado mucho de los primeros trajes espaciales para aproximarse, bienvenidos a la tecnocracia sensata, a los de los superhéroes de Marvel. Como la pasará a tu sobrino el 6 de enero, si no puedo ir vestido de Iron Man, no es mi revolución. Hubo un tiempo en el que se llamaba hiperstición a ese evento creado por la imaginación que la realidad imitaba después. En los tiempos del capitalismo crepuscular, la producción tecnológica no imita al arte, sino que lo satura, le ocupa todos los posibles y lo depone, como continuación intensificada y delirante de las prácticas que mejor cotizan ya en el Nasdaq. En realidad, en esto, no hay desvío o anomalía de la ciencia ficción. Al contrario, la tradición canónica de la scifi, la scifi de caño gordo era la hard-scifi. No te ponen hard por ser particularmente divertida. Eso es algo que te ganas por ser verdad o, al menos, una especie de anticipación de verdad, una forma de creación que no está allí solo para hacer bonito o ampliar nuestras posibilidades sensibles (el terreno de lo soft, que ya se ve por dónde vamos), sino que está ahí para servir al avance técnico, abrir camino, darle al héroe del capitalismo (el emprendedor) un héroe a su medida, enfrentado al Estado (es decir, a las mayorías) para encontrar una solución imposible que salve al mundo. Verne lo decía en francés pero con tono de bebida polaca hecha de huevo crudo: se trata de escribir en papel lo que otros esculpirán en acero. El problema es qué imagina la ciencia ficción de un capitalismo que llega al final de la carretera. Pues, claro, más carretera. Al final, dice Nieva, si este puñado de superricos os hemos traído hasta aquí, si somos los 12 terminators del zodiaco, pues os vamos a llevar de la mano al otro lado de la supervivencia. Es obvio, que este tipo de procesos rupturistas guiados por las élites producen monstruos: el canon de la scifi contemporánea está preñado de estas reduplicaciones morbosas. Las mismas prácticas carbono-expansivas del capitaloceno llevadas ahora a Marte para proporcionar ahí una pequeña atmósfera habitable. Los mismos colonos blancos conquistando otros planetas… o temiendo ser el objeto de conquista ufológico en aquel. Como siempre y llegados a este punto cabe preguntarse si toda la imaginación científico-ficcional está agotada por el capitalismo. En otros episodios, hemos llenado esto de propuestas de scifi latina, feminista o de hopepunk, el gemelo guapo del primo cyberpunk. Hay de sobra. De hecho, si nuestras instituciones tecnológicas tuvieran la consistencia de nuestra imaginación, otro gallo rojo cantaría.
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  • Actualidad. Todas las elecciones hablan de mí
    Nov 22 2024
    A la victoria de Trump le siguieron un torrente de columnas y análisis del género forense. Actividad de esfuerzo extraño, que ni evita el daño ni resucita a al muerto. Sirve, bien hecho, y mucho, para quienes vendrán. En general no fue el caso. Se hizo en su modalidad quién es el culpable y, en concreto, en la submodalidad “ya lo decía yo”, que permite expresar una misma hipótesis que ya se traía de casa con la excusa de nuevos cuerpos a examinar. Por aquí, presentistas y localistas como somos, la cosa nos resonaba a un problema próximo. Todas las elecciones hablan de mí. Por eso nos ha gustado comentar qué dicen de nuestro contexto los análisis enfocados a un qué ha pasado amplio y un qué vendrá abierto. Es recomendable escuchar la charla de Keeanga-Yamahtta Taylor y Daniel Denvir en el podcast The Dig y traer a nuestro terreno algunas explicaciones: 1. Ese pueblo del que usted me habla. El problema de desconexión y distancia de las élites ha invadido el mundo de lo sensible. Se ha acelerado, intensificado, y con ello todos los problemas que supone. No somos ingenuos: en la base del mecanismo de representación hay un proceso de extrañamiento implícito. Pero cuando la distancia se hace tal los equipos de las capas altas no pueden prever el efecto de sus gestos en la población ni anticipar sus reacciones porque no participan de ellas. ¿Cómo, si no, puede parecer buena idea ese macroconcierto en las escaleras del Museo de Philadelphia, acto central de la campaña de Harris, con todos los rockybalboas que te tienen que votar en otro sitio, enfrentando la mayor crisis de vivienda y salud pública de su historia? ¿Cómo se puede enmarcar la campaña en la última oportunidad de la democracia y regodearse en facilitar una transición modélica cuando esta se pierde? Es la ilusión, es la emoción, pero también es hacerse cargo. Si no te lo crees ni tú, ¿a quién estás convocando a creerselo? 