
10_Alegría de Jesús
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Jesús es movido por un impulso luminoso que los demás percibían por su autoridad y atractivo. Tenía una vitalidad y una fuerza palpables en su personalidad. No actúa como un visionario, que empuja a la gente hacia una dirección; sino que se fija en los detalles pequeños, se detiene en cada persona y se hace cargo de lo que necesita. Nos busca a cada uno, de forma personal, concreta e individual.
Esa luminosidad o brillo de Jesús se ve en su alegría. ¡Cómo disfruta de las cosas! No lleva un perfil de líder trágico, a pesar de que es tan incomprendido que le crucifican. Tampoco es un revolucionario que pretende destruir lo malo para que sólo esté lo bueno. Lo que mueve a Jesús es la alegría, que le permite ver lo bueno y asombrarse de la belleza de cada uno para dejar de lado lo malo. Tiene como premisa el punto bueno que ha visto en el corazón del hombre. Él utiliza alguna vez la parábola del médico, que es muy coherente porque el médico pretende recuperar lo bueno de las personas. Sucede algo así en el caso de María Magdalena, que está destrozada, pero Jesús ve lo bueno que hay en el fondo de su corazón. A partir de ahí, María recobra el sentido de su vida.
Jesús, al mirarnos con esa alegría, ve nuestra dignidad con respeto y con amor. Así no nos podemos sentir avergonzados porque no nos mira con lamentación, ni nos humilla, ya que Él sólo contempla el bien que llevamos dentro. Lo que nos transmite no es rechazo, ni acusa el acto concreto, sino que es sembrador de paz y de alegría contemplando el conjunto de nosotros mismos.