LA VIOLENCIA QUE NO CESA, VIOLENCIA O POLITICA Podcast Por  arte de portada

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Buenos días a todos mis suscriptores y amigos del blog. Hoy quiero hablarles de algo que me avergüenza profundamente: la violencia en la política. Cuando veo los debates en el Congreso, o en cualquier parlamento, me quedo perplejo al ver a personas adultas, muy adultas, gritar, pelear, difamar y destrozarse mutuamente. Me pregunto, ¿para qué toda esa violencia? ¿Es que para llegar al poder hay que ser violento, hay que humillar al otro, ponerle el pie encima para ser el "rey" que tiene el control? Creo que esta violencia no solo la ejercen los políticos, sino que la hacen porque piensan que así consiguen votos. Esto me lleva a una reflexión incómoda: ¿nosotros, como espectadores, nos identificamos con esa violencia porque llevamos mucha violencia dentro? ¿Nos gusta identificarnos con los fuertes, los poderosos, los que ganan y humillan, porque nuestro propio narcisismo busca esa imagen de "gran guerrero" o "vencedor de batallas"? Pienso en ejemplos como Trump, un "showman" que sabe atraer la atención y que ha sido votado por millones. No creo que solo sea por su espectáculo, sino porque es un tipo violento que "arrasa" con todo lo anterior para hacer algo nuevo y llamativo. Esa capacidad de arrasar, de destruir para construir algo diferente, atrae a la gente que, creo, querría hacer lo mismo. A lo largo de la historia, los grandes conquistadores han sido arrasadores, destruyendo ciudades, templos, como hicieron los romanos con Jerusalén. El poder de la violencia es un imán. Por eso, los políticos que dicen barbaridades y mentiras con violencia en sus relatos atraen a la gente y consiguen sus votos. A la gente no le gusta la bondad humilde, porque la aborrece en sí misma. Sin embargo, estoy convencido de que la bondad debe ser lo más fuerte del mundo, y la verdad lo más bello. Quienes tienen proyectos buenos para cambiar el mundo, para generar solidaridad, fraternidad y acabar con el hambre y la violencia, deben tener éxito y llegar a los más altos niveles. ¿Por qué no vemos a gente buena, con la fuerza de un terremoto, enfrentarse a los mentirosos y decirles la verdad a la cara? Parece que la mentira, la destrucción, el egoísmo, siempre tienen que vencer. ¿Estamos llenando este mundo de falsedad y agresiones? Un sistema como el neoliberalismo, que se basa en una "competitividad salvaje," nos obliga a hundir al otro para tener éxito. Nos han hecho creer que los niños son competitivos desde que nacen, pero eso es falso; la competitividad se aprende de los modelos que les damos. Un niño que llega primero en una carrera no tiene por qué ver al otro como un vencido, sino como alguien con otras cualidades, que deberían ponerse al servicio del bien, no de la soberbia. Debemos elegir a políticos honrados, auténticos y verdaderos, sin importar quiénes sean. Necesitamos analizar nuestra propia violencia interna, porque la respiramos a diario en cada aspecto de nuestra vida. Incluso el ruido de los coches es violencia, una "contaminación acústica" que va en contra de la serenidad y la tranquilidad. No podemos pensar que esta realidad es la única. Hemos creado un modelo violento, una ideología burguesa para mantener el poder.
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