
26 Domingo C Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro
No se pudo agregar al carrito
Add to Cart failed.
Error al Agregar a Lista de Deseos.
Error al eliminar de la lista de deseos.
Error al añadir a tu biblioteca
Error al seguir el podcast
Error al dejar de seguir el podcast
-
Narrado por:
-
De:
Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro
Todos somos los dos hombres de la parábola, aunque no nos guste, el hombre rico y el pobre Lázaro, con sus debilidades y cualidades, aspiraciones y deseos. Ambos viven vidas paralelas, relacionadas, aunque opuestas, en esta vida y en la otra, cruzándose en las encrucijadas de esta vida. Los primeros serán los últimos, y los últimos los primeros.
El hombre rico no tiene nombre en el evangelio, aunque la tradición le llame Epulón, que significa hombre que come y se regala mucho. Las riquezas no te identifican, no te dicen quién eres, o de dónde vienes. Frente a Dios todos somos iguales; para él las cosas no tienen valor, no significan nada. Nacemos desnudos y nos vamos de esta vida sin nada en que podamos asirnos. Solo nos encontraremos allí lo que hayamos conseguido dar a los demás. No es importante lo que tienes o lo que has acumulado, sino quién eres, o que has llegado a ser. Las cosas no te hacen; solo lo que haces de ellas. Frente a Dios somos niños pequeños con juguetes en nuestras manos.
Somos el rico Epulón. Podemos vivir una vida egoísta, sin darnos cuenta de que hay mucha gente cerca de nosotros con necesidades materiales y espirituales. Vivimos con las puertas de nuestro corazón cerradas, una vida centrada en nosotros mismos. No vemos la pobreza que nos rodea. Los perros lamen las heridas de Lázaro y no oímos sus ladridos. Jesús en el evangelio de hoy intenta darnos la vuelta como un calcetín, abrirnos los ojos para ver a los Lázaros que están afuera de nuestra puerta. El Papa Francisco dice que Lázaro representa el grito silencioso de los pobres de todos los tiempos. Están constantemente llamando a nuestra puerta. El Papa nos recuerda que ignorar a los pobres es desdeñar a Dios. Tenemos que ver a Jesús en el necesitado, despojado, destituido, indigente. Cada sintecho es Jesús mismo, aunque esté sucio, huela mal o se enfade contigo.
Lázaro sin embargo tiene su nombre. La pobreza es real: afecta a personas concretas. La puedes identificar enseguida. Algunos autores dicen que Lázaro era una persona real en tiempos de Jesús, un pobre conocido, quizás sentado a la puerta del templo, ayudado por Jesús y sus apóstoles. Judas le hubiera dado dinero protestando, diciendo que era falso, o que iba a utilizar el dinero para comprarse drogas o bebidas.
Nosotros somos Lázaro, sentados en el camino de la vida, mendigando la ayuda de Dios. Lázaro significa Dios asiste. Los ricos no necesitan de Dios. Lo tienen todo planeado, el futuro organizado. Solo son felices cuando consiguen más dinero. Los países ricos abandonan a Dios y los pobres. En vez de construir catedrales para llegar a Dios, construyen estadios, museos, estaciones, aeropuertos, para contemplarse a si mismos, edificios sin alma. Benditos los pobres de espíritu porque ellos verán a Dios. Si somos Lázaro en esta vida, en la otra seremos ricos espiritualmente, disfrutando la vida infinita de Dios, como lo hacen los santos y los ángeles. La austeridad de esta vida se transforma en la abundancia de Dios.
josephpich@gmail.com