15 de noviembre 2023 Miércoles de la XXXII semana del Tiempo Ordinario. Memoria de San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia. Podcast Por  arte de portada

15 de noviembre 2023 Miércoles de la XXXII semana del Tiempo Ordinario. Memoria de San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia.

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LA MADUREZ DE LA FE ALCANZA NO SOLO LA SANACIÓN SINO TAMBIÉN LA SALVACIÓN.


San Lucas 17, 11-19

En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!”.

Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.

Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


Hoy vemos cómo uno de los diez leprosos es un samaritano, quien regresa a agradecer a Jesús, alabando a Dios en voz alta y postrándose ante Jesús para darle gracias. Este gesto le valió que Jesús le dijera: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.


La fe del samaritano es mayor que la de los otros nueve judíos, que creyeron hacer lo correcto al ir a cumplir la ley, pero solo él regresa a agradecer, por eso recibe algo más que pura sanación corporal, recibe la salvación.


Nosotros no debemos afanarnos en la pura sanación de nuestro cuerpo, pues ¿De qué sirve tener el cuerpo sano mientras vamos de camino a la salvación? No es el cumplimiento de leyes o costumbres lo que salva sino la fe en Jesús.


Todos aquellos leprosos sanados que prefirieron ir a cumplir la ley; se parecen al sacerdote y al levita que por cumplir la ley no tuvieron compasión con el hombre que estaba tirado en el camino (Lc 10,31-32), ellos no tuvieron la delicadeza de regresarse a agradecer a Jesús su sanación, mucho menos de profesar su fe en Él, porque ellos, aun cuando sean del pueblo elegido, no están dispuestos a seguir a Jesús desde la fe, si acaso quieren hacerlo es desde el cumplimento de la ley.


Hoy estamos en tiempos de otras leyes, es el momento de la historia humana en que se está perdiendo la sensibilidad hacia los enfermos y por eso están legalizando las alternativas de eutanasia y suicidio asistido, se está viendo a los niños que son engendrados como un error y por eso se busca eliminarlos con el aborto legal y se está buscando que se permitan la libertad para usar drogas, diciendo que se trata de un permiso para su uso recreativo; hoy también se le da más importancia a la inclinación o preferencia sexual que al llamado que Dios creador hace a realizar una vocación a la santidad, desde el matrimonio o la castidad, por lo que se tienen registrado como un derecho humano la libertad para elegir su género sexual. Con una situación socio-cultural de tal magnitud, no es extraño ver que ya no haya quienes quieran mantener un vínculo permanente con Dios, pues si se le pide es para que conceda un favor, pero una vez que se experimenta uno bien, no mira como necesario mantener una relación de gratitud y de perseverante discipulado, porque otras leyes están haciendo que los que han recibido el favor de Dios quieran ir a cumplirlas.


Ante esto, nosotros debemos preguntarnos, ¿Qué es lo que nos justifica para no relacionarnos con Dios y con los que más nos necesitan? ¿Con qué propósito nos acercamos a Dios y qué nos convence para mantenernos unidos a Él en los momentos cotidianos de nuestra vida?


Jesús sigue en su camino a Jerusalén y solamente los discípulos convencidos de su poder sobre la muerte y el pecado, podrán recibir algo más que la sana


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