Episodio 45 – El Señor de las Moscas. (Parte 12: El Grito de los Cazadores). La isla arde y los niños ya no son niños: son cazadores movidos por el miedo, el odio y el eco salvaje de un grito que atraviesa la selva. En este capítulo final, Ralph huye no solo de sus perseguidores, sino del monstruo que ha despertado en cada uno de ellos. El fuego devora todo a su paso, como si la isla misma quisiera purificar el horror ocurrido en su interior. Cuando finalmente aparece un adulto, la ferocidad se detiene de golpe… y los cazadores recuerdan que alguna vez fueron inocentes. Pero el silencio que sigue es más desgarrador que el grito: es el despertar de la conciencia. En este cierre, Golding nos deja una verdad amarga y luminosa a la vez: aun en la oscuridad más profunda, el ser humano es capaz de verse a sí mismo… y llorar por lo que ha destruido.

Episodio 44 – El Señor de las Moscas. (Parte 11: El Peñón del Castillo). La tragedia alcanza su punto más violento. En este capítulo, Ralph y sus compañeros acuden al Peñón del Castillo para intentar razonar con Jack y recuperar las gafas de Piggy. Pero la confrontación se convierte en caos: la caracola, símbolo del orden, es destruida, y con ella muere toda esperanza de civilización. Piggy cae ante la brutalidad del grupo, y la razón es silenciada por la fuerza. William Golding nos muestra aquí el momento definitivo en que el salvajismo se impone, dejando solo ruinas donde antes había humanidad.

Episodio 43 – El Señor de las Moscas (Parte 10: La Caracola y las Gafas). Los últimos símbolos de la civilización se tambalean. En este capítulo, la caracola —símbolo del orden y la palabra— y las gafas de Piggy —fuente de fuego y de razón— se convierten en el centro del conflicto. Jack y su tribu toman por la fuerza lo que representa el poder, mientras Ralph y los pocos que lo siguen intentan resistir. La isla se divide de manera definitiva: ya no hay reglas, solo dominio. Golding muestra cómo la ruptura de estos símbolos abre paso a la barbarie total, dejando claro que la fragilidad de la civilización puede quebrarse con un simple golpe.