
693. El rey serpiente (leyenda Persa)
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Juan David Betancur Fernandez
elnarradororal@gmail.com
Habia una vez en la antigua Persia un joven llamado Zahhak que era hijo de un regente llamado Mardas. En aquellos tiempos Zahhak tenía un pasatiempo. Le gustaba salir a caminar por los bosques del castillo de su padre a quien el respetaba profundamente.
Una noche, mientras Zahhak caminaba por los jardines encantados del palacio, alcanzo a ver un hombre que caminaba hacia el lo cual era extraño porque el jardín era un sitio exclusivo para la familia real. El hombre tenía una túnica negra y ojos como carbones encendidos. Cuando se acercó el hombre se presento diciendo que su nombre era Ahriman y que era un cocinero que venia de otras tierras y que quería ofrecerle sus servicios. Zahhak emocionado acepto inmediatamente y lo llevo al palacio para que trabajara como su cocinero personal. En su mente estaba la esperanza de poder probar manjares exóticos. Pero lo que no sabía Zahhak era que Ahriman era en realidad el espíritu del caos, disfrazado de cocinero. Allí en el palacio el cocinero comenzo a ofrecerle comidas que no venían de sus dominios: frutas que brillaban como gemas, carnes que cantaban al fuego, vinos que mostraban visiones de otros mundos. Pero con bocado se debilitaba la voluntad del príncipe.
Una noche mientras el Zahhak se deleitaba con un faisan de sabor mágico, Ahriman le susurró: “Tu padre es un muro entre tú y el destino. Derríbalo.” Zahhak, embriagado por la ambición y los hechizos que provenían de aquellos manjares comenzo a pensar que su padre no lo dejaba progresar ya que todos lo veían solamente como el hijo. Así que impulsado por las ideas de su cocinero maligno tramo un plan y , asesinó a su padre Mardas y tomó el trono. Cuando el príncipe ya convertido en regente se acercó al trono con la sangre aún en sus manos , Ahriman su cocinero besó sus hombros, y de allí brotaron dos serpientes negras, vivas, eternas, que se enroscaban como guardianas de su alma corrompida.
Las serpientes no eran simples criaturas: eran manifestaciones de la codicia y el miedo, alimentadas por el dolor humano. Estas serpientes daban vueltas sobre el trono y se acercaban a sus oídos exigiendo cada día el cerebro de dos jóvenes. Zahhak, incapaz de resistirse, ordenó sacrificios diarios para complacer a las demoniacas criaturas. Así, el reino se convirtió en un campo de lamentos, donde las madres lloraban la perdida de sus hijos y peor aún donde los sabios atemorizados simplemente callaban.
Pero en secreto, dos cocineros que conocían las intensiones de el cocinero personal de Zahhak comenzaron a engañar al rey: y Así cada noche cuando los jóvenes eran tradidos para ser degollados mezclaban cerebros humanos con cerebros de oveja, y así pocian liberar a uno de los jóvenes cada noche. Estos sobrevivientes se refugiaron en las montañas, donde aprendieron magia, resistencia y el arte de la espera.
Entre los padres que perdieron hijos estaba Kaveh, un herrero que forjaba espadas con inscripciones ocultas y martillaba con furia ritual. Cuando su último hijo fue reclamado, Kaveh se negó. Alzó su delantal manchado de hierro y lo convirtió en un estandarte mágico, el Derafsh-e Kaviani, símbolo de rebelión y justicia entre los antiguos persas
Guiado por sueños proféticos, Kaveh subio a la montaña donde los jóvenes refugiados vivían y se entrenaban y encontró a Fereydun, un joven liberado por los sabios cocineros, que hablaba con los animales y tenía el don de la luz. Fereydun impulsado por los sueños profeticos de Kaveh montó un toro sagrado de fuego que recorria las montañas , y con una espada forjada en el corazón de una estrella caída, bajo al reino de Zahhak y lo enfren