La Santa Muerte, final también Audiolibro Por Martha Whittington arte de portada

La Santa Muerte, final también

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La Santa Muerte, final también

De: Martha Whittington
Narrado por: Virtual Voice
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Este título utiliza narración de voz virtual

Voz Virtual es una narración generada por computadora para audiolibros..

Fragmento tomado de la obra: ‘La Santa Muerte, final tambien.’
Material protegido por derechos de autor.


Ahí, en la pista de baile había un magnífico macho con máscara de luchador, pero semi desnudo.

Esos pantalones de mezclilla apretados le daban un toque magnifico, y las botas vaqueras de tacón cubano el acento perfecto.

Y al suave ritmo de la música ‘House Mix’ Gabriel lentamente empezó a marcar el ritmo con el cuerpo.
Estaba entrando en una especie de trance.

Se puso las manos en las estrechas caderas y comenzó a moverse despacio, sintiendo el ritmo suave, cadente, repetitivo, pero con sonido pegajoso e interesante.

Movió despacio la cabeza de un lado al otro mientras marcaba el ritmo suavemente, la bajó un poco y luego la levantó, viendo hacia el techo.

Y sintiéndose en ambiente con la musca más fuerte Gabriel pasó las manos por el frente de la cadera, frotando con la mano abierta, suavemente, seductoramente.

A continuación, subió las manos lentamente de las caderas a tocar y acariciar el vientre cuadriculado, empotrado en estrecha cintura.

Gabriel acarició breve pero seductoramente su ancho pecho, en abierta invitación y como diciendo: ‘Esto es lo que hay esta noche. ¿Quién quiere?’

Estómago cuadriculado. Músculos en forma de rombos a los costados, desde las axilas hasta el ombligo.

Lentamente dobló esos bien tonificados brazos de luchador, con las manos detrás de la cabeza, bajándolas lentamente hacia la nuca, dejando expuesto un maravilloso torso de luchador con pectorales antojables para besar, y brazos formidablemente hermosos.

Acto a seguir Gabriel comenzó a ondular el cuerpo lentamente y giró la cara hacia el techo, para revelar clavículas, hombros y cuello típicos de luchador profesional.

Acto seguido Gabito comenzó a girar ondulantemente despacio, sin prisa, y una vez que quedó dando frente a la pared, el verdadero espectáculo comenzó:

La Santa Muerte los veía a todos con cara de maldita; media sonrisa irónica, guadaña en una mano y un reloj de arena, en la otra mano.
Aquel esqueleto vestido en túnica negra con capucha era verdaderamente impresionante, dada la gran estatura de Gabriel.

Acto a seguir soltó despacio la nuca y subió los brazos despacio, hasta estirarlos por completo.

Los hombros de la santa muerte imitaron el movimiento y subieron un poco, sin soltar la guadaña ni el reloj.

Los brazos de Gabriel se abrieron hacia los lados, haciendo que la túnica de la santa muerte se moviera libremente, la guadaña reposicionándose en su mano, como si la sujetara con más firmeza y determinación que antes.

El huesudo rostro ahora sonriendo a la audiencia con blancos dientes, sin dejar de fruncir el ceño en abierta reprobación a las debilidades e imperdonable mortalidad de todos los presentes.

Y en un instante ese reloj de arena comenzó a funcionar a cabalidad: Los granos de arena bajaban a velocidad normal, según la fuerza de gravedad los iba arrancando -uno a uno- de la parte de arriba.

Atónita la audiencia no podía creer lo que estaba viendo.

La guadaña lanzó destellos metálicos de luz enceguecedora.

Largos y espesos cabellos ondulantes -muy al estilo de los caballos pura sangre Sevillanos- comenzaron a moverse también, ondulaban como cascada de petróleo crudo, además de brillar con luz propia.

Gabriel bailaba con ojos cerrado. Se encontraba por ahora en su propio planeta, y disfrutando del humor de la noche.

Y si ese humor era justamente sexy, erótico y sensual, pues adelante.

No quedó duda en la mente de la audiencia de que ese bello cuerpo era habitado por un alma igualmente bella.

Pero que sólo salía a bailar en noches de luna llena.
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