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Pol&Pop

By: La Montonera prod.
  • Summary

  • Un podcast donde damos rienda suelta al triángulo de nuestras cosas favoritas: la política, la cultura pop y la actualidad. @podcastpol Política en serio en tiempos de memes, whatsapp y gifs de gatitos. www.polypop.es Twitter: https://twitter.com/podcastpol Telegram: https://t.me/PolAndPop
    © 2024 La Montonera prod.
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Episodes
  • True crime o el placer de ver culpables
    Apr 26 2024
    La descripción detallada de los pormenores de esa investigación son, al final del día, un baño con burbujas. Las referencias a las costumbres de aquella secta amenizan las cenas de amigos. Sin militar aquí precisamente en la cultura de la literalidad, no son éstas las pasiones más sencillas de explicar y por eso hemos convocado a Mar García Puig a que nos ayude. Nuestro interés por el true crime es ambivalente: viejo y nuevo, vergonzante y transformador. Por una parte, toda época de frenesí político o esplendor cultural ha guardado agazapado un predominio del interés por los sucesos. Las propias investigaciones policiales ganan legitimidad al calor de las narraciones sobres los crímenes. Existe una tematización popular de los excesos de la criminalidad que es coetánea a la categoría misma de delincuencia: No piense en un ladrón ni en un contrabandista, en esa gente que no son sino su yo menos disciplinado; estremézcase mejor ante el asesino en serie. La persistencia de las novelas policíacas y las secciones de sucesos no eclipsa la gravedad que ha ganado el género. Desprestigiado pero en continuo multiformato, cualquiera puede presentar hoy sus proyectos de showrunner mientras ve las noticias: esta historia contiene un buen podcast, dos miniseries y el documental crítico con la inflación mediática del asunto. Ahora bien, lo particular de este reinado contemporáneo del true crime es que se funda además en el consumo y en la creciente producción femenina. Y hay quien discute si feminista. La ambivalencia no solo reside en que la mayor parte de las víctimas sean también mujeres, sino en que, como bien mostró Nerea Barjola en la Microfísica sexista del poder, la exposición de estos crímenes ha funcionado como dispositivo disciplinario del cuerpo femenino y más allá. Si, para cada generación, se ha dispuesto un crimen de Alcasser, de Marta del Castillo, de Diana Quer que ha pretendido aterrorizar a distintas minorías con las consecuencias de su autonomía, ¿de dónde proviene este enganche? ¿puede convertirse el sufrimiento de las demás, como evocaba Mar, en fuente de entretenimiento o de crítica? Por nuestra parte, tenemos algunas hipótesis, muchas inconsistencias y, lo que es peor, bastantes recomendaciones, así que bienvenides.
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    47 mins
  • La ciudadanía es un cuento, de los que importan
    Apr 12 2024
    Usted no es “de aquí”. Vive aquí, coge el bus aquí, una cantidad creciente de las personas a las que quiere o los asuntos en los que piensa, puede que incluso la totalidad de ellos, están aquí pero usted no es de aquí. Entre el aquí y usted media un viejo dispositivo jurídico de funcionamiento asimétrico que permite que le abarquen todas las obligaciones del aquí pero no todos los derechos. Lo que le pasa es que usted carece de la ciudadanía del aquí en el que vive. En torno a la serie de puertas que separan lo nacional de lo extranjero se estructuran millones de vidas y, sin embargo, este asunto, que alguien pueda ser, pero sin ser ciudadana apenas ocupa atención. Hemos querido mitigar esta carencia al invitar a Irene Ortiz Gala para hablar de su libro “El mito de la ciudadanía” (Herder). Su referencia al mito, no se confundan, alude al especial arraigo y permanencia de algunos relatos sobre el origen de nuestras ideas de la ciudadanía, que han persistido hasta nuestra forma “naturalísima” de entender la distribución política del mundo. No alude, es importante aclararlo porque si no, usted, que “no es de aquí” va a empezar a torcer el gesto con razón; no alude a que la ciudadanía sea una cosa frágil y ornamental que el Estado pasea en las fiestas de guardar. Al contrario, ni siquiera una vida social crecientemente plural en lo nacional y en lo cultural provoca que se allane ese dispositivo jurídico que estructura la forma de ser en nuestra vida política. El libro de Ortiz plantea que hemos llegado aquí por una limitación de la vida (que merece garantía) política respecto al conjunto de la vida y que esa exclusión opera conforme a dos características que ya regían en nuestros antecedentes clásicos. La idea ateniense de que solo los propietarios iguales en sangre y tierra, nacidos y muertos en la polis, podían formar parte de la comunidad política con plenos derechos y la idea romana imperial de que distintos grados de ciudadanía podían extenderse a nuevas poblaciones, a condición de subordinarlas a los ciudadanos pata negra y ponerlos a servir a su interés. Si usted sí “es de aquí” y esto le parece muy alejado, piense en las coordenadas de cualquier Estado moderno: en su dimensión mecánica, fría y administrativa en pos del aumento y conducción de las fuerzas productivas, pero también en la dimensión orgánica, caliente e identitaria del proyecto nacional, con sus héroes y sus villanos. O piense, mucho más cerca, en la semana política. Piense en lo que cuesta juntar 700.000 firmas (de ciudadanía en su cenit) para que en el Congreso tengan a bien discutir que medio millón de vecinas tengan algún derecho de residencia y de trabajo, aunque sea temporal. Manéjese con los buenos argumentos en términos de impuestos, pensiones, universalidad de los derechos sociales e incluso de pura justicia que encontrará, pero también piense en el alto grado de identidad, de origen, de clase, de piel, que se sigue exigiendo para formar parte de las comunidades políticas. Traemos de ponerle un pensamiento al asunto porque por ahí aflora un componente de la ciudadanía, de una naturaleza excluyente tal que resulta inagotable por mucho que se pretenda extender su alcance. De algo de todo esto hemos querido hablar. Que aproveche.
