Cuentos Prestados

De: Carlos Canal CCS
  • Resumen

  • Cuentos con mensaje que nos ayudan en el día a día a crecer como personas y disfrutar de lo que nos rodea.
    © 2025 Carlos Canal CCS
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Episodios
  • La carta que no escribi
    Apr 12 2025
    No se en qué momento mi hija y yo empezamos a hablarnos menos. Antes nos reíamos por cualquier tontería, nos contábamos todo… y ahora, todo eran silencios. Silencios largos. Casi fríos. Y puertas cerradas. Había días en los que parecía que cualquier palabra mía era una chispa que encendía una discusión. Yo, que siempre me he esforzado por comprender a los demás, sentía que no sabía cómo entenderla a ella. Mi niña. Una noche me senté con una libreta en las manos. Solo necesitaba sacar todo eso que me pesaba. Y entonces escribí. No para ella, sino para mí. Y para esa parte de mí que todavía arrastra historias que nunca se contaron. “Hija, No sé cuándo dejamos de hablarnos como antes. No sé en qué momento sentiste que yo era el enemigo. Solo sé que me duele más tu indiferencia que tus enojos. Porque me recuerda a mi yo de antes. Al adolescente que también se encerraba en su cuarto porque no sabía cómo pedir que me escucharan.” Seguí escribiendo. Recordé mi propia juventud, mis heridas, mis batallas calladas, mis ganas de que alguien me abrazara sin pedirme explicaciones. Recordé cómo me prometí que, si algún día tenía una hija, yo sería distinto. Pero ahora… ahora sentía que no sabía si lo estaba logrando. Al terminar la carta, me sentí vacío y lleno al mismo tiempo. No iba a dársela. No hacía falta. Lo importante era que yo, al fin, había sido honesto conmigo. Guardé la carta en una caja junto a una fotografía suya, de cuando apenas tenía cuatro años y se dormía abrazada a mi cuello. Y entonces lo supe: lo que necesitaba no era una estrategia. Era Paciencia. Y amor del bueno, de ese que se queda aunque no se note. Esa noche, cuando regresó a casa, le ofrecí algo sencillo: un abrazo. Largo. Sin palabras. Un abrazo de esos que contienen todas las palabras no dichas. No le pedí explicaciones. Solo le dije: —Estoy aquí. Cuando quieras, te escucho. Pasaron algunas semanas. Y una mañana, sobre la mesa, encontré una nota suya, escrita con su letra desordenada, como cuando era niña: “Gracias por no rendirte conmigo. Perdón por no saber cómo decirte lo que siento. Yo también estoy intentando entenderme.” Y ahí lo entendí todo. A veces, nuestras hijas no se están alejando. Solo están aprendiendo a encontrarse. Y necesitan saber que, cuando estén listas, estaremos ahí. Sin juicios. Con los brazos abiertos. Porque el amor no siempre habla fuerte. A veces, solo espera. Y abraza.
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  • Cuida tu cuerpo
    Apr 12 2025
    No era ansiedad era exceso de azúcar , , , no era artritis era inflamación por exceso de gluten . . . no era taquicardia era falta de magnesio . . . no era insomnio, era falta de exposición al sol . . . no era falta de concentración sino falta de omega 3 . . . no era fatiga crónica era deshidratación. . . . No eran dolores musculares, era falta de potasio. . . . No era alergia era exceso de lácteos , , , No eran resfriados frecuentes, era deficiencia de vitamina C , , , El síntoma es el idioma de cuerpo para avisarte que algo requiere de tu atención. . . Escucha a tu cuerpo, está intentando decirte algo
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    1 m
  • El niño y el zapatero
    Mar 26 2025
    Don Julián era un viejo zapatero que llevaba más de 40 años remendando zapatos en su pequeño taller. Todos en el barrio lo conocían por su habilidad, pero también por su carácter serio y reservado. Un día, un niño llamado Tomás entró al taller con un par de zapatillas rotas. —¿Puede arreglarlas, señor? Son mis favoritas, pero mi mamá no puede comprarme otras. Don Julián tomó las zapatillas con gesto indiferente. Estaban en muy mal estado, casi imposibles de reparar. —No prometo nada —gruñó, mientras las examinaba. Tomás iba todos los días a ver si estaban listas. Se quedaba mirando al viejo zapatero trabajar, haciéndole preguntas sobre el cuero, las herramientas y los diferentes tipos de costuras. Al principio, Don Julián solo respondía con monosílabos, pero con el tiempo empezó a explicarle pequeños trucos del oficio. Cuando finalmente entregó las zapatillas reparadas, el niño las miró maravillado. —¡Están como nuevas! Gracias, señor. Antes de irse, Tomás le preguntó: —¿Puedo venir a ver cómo trabaja? Quiero aprender. El zapatero bufó. —Este trabajo no es para niños. Es difícil y requiere paciencia. Pero Tomás seguía apareciendo todos los días, observando y ayudando con pequeñas tareas. Poco a poco, Don Julián empezó a enseñarle más, hasta que, sin darse cuenta, el niño se convirtió en su aprendiz. Pasaron los años, y Tomás se convirtió en un excelente artesano. Un día, Don Julián cayó enfermo y tuvo que cerrar el taller. Para su sorpresa, Tomás lo volvió a abrir, manteniendo vivo su legado. Años después, cuando Don Julián falleció, su pequeño taller se había convertido en un prestigioso negocio de calzado artesanal. En la entrada, una placa decía: “Aquí trabajó Don Julián, el hombre que me enseñó que un buen zapato, como una buena vida, se construye con paciencia, esfuerzo y amor.” Moraleja: El verdadero aprendizaje no siempre está en los libros ni en las escuelas, sino en las manos y el corazón de quienes están dispuestos a enseñar. A veces, el mejor legado que dejamos no es lo que construimos, sino a quiénes inspiramos en el camino. Y por supuesto siempre agradecer a todas las personas que nos ayudan en nuestro camino.
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