20 Domingo C Fuego he venido a traer Podcast Por  arte de portada

20 Domingo C Fuego he venido a traer

20 Domingo C Fuego he venido a traer

Escúchala gratis

Ver detalles del espectáculo

Fuego he venido a traer a la tierra

Hoy Jesús nos dice en el evangelio: “Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que arda.” En la Biblia el fuego se utiliza como símbolo para describir el amor ardiente de Dios por nosotros. Ese amor divino es lo que hizo que la Palabra se hiciera hombre: tanto ha amado Dios al mundo que nos dio a su Hijo único. Jesús nos dio su vida por nosotros en la cruz: no hay mayor amor en el hombre, que dar su vida por sus amigos. Experimentamos su amor en la Eucaristía, cuando lo encontramos en el pan de vida. Santa Teresa de Jesús cuenta que una vez, cuando viajaba por España para comenzar un nuevo convento, durante el mes de enero, hacía mucho frio y estaba lloviendo. Ella estaba enferma, viajaba en una carreta, y los caminos estaban llenos de barro. Se quejó a Jesús. Este le respondió: Teresa, no te preocupes del frio. Yo soy el calor verdadero.

De las tres virtudes teologales, solo la caridad permanece en la otra vida. La fe es la puerta, la esperanza nos empuja a entrar, pero es el amor lo que traemos con nosotros al otro lado. El amor permanece para siempre. Nuestro amor a Dios es una reflexión del amor que él tiene por nosotros. Cuando muramos, experimentaremos de lleno el fuego del amor de Dios. Aquí en la tierra no estamos preparados para disfrutarlo. Por eso Dios no suele aparecerse a las personas; sino desapareceríamos consumados por su fuego. Debemos transformarnos aquí en la tierra para poder confrontarlo, a través de la gracia y de nuestro esfuerzo personal. Benedicto XVI dice que el mismo amor de Dios, consume a las almas en el infierno, las purifica en el purgatorio, y las inflama en el cielo.

Para que un fuego siga quemando y no se extinga, necesita ser atendido. Hay que echar leña constantemente. Lo mismo ocurre con el amor humano. Si no respetas a la otra persona, si la tomas sin consideración, la llama se puede extinguir. Para mantener el amor, hay que echar al fuego cada día un poco de nuestro egoísmo, de nuestro orgullo, de nuestra vanidad, de nuestra sensualidad. Nuestro amor a Dios tiene que crecer, y pasar de una pequeña llama a un fuego que arde el bosque, que quema todo lo que encuentra a su paso. Jesús causa contradicción por donde pasa. No nos podemos quedar indiferentes a su paso. El fuego de su amor es infinito, poderoso, incontenible, y se extiende a todo lo que toca. Eso es lo que han hecho los santos: inflamar a los demás con el amor divino.

La Biblia nos recuerda que Dios es Amor. Él nos ha amado primero. Él es la causa de que estemos aquí. Quiere que le amemos, que le correspondamos a su amor por nosotros. Nos quiere a cada uno de nosotros personalmente. Somos únicos para él. No se olvida de nosotros. Nunca ha dejado de querernos. Su amor es incondicional. Y todo eso porque nos ha creado.

El Cura de Ars decía que para ser santo uno tiene que ser medio loco. San Josemaría decía de sí mismo que era un loco por el amor a Dios. Los parientes de Jesús le tomaron por loco. En el día de Pentecostés, la gente pensó que los apóstoles estaban borrachos, después de estar llenos del Espíritu Santo. A san Francisco le llamaban el loco de Asís. Cuanto más santo seas, más gente pensará que tendrían que meterte en un manicomio. Dios está loco por nosotros. Vamos a pensar que podemos hacer para que nuestro amor de Dios aumente. Si estamos fríos, nuestra Madre Santa María puede soplar las brasas de nuestro amor.

josephpich@gmail.com

Todavía no hay opiniones