
Abyecto
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Abyecto
La lluvia llevaba más de quince minutos llenando el silencio entre nosotros, así que desde la mesa del comedor miramos a la derecha para ver la pared llenarse de esas manchas de color ciruela que aparecen con la humedad. Ya no nos sorprende como la lluvia empieza a meterse desde la puerta trasera porque ahora tenemos diez años más que la primera vez. Sé que hace tiempo no comentas nada sobre el color ciruela o la gotera en mi cuarto, pero te sentaste en la mesa y me preguntaste si alguna vez había visto una luciérnaga.
Te miré y te forraste el cuerpo con una sábana color violeta. Yo abrí la nevera y su luz corrió a bailar sobre el costado derecho de tu mejilla, tus pestañas y boca. Me serví agua hasta desbordar el vaso porque siempre espero que tomar agua logre limpiar todo lo malo dentro de mí. Me senté sin dejar de beber el agua y al quedar cara a cara en la mesa de la cocina me pregunté por qué esto era todo lo que había esperado.
La mesa estaba llena con un canasto de limones llorones que me recuerdan al tiempo en el que no te gustaba el vino y éramos muy buenos amigos. Otra vez volviste a colocar esa canción, no te dije nada porque yo tampoco me canso de ella. Te pregunté qué habías hecho al respecto de aquello que te cortaba el alma y me dijiste que compusiste una canción sin palabras. No te dije más nada, pero te lo diría con la letra de una canción.
Te pediría que seamos como el humo que se llena de luz porque es más bonito pensar en que somos dos, porque si no te estaré llamando de nuevo a las dos de la tarde a decirte que otra vez desproporcioné todo. No intento que suene como amenaza, pero en mis sueños te pregunto si crees que el cielo está claro porque ya no le dedico mis frustraciones y tú me dices que no.
Esta mañana me di cuenta de que los pájaros ya se ven volando bajo la lluvia ¿Crees que si el camino estuviese en mi mente alguna vez llegarían? Yo creo que mañana me voy, si quieres saber dónde estoy, estoy en una cabaña que construyeron para mi soledad, pero si llegas también hay un espacio para ti, pero últimamente no sé si quieres venir a sentarte en ese banco viejo que tengo para ofrecerte. Mis otros bancos terminaron siendo leña para hacer fuego y aún sigo con frío.
Sé que dices que sería más fácil si salgo de ahí, pero mis pies aún me sangran al caminar, esa vez que salí junto a ti no me importó que sangraran porque ni siquiera me di cuenta de que mis plantas estaban dejando huellas color rojo. ¿Podemos volver a ese lugar o ya no está disponible para mí? ¿Sabes qué compartimos además del tiempo muerto? ¿Una mancha de pintura en la piel? ¿Quieres pretender que no se quita con el agua? ¿Qué tal si nos metemos en el río para que se mezclen las manchas al desvanecerse en el agua? ¿Después compartimos el tener la piel mojada?