
25 Domingo C Parábola del administrador infiel
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Parábola del administrador infiel
Esta parábola tiene que ver con la administración de bienes. Dios nos ha dado unos bienes y Jesús nos pide hoy que nos examinemos para ver cómo los estamos administrando. Estamos a su servicio y podríamos ser un poco perezosos o indiferentes. No importa mucho que nuestro campo sea grande o pequeño. Lo importante es como lo estemos gestionando y si estamos dando buena cuenta de él. El amo ensalzó al administrador infiel por su prudencia y astucia. San Agustín dice que Jesús propuso esta parábola, no para alabarle, sino para que tengamos un ojo en el futuro. Deberíamos tener la determinación del administrador para asegurarnos el premio eterno. No podemos olvidar que estamos de paso y que lo que importa es la eternidad.
El administrador era un hombre listo y apañado. Lo imagino bien vestido, elegante y con clase. Jesús se queja de que “los hijos de este mundo son más sagaces en los suyo que los hijos de la luz.” Conocemos a mucha gente que pone mucho tiempo y esfuerzo en las cosas de este mundo. Hacen inmensos sacrificios para conseguir riquezas, poder u honores. Nosotros deberíamos poner el mismo esfuerzo en nuestro servicio a Dios. San Josemaría comenta del afán que ponen los hombres en sus asuntos terrenos: “cuando tú y yo pongamos el mismo afán en los asuntos de nuestra alma, tendremos una fe viva y operativa.”
“Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho.” Si comparamos las cosas de este mundo con las de la otra vida, sabemos que nuestros sacrificios son nada comparados con el premio prometido. Como no vemos la tierra prometida, nos cuesta comparar. La realidad es que todo lo que tenemos es un don de Dios y antes o después deberemos dar cuenta de ello.
Lo que está detrás de esta parábola es un defecto muy humano: la pereza. No somos buenos administradores de los bienes de Dios porque somos perezosos. Es un vicio escondido del que no nos confesamos con frecuencia, pero que nos afecta a todos, de alguna manera u otra. Hacemos lo que no deberíamos hacer y no hacemos lo que nos toca. Podemos ser muy activos en cosas que no son importantes.
“Ningún criado puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión a uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo.” Dicen que solo podemos tener un señor, que no podemos ser esquizofrénicos. “No podéis servir a Dios y a las riquezas.” No podemos dejar que el dinero sea nuestro dios, o que el fin de nuestra vida sea acumular riquezas. El profeta Amos en la primera lectura carga contra los que explotan a los pobres. No podemos olvidarlos. Deberíamos ayudarlos con los bienes que Dios nos ha dado.
josephpich@gmail.com