2. Cabalgar la interseccionalidad. Algunas interpretaciones eran repasos de las carpetas de fotos de los sospechosos habituales: Los blancos pobres se han pasado al trumpismo, las latinas han sido poco feministas, etc. Es lo propio de una política que debe segmentarse para movilizar al máximo. La cuestión es si se entiende la singularidad de cada uno de esos segmentos o, al hacer política con esas líneas de desigualdad, no producimos rechazo (o alienación) antes que movilización ¿Qué sentido tiene hablar de privilegio blanco respecto al primer grupo? ¿Que impele a mujeres de tradiciones políticas muy diversas a sentirse afectadas y defendidas por un perfil como el de Harris? Si la intención era una movilización de minorías sin hablar de racismo o de la última línea de defensa de las libertades mientras se sigue esa política interna y externa con la cuestión palestina, algo falla. 3. Horizontes y el marco coalición. Sorprende de la conversación que citamos cómo se mantienen de la mano a) radicalidad y b) futuras coaliciones de carácter amplio. Existen muchas sospechas sobre la posibilidad de reorientar el Partido Demócrata y algunas más sobre la viabilidad de un tercer partido USA. Pero se ha producido un giro respecto a la percepción del momento como un estadio límite de las cosas y, por lo tanto, también respecto a que la forma lógica de tratar el presente es a través de amplias alianzas. En una paradoja que aproxima la discusión a nuestro contexto: la debilidad de los actores fomenta un ensanchamiento de las coaliciones. De estas cosas “lejanas” y de otras más mundanas, como la migración a Bluesky (sígannos en @polandpop.bsky.social) o la retirada de Nadal, ese hilo que ha unido generaciones en una forma de entender la subjetividad España, hemos estado hablando la hora larga que tenéis por aquí arriba. Pasarse.
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    57 m
  • Reconquistar internet. Contrahistoria digital vs. la internacional del odio
    Nov 1 2024
    Volveremos a las redes. La reconquista de la vida y la política digital Hemos creado el mundo digital tres veces. Hicimos funcionar internet en la última parte del siglo XX. Lo llenamos de mundos otros y espacios colaborativos en el cambio de siglo. Y lo dispusimos como una máquina política formidable en las primeras décadas del XXI: conectamos, creamos, transformamos. La nostalgia puede ser añoranza del futuro que pudo ser. Ni la venganza en diferido de quien auguraba que toda innovación era inútil, ni la medalla de quien tuiteó delante de los grises, desgastada ya en sus efectos. Hablamos con Marta G. Franco, autora de Las redes son nuestras. Una historia popular de internet (y un mapa para volver a habitarla), ed. Consonni, 2024, sobre esas tres creaciones y esas tres derrotas de internet: de las redes colaborativas al monopolio de las infraestructuras, del multiverso digital a las big tech, de la autocomunicación de masas libre de escala a la hegemonía de la internacional del odio. Pero, como dice Francco, esa historia es una fuente de conocimiento y de amor para las nuevas rupturas: “Repasar esta historia de victorias ‒porque si nos robaron y perdimos tres veces es porque un rato antes, tres veces, íbamos ganando‒ no es un ejercicio de nostalgia impotente, es una herramienta para recordar que se puede ganar. Que internet puede ser un territorio donde aprender, colaborar y avanzar hacia algo que se parezca mucho más al mundo en el que nos gustaría vivir” (p. 13). Para ello existe un doble obstáculo que la obra busca superar. Un problema, primero, de memoria. En tanto se ha perdido ese hilo de nuestra historia instituyente en lo digital (diversa en los cuerpos y culturas que la han protagonizado), parecemos poca cosa, y una cosa pasiva en todo caso, frente a los chicos listos de Silicon Valley. Así, como gente a la que internet le ha pasado en lugar de la gente que lo ha hecho, nada sustancioso podemos conocer y mucho menos decidir sobre su funcionamiento. A este obstáculo cognitivo se le suma el político. No se valora de forma suficiente lo que se ha perdido o lo que nos jugamos. La esfera digital no es un añadido a la realidad donde matar la espera y los trayectos en bus. Es un espacio político y de politización predominante. Es el medio de transmisión del bulo de las represas y un espacio conversacional que ya no tiene sustituto. La forja de las subjetividades que postceden al neoliberalismo. Es decir, un asunto basal de la democracia que no se agota en la toxicidad de tal o cual red social y del que no hay una desconexión productiva posible. Es cierto que, frente a esos obstáculos, Marta G. Franco expone un programa de reformas profundo y levanta acta del malestar digital: un clima de desafección, deterioro de la atención, depreciación de sus mecanismos de captura, deserciones y colapso de la esfera social digital aquí y allá que coincide con una aceleración en la inauguración y recreación de mundos que podría ser la cuarta victoria en internet. Los medios para ésta son desiguales, pero la partida continúa y hay sitio para que entréis.
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    1 h y 2 m
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