📝 Notas y enlaces del capítulo aqui: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/252-las-tres-muertes-de-internet/

A lo largo de nuestras vidas hay un pequeño puñado de noticias que nos marcan hasta el punto de recordar para siempre dónde estábamos ese día.

Habitualmente son cosas como la llegada del hombre a la Luna, la caída del muro de Berlín, atentados como los del 11S o el 11M o cosas más alegres como el gol que hizo a España campeona del Mundo

Bueno, pues en mi lista personal también hay un momento un poco friki: el día que murió Superman.

Sí, porque cuando en 1992 DC Comics decidió matarlo, como una forma de revitalizar las ventas, las radios, las televisiones y los periódicos de medio mundo dieron la noticia.

Y yo estaba a mis 8 añitos en un bar de Cuenca con mis padres tomando el aperitivo, cuando en el informativo que había en la tele contaron que Superman había muerto. No veas qué disgusto. Aún hoy me acuerdo.

No sé si cuando pasen treinta y tantos años de este capítulo de kaizen tú te seguirás acordando, pero vamos a hablar de una muerte aún más importante. Hoy hablamos de la muerte de Internet. O mejor dicho: de sus tres muertes

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Te entregan una caja con un botón.

Si lo pulsas, te dan una enorme cantidad de dinero pero muere una persona completamente desconocida, de la que no has oído hablar jamás y sobre la que nunca sabrás nada.

Si no pulsas el botón no sucede nada.

¿Qué harías? ¿Lo pulsarías?

Esta premisa es el punto de partida de un estupendo relato de Richard Matheson, el autor de Soy Leyenda o El Increíble Hombre Menguante.

Y, sí, ya sé que de entrada ninguno lo haríamos. Pero lo cierto es que somos más fáciles de corromper de lo que imaginamos.

Piensa que la cantidad que te dieran fuesen 10.000€. ¿Cuál sería tu respuesta? ¿Y si fueran 100.000? ¿Y un millón? ¿Y 100 millones? ¿Y 1000 millones?

Podría seguir aumentando las cifras y tal vez no cambiaras nunca tu respuesta, puede que ni dudaras. Pero hace muchos años aprendí de una maravillosa película argentina llamada Nueve Reinas que normalmente lo que falta no es gente dispuesta a hacer cosas, sino dinero para convencerla.

Si pudieras obtener exactamente lo que quieres —dinero, estatus, amor, obediencia— y nadie, absolutamente nadie, pudiese enterarse jamás de los métodos que has usado… ¿dónde estarían tus líneas rojas?

Antes de que respondas, recuerda: todos creemos ser los buenos. Incluso los malos lo creen.

Quiero pensar que para la mayoría de nosotros, ni la violencia ni el asesinato son opciones. Que tampoco lo son el abuso, físico o psicológico. Pero, si somos sinceros, las líneas se vuelven peligrosamente borrosas cuando entramos en el terreno de la mentira, del engaño o de la manipulación. Y, si no, pregúntate: ¿cuántas veces te has comportado como no eres para agradar a alguien? ¿Es eso malvado?

Cuanto mayor es la distancia que percibimos entre nuestros actos y sus efectos negativos, más sencillo nos es mirar para otro lado. Y, a la vez, cuanto mayor es la recompensa que esperamos, más nos domina el deseo.

No te preocupes: este capítulo no te volverá una mala persona.

Como mucho te hará reconocer lo que ya eras capaz de hacer… pero fingías no saber.

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📝 Notas y enlaces del capítulo aqui: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/250-sobreviviendo-a-la-abundancia/

Piensa por un momento en el mundo que nos rodea.

Tenemos acceso a más conocimiento del que jamás tuvo Aristóteles, a más mapas que Magallanes, a más música que Mozart… y a más entretenimiento que todos los emperadores romanos juntos

Y, bueno, que la mayoría de nosotros no seamos mejores filósofos, navegantes o músicos que esas grandes figuras es normal… pero que nos aburramos, que no sepamos qué hacer con nuestro tiempo o que sintamos permanentemente que nos falta algo es un poquito más paradójico.

Vivimos rodeados de abundancia, a niveles que ninguna generación anterior pudo imaginar. Somos absolutos privilegiados, sí, pero a la vez nos cuesta lidiar con esta infinidad de opciones y con la permanente insatisfacción de que tan pronto como logramos algo que queríamos, aparezca el siguiente deseo.

Desde esta perspectiva el futuro puede ser a la vez una bendición y una maldición. Porque si creemos lo que algunos dicen, tal vez logremos una abundancia casi absoluta. Quizás tengamos fuentes de energía prácticamente ilimitada a la vuelta de la esquina. Inteligencias artificiales que resuelvan todos nuestros problemas y robots que hagan todos los trabajos posibles. Puede que acabemos con la pobreza, con la crisis climática, con las enfermedades o incluso con el envejecimiento. Quién sabe, a lo mejor llegamos a vivir casi para siempre en un mundo repleto de cualquier cosa que podamos desear. Y puede que al final de ese camino no haya un paraíso, sino la insatisfacción más absoluta.

Y, sí. El de hoy va a ser uno de esos capítulos raros de ideas contradictorias. Pero, como diría alguien que yo me sé… haber elegido Telecinco.

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