
La Verdad no es de este mundo
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La Verdad no es de este mundo
Podríamos preguntarnos, ¿cuál es el límite al que podemos alcanzar a la hora de profundizar en nuestro interior?
¿Cómo acercarnos más a la esencia? ¿Qué hay en uno mismo?
Si queremos obtener respuestas hemos de renunciar a catalogar o dar forma a nada que pueda surgir.
La realidad interior es incatalogable, ni comprensible por la mente humana.
Cualquier cosa que observemos nos llevará fuera de la propia experiencia de lo que se manifieste por nuestro hábito natural de querer comprender bajo el prisma del ser humano habitual.
Tendremos que reconocer que no hemos de hacer nada con lo real, con la Verdad. No puede ser manejada por nuestro intelecto, pues se trata de una realidad que se escapa al aparato mental que utilizamos.
Sabemos que la Verdad es inmodificable, que no necesita nada de nuestra aportación, ni nuestro entendimiento para existir.
Sabemos que si queremos acercarnos a la Verdad hemos de hacerlo en completo silencio para poder contemplarla, e incluso al hacerlo ya obtendremos un reflejo al que nos trasladaremos en nuestra mente y nos alejaremos de ella.
Las ideas que generamos en nuestra mente sobre la Verdad realmente se generan por el desconocimiento de ella.
Nuestra idea de yo, dado que existimos, se ha generado mediante los elementos de esta realidad física, que es efímera y transitoria, y por ello, solo es un añadido que sirve de señuelo e impide que acedamos directamente a ella.
Finalmente, hemos construido una idea de yo que necesita generar ideas pensamientos, juicios y valoraciones, para considerar que algo existe y no sabemos percibir la Verdad en sí misma y necesitamos construir una idea de ella.
Quizás anhelamos la Verdad, pero en ese mundo exterior y separado no dejamos de querer encontrarla en ese sistema mental que se apoya en la materia.
Hemos de agotare todos los intentos de querer encontrarla en el medio material y humano. Hemos de dejar que sea ella misma la que nos muestre su realidad y su naturaleza.
Cualquier cosa que hagamos nos separa de nuestro centro y nos desplaza en los actos, por ejemplo, de buscar la Verdad.
Siempre es un intento, un acto y un volver al puente de partida, ya que no hay forma de expresar lo real en esta dimensión física que se caracteriza por su impermanencia.
Cuando desisto de querer representarla en ningún modelo, entonces tengo la alternativa de dejarme sentir desde dentro. Es cuando puedo percibir que la Verdad me acompaña siempre.
¿Qué ocurre si en esa contemplación de lo que es, realizo alguna acción para manifestarlo, entenderlo, tocarlo? Pues que me separo de la presencia silenciosa de la Verdad para reflejarla en ese acto o representación. Me estoy separando de ella.
Vemos que cualquier intento que realizamos con respecto a la Verdad es inútil y no logramos más que crear un reflejo o un símbolo de ella.
Aprendemos que no hemos de hacer nada con ella, que nos mantengamos atentos a su silenciosa compañía
Quizás contemplarla como si estuviese en el centro de todo, como si fuese nuestra médula espinal.
En la vida humana hemos aprendido que toda la realidad interior se ha de reflejar en algún tipo de acto, hablar, pensar, actuar, etc.
Por ese motivo nos resulta tan difícil dejar a la Verdad simplemente en nuestro interior, pues no puede expresarse de ningún modo mediante las posibilidades que nos da la materialidad.
Veremos que por debajo de cada uno de nuestros actos existe un ser real que somos realmente y que nos creemos supeditados a una manifestación, pero que realmente existimos antes de cualquier acto.
Al igual que la Verdad existe sin mostrarse, sin hacer, también nuestro ser real interior existe sin necesitar revestirse de acción o materia.
Al estar tan habituados a reconocernos a través de nuestros actos mediante los que se nos valora socialmente nos vemos representados por ellos y a su vez somos esclavos de un reflejo de la Verdad que somos, en vez de permanecer en Ser.
Continúa,....