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    58 mins
  • Actualidad: vuelven los 2000s
    Mar 28 2024
    Vuelve el estampado militar, el tiro bajo y los bolsillos por todos lados. Vuelven los 2000s Bonus track: homenaje a La Isla de las Tentaciones y análisis de Dune II. Leyes de suelo mejor engrasadas, vuelta al macroproyecto como horizonte de realización regional, mordidas, comisiones y otras innovaciones político-empresariales de la boyante economía española. Otra vez polarización para comer y consenso para cenar sobre las cosas importantes. Otra vez bipartidismo del y tú más. Quizá es optimista llamar a esto restauración, por lo que presupone acerca de la solidez de lo restaurado y de la estabilidad del presente. Revival es, en cambio, un uso extemporáneo y con conciencia de un elemento de otro tiempo, que se hace jugar de forma coyuntural en una composición abigarrada junto a otros elementos. La actualidad nos manda señales de que esto ya se llevó y acabamos hartos. Hasta que las izquierdas del PSOE no reconcilien sus dos almas y con la excepción de algunas posiciones inexpugnables de Vox, el bipartidismo lo abarca todo. Tiene sus perfiles polarizadores en los flancos y sus perfiles centristas en la cúspide porque puede permitirse el todo incluido y porque, en esta fase del bipartidismo, la polarización es la superficie conocida del consenso básico en que no puede pasar otra cosa. Signo de revival es la economía del macroproyecto, icono del clímax de nuestro ciclo inmobiliario donde se pelean los puntos del maillot de la montaña por resucitar terrenos condenados e itinerarios turísticos de antiguas temporadas bajas. El macroproyecto es, como el shock de una pandemia, la época dorada en la que se forjan las historias de esos paladines del yo te lo arreglo que serán, en las ruedas de prensa del futuro, esa personas de la que usted me habla. El macroproyecto es hoy un motivo para convocar elecciones, por ejemplo en Cataluña. Los episodios de poderes del Estado pegándose de leches con internet para mayor gloria de la propiedad (intelectual), derecho must de las democracias liberales, no están tampoco tan lejos de las escaramuzas de la ley Sinde. Sin embargo, y contra todos los chistes que se pueden hacer sobre el episodio Telegram y la reactivación de las comunidades de aprendizaje sobre proxies, las autoridades conocen mucho mejor el terreno que pisan. Que, además, el grueso de esta guerra se esté librando en el frente del fútbol, espacio de politización atípica de masas, las debe hacer mucho más responsables de no alimentar marcos como el de censura y otras nostalgias del ya no se puede hacer nada. Y signo definitivo del revival es ver asomar la patita a la austeridad en cuanto se viene las primeras curvas. El semestre de presidencia española de la UE se cerró con un “compromiso fiscal” que se hará carne en 2025 pero que empieza a cerrar el grifo del neoliberalismo progresista abierto en 2018 y ampliado en la pandemia. La ausencia de mayor duelo por los presupuestos de 2024 es coherente también con esa condición. Sin embargo, si hay algo distintivo del momento, que hace inviable cerrar el ciclo en los términos plácidos de la restauración, es la ruptura de la “paz” comercial globalista y su sustitución por una competencia de bloques explícitamente bélica. En las últimas semanas, las principales cabeceras progresistas han buscado divulgar entre la opinión pública española, esa planta de interior, la naturalidad de la guerra y de la reindustrialización armamentística europea. La combinación de ese esfuerzo de guerra con el horizonte de austeridad puede producir monstruos, como recordaba Manel Pérez, adjunto a la dirección de La Vanguardia, hace 15 días, cuando señalaba el ejemplo de la socialdemócrata Mette Frederksen, prime danesa, que recorta en bienestar y estira impuestos para honrar la factura militar (https://www.lavanguardia.com/economia/20240310/9548225/tambores-guerra-austeridad.html). Esto también sería un revival de algo, mucho menos presentable aún.
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