
UN CABALLERO PARA LA SEÑORITA BROOK
Los Langford
No se pudo agregar al carrito
Solo puedes tener X títulos en el carrito para realizar el pago.
Add to Cart failed.
Por favor prueba de nuevo más tarde
Error al Agregar a Lista de Deseos.
Por favor prueba de nuevo más tarde
Error al eliminar de la lista de deseos.
Por favor prueba de nuevo más tarde
Error al añadir a tu biblioteca
Por favor intenta de nuevo
Error al seguir el podcast
Intenta nuevamente
Error al dejar de seguir el podcast
Intenta nuevamente
Escucha audiolibros, podcasts y Audible Originals con Audible Plus por un precio mensual bajo.
Escucha en cualquier momento y en cualquier lugar en tus dispositivos con la aplicación gratuita Audible.
Los suscriptores por primera vez de Audible Plus obtienen su primer mes gratis. Cancela la suscripción en cualquier momento.
Compra ahora por $3.99
-
Narrado por:
-
Virtual Voice
-
De:
-
MCL

Este título utiliza narración de voz virtual
Voz Virtual es una narración generada por computadora para audiolibros..
Junio de 1810
...
―¡Ey! Aquí, ayuda ―llamó a gritos.
Por suerte para ella era un hombre, y ningún hombre por poco caballeroso que fuera ignoraría un grito de mujer.
Y así fue, el hombre, muchacho, o tuviese la edad que tuviese la escuchó, y caminó en dirección a ella sin dudarlo, pero entonces lo vio.
No, no, no, no. No podía ser él. Cualquiera menos él, se dijo para ella.
Pero como Brook bien sabía, tenía la peor suerte del mundo, y aquella ocasión volvía a recordárselo. Atrapada, ridículamente atrapada, con el vestido roto por el trasero, y frente a ella, Set Carroway, el mezquino, libertino e insufrible Set Carroway.
Brook tragó saliva y alzó la barbilla, como si no tuviera el vestido medio desgarrado ni estuviera colgando como una banderola en plena tormenta.
―¿Vas a quedarte ahí mirándome o vas a ayudarme a bajar de este maldito tejado? ―espetó, con más dignidad de la que la situación le permitía.
Set Carroway no se movió. Solo ladeó la cabeza con aire de suficiencia, y sus ojos ―esos malditos ojos azules que parecían haber sido diseñados para ponerla de los nervios cada vez que la miraban― recorrieron la escena con una lentitud desesperante.
―¿Y por qué habría de hacerlo? ―preguntó con esa voz grave tan suya, tan poco útil como peligrosa. Luego, pasó los dedos por su cabello castaño despeinado, peinándolo hacia atrás con gesto pausado y terriblemente irritante.
Brook apretó los dientes.
No era que le cayera mal, no exactamente. Es solo que, todo en él olía a pretencioso: su forma de andar, de hablar, de respirar. Como si le hiciera un favor al mundo con cada paso que daba sobre la tierra.
...
Todavía no hay opiniones