El de Nazaret Docético Podcast Por  arte de portada

El de Nazaret Docético

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Imagina, hermano, que lo que llamamos carne no fuera más que un velo, un ropaje prestado que esconde lo verdadero, un disfraz necesario para moverse entre nosotros sin que lo reconociéramos de inmediato, eso es lo que los antiguos gnósticos llamaron docetismo, la certeza de que el Cristo erademasiado inmenso para reducirse a huesos y sangre, demasiado eterno para ser tocado por la muerte, en su visión no sufrió en la cruz porque la luz no puede ser clavada, solo fue apariencia, un espejo para que creyéramos que compartía nuestro dolor, pero en realidad era presencia pura, incandescencia sin herida.

Ahora bien, no se trata de negar su humanidad, sino de recordar que lo humano que veíamos era un puente, un símbolo viviente, y esa idea no está lejos del relato del Libro de Urantia, donde se nos dice que Miguel de Nebadon —ese príncipe creador de universos— eligió encarnarse en Urantia, nuestra Tierra, como Jesús de Nazaret, sabiendo que debía asumir la condición mortal, probar el pan del hambre, el peso del cansancio, la ternura del abrazo, pero sin dejar nunca de ser lo que era en esencia, un Hijo Creador que sostenía constelaciones enteras con un pensamiento.

El docetismo y Urantia, aunque nacidos en tiempos tandistintos, se rozan en un mismo misterio: el de un ser que camina entre hombres y mujeres, pero que al mismo tiempo vibra en otra frecuencia, inalcanzable, y esa paradoja es la que enciende la pregunta que late desde el principio: ¿quiénfue Jesús?, ¿un hombre con poderes extraordinarios?, ¿un dios disfrazado de hombre?, ¿o un reflejo de lo que somos todos cuando dejamos caer las vendas? Así arranca el capítulo, con una duda que no divide, sino que invita a mirar más hondo, porque quizá no sea cuestión de elegir entrecarne y espíritu, sino de aceptar que en él —y por extensión en nosotros— ambos eran uno solo.

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