Diciembre de 2006. Sant Fruitós de Bages, un municipio catalán que siempre había presumido de tranquilidad, se sumía en el frío de una noche que parecía igual a tantas otras. El aire gélido atravesaba los pinos, los tejados estaban cubiertos por un rocío helado y las casas de la urbanización permanecían en silencio. Todo el entorno invitaba a pensar en calma, pero en esa aparente serenidad se escondía una tormenta que estallaría en cuestión de minutos.

La familia Tous, joyeros de renombre y símbolo del lujo catalán, dormía confiada en su chalet. Su apellido había sido sinónimo de éxito, prestigio y expansión internacional. El osito, emblema de la marca, adornaba escaparates en medio mundo. Nadie podía imaginar que esa noche, ese mismo apellido pasaría a encabezar titulares en una sección muy distinta de los periódicos: la de sucesos y tribunales.

Una producción de Abbcast

Era un camionero que se dedicaba al transporte de larga distancia y se consideraba un mujeriego. En las paradas presumía de conquistas, de su estilo de vida libre y del rótulo que lucía orgulloso en su camión: “The Wild One” (El Salvaje).

A simple vista parecía un conductor más de la inmensa red de carreteras que unía los estados, pero detrás de esa fachada se escondía un asesino que aprovechaba la soledad de la ruta para dar rienda suelta a sus impulsos más oscuros. Durante sus recorridos, recogía a mujeres, en su mayoría trabajadoras sexuales o personas en situación vulnerable, y tras un breve engaño las estrangulaba sin piedad. Después, arrojaba sus cuerpos en cunetas, rampas de acceso o bajo puentes, lugares donde nadie reparaba en nada hasta que era demasiado tarde. Era un depredador que conocía bien cómo ocultarse en la rutina del asfalto.

En Narborough, un pequeño y apacible pueblo inglés donde nunca parecía pasar nada, la calma se rompió de golpe una fría noche de noviembre de 1983. Una adolescente de 15 años no regresó a casa tras visitar a una amiga. Su trayecto era corto, un sendero conocido, pero aquella vez nunca llegó a su destino. A la mañana siguiente, un vecino encontró su cuerpo en la penumbra del campo: brutalmente asesinado. Tres años después, la historia se repetiría con una precisión escalofriante. Dos vidas inocentes, un mismo patrón, un asesino invisible. Y lo que nadie podía imaginar: que este caso acabaría cambiando para siempre la historia de la criminología y la justicia en el mundo.