
Oh, feliz conversión (de las obras de San Buenaventura)
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¡OH, FELIZ CONVERSIÓN!
De las obras de San Buenaventura
“Así sucede cuando el alma devota, movida y estimulada o por la esperanza del cielo, o por el temor del eterno suplicio, o por el hastío de la vida en este valle de lágrimas, comienza a ser tocada con nuevas inspiraciones. Y así, rechazados y despreciados los antiguos defectos y los deseos de antes, es espiritualmente fecundada con el espíritu de la gracia por el Padre de las luces, de quien proviene toda dádiva preciosa y todo don perfecto, con la decisión de una nueva forma de vivir.
¿Y qué significa esto, sino que descendiendo la virtud del Altísimo, el Padre vuelve fecunda el alma con una semilla celeste? Tras esta sacratísima concepción, el alma cambia el rostro por una verdadera humildad en el comportamiento, experimentando desgana por los placeres en el alimento y la bebida, a veces también debilitándose y enfermando en el reniego de la propia voluntad. Anda triste y turbada por los pecados pasados, por el tiempo perdido, por la compañía y la conducta de los hombres con los que convivió en el mundo según los criterios mundanos. Poco a poco, ya comienza a resultarle pesado y tedioso todo lo que está y ve afuera, porque se da cuenta de que desagrada a Aquél que percibe y siente presente en el corazón.
¡Oh feliz conversión, por la cual se consigue el desprecio del mundo y un gran apetito por las operaciones del cielo y las ocupaciones divinas! Ya habiendo gustado el alma, aunque no sea más que un poco, la suavidad del espíritu, el alma comienza a subir a la montaña con María, porque después del encuentro empiezan a molestar las cosas terrenas y se desean las celestes y eternas. Ya se comienza a huir de la compañía de aquellos que sólo encuentran sabor en lo terreno, y anhela la familiaridad de aquellos que suspiran por lo celeste. Y esto es muy importante, porque es la exigencia de muchos, que cuanto más se apartan del mundo, tanto más amigos y familiares se vuelven de los hombres buenos, volviéndose más insípida la compañía de los malos, y más dulce la vida honesta de los buenos y los espirituales.
Eso mismo has de hacer tú, alma devota, si sientes haber concebido del Espíritu nuevos deseos de vida celestial. Huye de la compañía de los malos, asciende con María, busca los consejos de hombres espirituales, trata de imitar las huellas de los perfectos, contempla las palabras de los buenos junto a sus obras y sus ejemplos. Huye de los venenosos consejos de los perversos, que siempre buscan pervertir, desean impedir, no desisten de cortar los nuevos deseos del Santo Espíritu, y muchas veces bajo apariencia de piedad inoculan el virus de la tibieza, diciendo: -Lo que empiezas es demasiado grande, te fallarán las fuerzas, te faltarán las virtudes naturales, perderás la cabeza, te prepararás mil enfermedades distintas, y se te obnubilará la razón. Todo esto te sucederá si no desistes de lo comenzado, si no atiendes a los problemas del mundo...Estas cosas no irán bien para tu vida, te harán perder honor e imagen-. Mira cómo muchas veces se convierten en maestro de disciplina y médico del cuerpo el que ni sabe componer sus propias costumbres ni es capaz de curar la enfermedad de su propia mente.
Ay, ¡Cuántos y cuántos cayeron por las zancadillas de los consejos de los mundanos, y mataron al Hijo de Dios que había sido concebido en ellos por el Espíritu Santo! Esta es la miserable poción de la ignorancia del mundo, que impide en muchos la concepción espiritual, y en otros elimina y aborta lo que ya está propuesto como enmienda, o por lo menos ya se había deseado.”
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